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El Papa y la jerarquía católica, entre la estupidez y el desfonde moral, silencian el genocidio de los cristianos en Iraq y Siria

Redacción




El Papa Francisco ha sufrido una caída en Czestokowa. /Foto: t13.cl.
El Papa Francisco ha sufrido una caída en Chestokova. /Foto: t13.cl.

 

Virginia Montes

Cuando el sacerdote Jacques Hamel donó terrenos de la parroquia de la localidad de Saint Etienne du Rouvray, próxima a Rouan, capital de Normandía, para la construcción de la mezquita local no podía imaginar que terminaría siendo martirizado por dos musulmanes de la manera más cruel.

Ese gesto, que pasado el tiempo resulta cuanto menos desconcertante, resultaba plenamente coherente con la línea oficial del Vaticano y la jerarquía católica que han adoptado una línea de sumisión al islamismo, que pasa por la ocultación del genocidio de los cristianos en Iraq y Siria y la persecución en otras sociedades musulmanas.

El Papa suelta un conjunto de obviedades y mentiras de la corrección política

El Papa Francisco, que desde la isla de Lesbos ha acogido en el Vaticano a tres familias musulmanas, reaccionó al crimen mostrando “dolor y horror”. A su llegada a Cracovia, dentro de la Jornada Mundial de la Juventud, fue más expresivo. «Hablo en serio de guerra, una guerra de intereses, por dinero, por los recursos de la naturaleza, por el dominio de los pueblos. Pero no es una guerra de religiones, porque todas las religiones quieren la paz».

Para hablar en serio, es un conjunto de obviedades, compendio de la corrección política; medias verdades para no afrontar la realidad. Intelectualmente, es un discurso muy ramplón, muy pasado, además, propio de la izquierda montonera de los años 80, y contiene una grosera mentira: “no es una guerra de religiones, porque todas las religiones quieren la paz”. El islam santifica la guerra y matar a los no musulmanes no es una opción, sino un mandamiento. Un hombre en el puesto que está debería formarse, estudiar, leer. Por supuesto, los dos musulmanes que asesinaron al Padre Jacques Hamel, como si fuera un animal, eran fanáticos musulmanes, que actuaron con una motivación religiosa. El Papa Francisco o no habla en serio o demuestra ser un ignorante proteico.

También añadió en Cracovia que “desde hace tiempo decimos que el mundo vive una guerra a trozos. Recordamos a este santo sacerdote que ha muerto en el momento en el que recogía las oraciones para la Iglesia. Él es uno, pero cuántos cristianos, cuántos inocentes, cuántos niños…Pensemos, por ejemplo en Nigeria». Y ahí, púdicamente, se quedó. ¿Qué sucede en Nigeria? Cada año, entre 1.000 y 1.200 cristianos son martirizados por musulmanes cada año, pero bajo la pulsión buenista, y en sí suicida, la propia jerarquía nigeriana se ha apuntado a la teoría de que muchos de ellos lo son en un conflicto entre ganaderos –etnia fulani, musulmanes- y agricultores. Lo cierto es que en las puertas de las iglesias cristianas hay gente armada como protección.

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El 24 de junio, el Papa Francisco giró visita a Ereván, la capital de Armenia. Allí sí habló con claridad del genocidio perpetrado por los turcos misulmanes: «Aquella tragedia, aquel genocidio, por desgracia, inauguró la lista de las terribles catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales, ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto de proponerse el aniquilamiento de pueblos enteros«. Bertoglio rezó en el Museo del Genocidio de Tzitzernakaberd.

«Para Armenia –añadió- la fe en Cristo no ha ha sido una prenda de quita y pon según la conveniencia, sino una parte esencial de su identidad preservada con gran esfuerzo e incluso pagando con la vida».

Desfonde moral de la jerarquía y abandono de los cristianos de Iraq y Siria

Sin embargo, el Papa Francisco, y el conjunto de la jerarquía católica, en un desfonde moral sin precedentes, han silenciado y silencian el genocidio que, desde 2004, se viene perpetrando contra los cristianos en Siria e Iraq. Los datos son aterradores, de 1.600.000 cristianos que había en el Iraq de Sadam Husein, se supone que quedan 300.000. No se sabe cuántos han podido emigrar y cuantos han sido asesinados bajo el apelativo de “nazarenos”. Si Jacques Hamel se hubiera informado, hubiera sabido que el arzobispo de Mosul, Paulos Faraj Rahho fue martirizado. Los 3.000 cristianos que vivían en Mosul tuvieron que huir.

Hay numerosos testimonios de que los cristianos de Iraq y Siria han sido abandonados, o como tal se sienten, por el Vaticano. Yosuf Thomas Mirkis, obispo de Kirkuk ha levantado su voz: “si no nos ayudáis, va a ser la tercera guerra mundial. Es como ocurrió con los nazis”. Los cristianos “están sufriendo un genocidio similar al de los armenios”. Ni el Papa Francisco ni el presidente de la Conferencia Episcopal española, Ricardo Blázquez han hablado nunca de ellos. Cuando se refiere a las persecuciones que sufren los cristianos, el PP se refiere al “pensamiento único”, sin concretar. De los 2.500.000 cristianos que había en Siria, sólo quedan 1.250.000. Todos, en zonas controladas por Bashar Al Assad. De los 150.000 cristianos que vivían en Alepo, quedan 50.000. Su obispo, Jean-Clement Jeanbart, ha pedido que se ponga “fin a estas monstruosidades, están verdaderamente locos, son enfermos, salvajes”. Por supuesto, todos los cristianos asesinados o expulsados de sus casas lo son en nombre del islamismo, en nombre de una guerra considerada santa de religión, aunque Bertoglio o por ignorancia supina o por conveniencia o por la infinita vanidad con la que busca el aplauso fácil del mundo, no sea capaz o no quiera enterarse.

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Como dice el monje Yousif Ibrahim, superior del monasterio de San Matero, próximo a Mosul, “el Vaticano no hace nada, en sus discursos dicen que nos quedemos, que no abandonemos nuestros hogares. Pero si no me garantizas mi seguridad, mi trabajo, mi refugio, ¿cómo decís eso?”.

Jacques Hamel, mártir de la fe y víctima de la infinita estupidez de Bertoglio

Jacques Hamel, que donó terrenos para construir una mezquita en la que se enseña el odio a los cristianos, y que fue asesinado por dos musulmanes fanáticos, es tanto un mártir de la fe como una víctima de la inmensa estupidez que hoy es el discurso oficial del Vaticano y de la jerarquía católica, quienes en vez de espantar a los lobos, insisten permanentemente en que se les deje entrar en el aprisco.