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Caso Esther López: La Guardia Civil está más perdida que un pulpo en una garaje

Redacción




Luis Bru.

La malograda Esther López va camino de poner al aire todas las contradicciones del sistema y acaba con el endeble prestigio de la Guardia Civil, que está más perdida que un pulpo en un garaje. Tras en tromba la delegada del Gobierno para la violencia de género, la podemita Victoria Rossell, el dimitido y derrotada Luis Tudanca, y le mismísimo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, clamando venganza contra el malvado heteropatriarcado, respondiendo así a sus más bajos instintos ideológicos, y después de que Pablo Casado hiciera lo propio añadiendo salsa picante al brebaje solicitando prisión permanente revisable, la Guardia Civil está llamada a responder y no puede.

Estos no son los chakurras, de la última etapa gloriosa, la lucha contra ETA, no queda nadie, estos son borregos, la borregada, con un prestigio lacayo que se desvanece en la tarde pragmática y dulzona, en las 24 tardes que no hallaron el cuerpo de Esther López, que no se movió de allí ni la movió nadie, y que la torpeza de la ex Benemérita buscó en el Duero con despliegue de medios subacuáticos, y no tuvo la prudencia a enviar un Nissan Patrol a inspeccionar las aceras y los caces de las cuatro carreteras que se entrecruza en Traspinedo.

«Estaba en la superficie y no puedo asegurar si lo han dejado. Hacer elucubraciones en estos momentos es complicado», declaraba el coronel de la Guardia Civil, Miguel Recio. Menudo papelón el del coronel. Hay que entenderle, quiere llegar a general y no va a descubrir nunca la sencilla causa del óbito de Esther López, no se va a salir ni un ápice del relato oficial.

Pero las televisiones han estado 24 días conectando en prime time con Traspinedo, un calvero entre pinares, que rinde culto a la resina. Y no puede producirse el apagón de la noche a la mañana y tienen que dejar el terreno con sombras de dudas, aunque el alcalde exige explicaciones para devolver la paz al pueblo y que no se vuelvan todos tarumbas.

Así que se dan detalles circulares. Como que Esther López falleció en las primeras horas de la madrugada del 13 de enero. Concretamente, la Guardia Civil sitúa su fallecimiento entre las 05:40 y las 05:50 horas, 10 minutos en los que su teléfono dejó de emitir señal. Otra certeza sobre el caso de la desaparecida el 12 de enero es que el cuerpo de la joven no presentaba heridas de defensa. Recientemente, los investigadores han podido comprobar que el último mensaje de Esther López fue enviado a su madre. Poca cosa: los investigadores no investigan nada, están absolutamente cegatos. Sin violencia no hay truculencia, no hay crimen.

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El rollo del atropello está en boga ahora pero no tiene ningún recorrido, porque no hay fracturas de huesos ni nada de nada, ni señales de tal cosa, cuando todo el mundo sabe que un atropello aunque sea a 30 kilómetros por hora produce destrozos, que para nada estén presentes en lo más mínimo en el cuerpo de Esther López, tumbado boca abajo, con su ropa intacta, su borreguito, su pantalón vaquero negro. Los especialistas de la Guardia Civil andan mareando la perdiz y perdiendo el tiempo.

Luego, en esto casos sale en La Sexta un ‘prestigioso’ médico forense que se llama José Cabrera a inventarse una elucubración abracadabrante: la pudo atropellar una furgoneta de morro plano, y va el escandaleras de Alfonso Rojo y le compra la mercancía averiada y va y titula «Un prestigioso forense da un vuelco al caso de Esther López con datos “sin duda” sobre su muerte». El vuelco lo da, una vez más, Periodista Digital, que se hunde un poco más el cenagal de las falsas noticias.

Total, que tenemos a la delegada del Gobierno en Castilla y León y a la ministra de Justicia prometiendo que se aclararán los hechos, paciencia, que está la Guardia Civil en el ajo, y que seguro, si se les deja trabajar, que echan luz sobre lo sucedido a Esther López. Van dados de ala.

Porque si investigan de verdad, y no cegatos, saldría a la superficie el daño letal producido por las (timo) vacunas y tendrían que detener a toda la cadena de mando, hasta el presidente de Gobierno, y Miguel Recio se cuidará mucho de ello, porque quiere llegar a general, y eso depende del Gobierno, es nombramiento del Consejo de Ministros, y para Miguel Recio ya el honor no es la principal divisa, el honor, más concretamente, es papel higiénico de segunda mano.

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Porque lo que sucedió a Esther López sucedió en su interior, en su cuerpo. Esther López, según la autopsia, murió por un shock hipovolémico, es decir, una hemorragia interna, sobre todo en la zona del tórax y del abdomen. Murió de REPENTINITIS, un mal que aqueja a cientos o miles de españoles, que se desvanecen fulminados en la calle, pero no en la acera de una carretera perdida de Traspinedo. Murió a causa de la ‘vacuna’, del veneno de muerte.

Ese shock hipovolémico o hemorragia interna se compadece perfectamente bien con la explicación de la creación de un coágulo monstruoso que se crea con las (timo) vacunas o veneno de muerte y que es descrito por la Catedrática María José Martínez Albarracín:  «El territorio de la vena esplénica, procedente del bazo y que drena sangre en la vena porta: un gran tronco venoso que se dirige hacia el hígado y que está formado por la confluencia de la vena esplénica y las venas mesentéricas que recogen la sangre del intestino. El término “hemorragia interna” suele referirse a una hemorragia visceral, frecuentemente de estos territorios vasculares y, sabemos que las inoculaciones covid, activan el sistema linfático y las células linfoides activadas se concentran precisamente en el bazo. La hemorragia digestiva o “hemorragia interna” es pues una complicación relativamente frecuente de estas mal llamadas vacunas».

Pero así, Dra. Albarracín, no se asciende a general.

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