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El odio destructivo a Europa del loco Bergoglio y la desnortada jerarquía católica

Redacción




Jorge Bergoglio. /Foto: Aciprensa.
Jorge Bergoglio. /Foto: Aciprensa.

Miguel Sempere

El odio destructivo a Europa es la línea oficial de Bergoglio y de la jerarquía católica, con un discurso suicida, a veces delirante, casi siempre político y no religioso, en el que uno de los mensajes es la eliminación de las fronteras y, por tanto, la destrucción de las naciones y las sociedades, al tiempo que se pretende favorecer la islamización. Estamos ante una traición en toda regla del Vaticano y de la jerarquía.

El proceso de secularismo con su secuela de descristianización de Europa fue respondido por San Juan Pablo II con una llamada a una nueva evangelización. “Europa, sé tú misma”, clamó el Papa polaco, quien dio la batalla para que la non nata Constitución europea reconociera las “raíces cristianas” de Europa.

Joseph Ratzinger, alemán, Benedicto XVI era la continuidad en ese esfuerzo de firmeza y claridad doctrinales, con el intento de retornar al cuidado de la liturgia. Por lo sabido, Bergoglio ya había sido en el Cónclave el segundo candidato. La dimisión de Benedicto XVI hizo que en la elección los cardenales miraran hacia Sudamérica, el contienen con mayor población católica, gracias a la evangelización de los españoles, pero donde también el catolicismo es asediado por el vigor expansivo del evangelismo.

Bergoglio o la confusión doctrinal con criterios periclitados de los ochenta

La certeza doctrinal ha sido cambiada en Bergoglio por la ocurrencia y Europa es continuamente zaherida, con criterios muy periclitados de los años ochenta del siglo pasado, como –en medio de la crisis- opulenta, tratando de intensificar los extraños complejos de culpa de la corrección política. Un discurso destructivo e, intelectualmente, con frecuencia de muy bajo nivel y numerosas veces sencillamente delirante, como hablar de “violencia católica”, en medio de una persecución de los cristianos con pocos parangones en la historia y cuando Europa es aterrorizada por una oleada de terrorismo indiscriminado, provocada por musulmanes, con motivación religiosa, de fanatismo. Algunas de las ideas expresadas por Bergoglio son estupideces peligrosas: situar en el mismo plano violencia perpetrada por “bautizados”, sin contenido religioso alguno, con la masacre de Niza, buscando producir el mayor número de muertes, o el degollamiento del sacerdote Jacques Hamel, es, en términos morales, una mezcla de indignidad y canallada, en grados superlativos.

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El mensaje obsesivo es que Europa debe abrir sus fronteras, debe abolirlas, dando un contenido negativo a la misma existencia de las fronteras. ¿Con qué finalidad? No se percibe ningún contenido religioso –la jerarquía ha renunciado a hacer prosélitos- sino una extraña apuesta por la islamización de Europa, con abuso de poder e intromisión en los asuntos internos de las naciones. En su viaje a Polonia, Bergoglio ha tratado de dictar la política del gobierno de Beata Szidto instándole a mostrarse “disponible” para acoger “a quienes huyen de las guerras y el hambre”. Un efecto llamada universal.

La idea de que toda la población mundial sea acogida en una Europa en crisis es, en todos los sentidos, una soberana tontería, un imposible, pero además entraña la destrucción de Europa. Las naciones tienen fronteras. Sin fronteras respetadas, las naciones no existen. ¿Cuál es la alternativa de Bergoglio? Se percibe un odio creciente hacia Europa, por parte de la jerarquía católica, a la que se pretende anestesiar achacándole todos los males de mundo. Siguiendo esta delirante y simplista doctrina maniquea de Bergoglio, en Cracovia, Ricardo Bláquez, afirmó: “no colma nuestras aspiraciones una Europa que se atrinchera en su prosperidad y se cierra al clamor de quienes llaman a sus puertas y de quienes a distancia contemplan nuestro bienestar postrados en la pobreza y la desesperanza”.

En realidad, Europa vive instalada en una crisis, que ha sido acelerada por una inmigración relacionada con las ayudas sociales y no con el trabajo.

¿Cuál es el sentido de todo este mensaje de la Iglesia? Bergoglio, desde luego, ha visto la rentabilidad mediática de la estupidez de la corrección política, ha sido corrompido por la vanidad de la visibilidad. Al recibir el Premio Carlomagno, fue definido como la “conciencia de Europa”. Sus posturas van entrando ya en el terreno de la pérdida del sentido de la realidad y en el estricto absurdo. No hay “fundamentalismo católico”, como ha dicho; nadie tiene miedo a coger un avión o a ir a ver unos fuegos artificiales por la “violencia católica”, demencial concepto en el que se mete a toda violencia hecha por un bautizado, aunque sea agnóstico o ateo. Todo con tal de extender un velo sobre el islamismo.

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Cuando Monseñor Antonio Cañizares, en el Fórum Europa, se preguntó, con acierto, si “¿esta invasión de emigrantes y refugiados es todo trigo limpio? ¿Dónde quedará Europa dentro de unos años?”, recibió la crítica generalizada de los medios de la corrección política. “Hoy puede ser algo que queda muy bien, pero realmente es el caballo de Troya dentro de las sociedades europeas y en concreto de la española. ¿Cómo quedará Euro dentro de unos años con la que viene ahora? No se puede jugar con la historia y la identidad de los pueblos?” Al día siguiente, bajo la presión del Vaticano y la Nunciatura, Cañizares rectificó. La jerarquía católica se ha sumido en la mentira.

Probablemente, estamos con Bergoglio ante un loco peligroso, que terminará porque nadie le haga caso y que pretende destruir la identidad y las raíces cristianas de Europa en una marea islamizadora. Eurabia no es posible y no será, entre otras cosas, porque nadie hará caso a este ignorante venido del tercer mundo.

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