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La desinformación

Redacción




ABC, quien te ha visto y quien te ve. /Foto: cuatrtipos.wordpress.com.
ABC, quien te ha visto y quien te ve. /Foto: cuatrtipos.wordpress.com.

Los españoles de hoy son la consecuencia de cuatro décadas de desinformación, de sobredosis de entretenimiento y mentira. El español, que con frecuencia no sabe si lo es o qué es eso, no tiene Patria pero puede llegar a identificarse con un club de fútbol.

Al español se le ha inculcado que el sistema es para siempre; que lo único ha de hacer es estar tranquilo, porque los políticos irán resolviendo las situaciones aunque cada vez parezcan más irresolubles. Tranquilos, tranquilos, las pensiones están aseguradas…Y ¿por qué cada vez hay menos dinero en la hucha? Tranquilos, todos. Es el soma de las pequeñas satisfacciones presentes, vivir al día, adaptados a la crisis económica, política y moral.

El español de hoy, acomodaticio y pastueño, educado para ir de la cuna a la tumba adorando al Estado, respetando a los políticos y los burócratas, es un ignorante ilustrado lleno de clichés mentales con pequeñas consignas: es suficientemente pacifista, básicamente ecologista, estéticamente feminista, fundamentalmente tolerante y sólo es xenófobo contra sí mismo, pues se considera un extraño que vegeta.

Considera ya normal que los políticos mientan, que los programas se elaboren como una engañifa para no cumplirse, que la palabra no valga nada y que los compromisos sean un juego para saltárselos a la torera.

El español de hoy depende de la televisión, medio que no precisa esfuerzo y que desarma el espíritu crítico -un lujo, un pecado- de forma que sólo se mueve, efímeramente, por espasmos de histeria moral provocados por los informativos. Es muy humanitario con los de lejos, pero indiferente con los de cerca, con lo que puede llegar a ser muy cruel.

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El español de hoy cree, en efecto, que nunca pasa nada, que el sol saldrá sin esfuerzo por su parte, que la libertad no precisa de conquista, que ya vendrán otros a sacarle las castañas del fuego, a los que, por cierto, si los telediarios dan la consigna de atacarlos o silenciarlos, el españolito de turno será el primero en acatarla, o bien el primero en tirar la piedra, con mucho cuidado de esconder la mano, o bien el primero en mirar para otro lado con un calculado desprecio.

El españolito de hoy está desinformado y eso, además, no le preocupa, no le inquieta en su banal existencia. Tampoco se interesa por buscar la verdad de las cosas pues la sociedad se ha tornado apática y relativista y o bien la verdad no existe o puede llegar a ser peligrosa. El sistema repudia la verdad y ama con pasión calculada la mentira. No necesita saber, ni pretende ilustrarse, sino formar parte de alguna submanada que le dé bien trituradas las consignas en una frase corta. Es, por naturaleza, hooligan inconsistente de causas ganadas de antemano y, en lo más intimo de su ser, aspiraría a ser famoso o popular, aunque fuera por alguna estupidez inconsistente.

Necesita ser aceptado socialmente, pues es gregario. Vive en un letargo hiperactivo, lleno de pequeños sucesos cotidianos, sin libertad política, con la dignidad mermada, con una identidad amorfa y repudiada, sin narrativa, sin ancestros, sin orgullo, en una vejación consentida y creciente, a la que se ha ido acostumbrando.

Es el fruto de una educación sin virtud cívica y de unos medios falaces.

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Pero llega el tiempo en que la farsa de la vida de los españolitos, esa consigna tan repetida de la tranquilidad, va a venirse abajo, mostrará sus carencias y quedará en flácida desnudez despojada de sus harapos. Las mentes degeneradas no servirán y los caracteres timoratos serán barridos. Y España necesitará patriotas. Por amor a la Patria y por instinto de supervivencia.