Miguel Rodríguez.
Estamos ante un libro sencillo y directo que describe una realidad que ya todos deberíamos tener asumida desde hace mucho tiempo: todos esos partidos y las supuestas instituciones que han larvado hasta el fondo no son sino sucios intermediarios de los que mandan de verdad en España y en el mundo. Y si es así y lo sabemos todos, porque pruebas sobran de ello, de qué sirve ir a votar en unas elecciones que solo pueden estar amañadas por esos señores que mandan de verdad.
Enrique de Diego vuelve a poner el dedo en la llaga y a diferenciarse de lo que fue una profesión noble y cuyo objetivo era contar la verdad y controlar al poder, pero que ahora parece que se ha convertido en el abrevadero de miles de inútiles funcionarios que no saben hacer otra cosa que respaldar esta farsa. Y encima nos dicen que vayamos a votar cada cuatro años o cada dos como si fuéramos auténticos imbéciles, con todo el mal gasto público extra que supone semejante estupidez.
De ahí el título del libro y el lema que por tantos años ha defendido Enrique de Diego, prácticamente en solitario, como si fuera el Cid obligando al rey Alfonso a jurar en Santa Gadea. Sólo nos queda a los lectores y a todos los españoles de bien que aún quedamos el sabotear esta farsa de elecciones y esta farsa de sistema corrupto y antiespañol. Es el único camino si queremos dejar una España medianamente aceptable para nuestros hijos y nietos.
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