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Carta al Padre Josemary Missigbètò, campeón de la fe, para que Dios le dé alegría en el combate

Redacción




Enrique de Diego.

Ayer al abrir, maquinalmente, como cada mañana el twitter de RamblaLibre_com, me he llevado la gratísima sorpresa que me ha llenado de alegría hasta rebosar de gozo de toparme con un mensaje suyo que reza «¡Muchísimas gracias a Enrique de Diego por defender a Jesucristo, Verdad Eterna, y a su Iglesia “Unam, Sanctam, Catholicam et Apostolicam”! Comparto sólo el fondo que dice que el Opus Dei tiene miedo en defender la verdad. Pero la forma es muy chocante…»

Bueno, el fondo es lo fundamental, pero eso de que «la forma es muy chocante», imito a Nuestro Señor Jesucristo que, ante los fariseos, no se callaba y les ponía de vuelta y media: «ciegos y guías de ciegos», «sepulcros blanqueados», «raza de víboras». Así que yo, humildemente, me quedo corto tildando a Fernando Ocáriz de hombre sin fuste y sin personalidad y a Mario Fazio de lameculos del cojón del anticristo que es Bergoglio, pozo de mierda. Cojón del anticristo es epíteto con tradición en España, pues en los tiempos medios el beato de Liebana se lo llama al arzobispo de Toledo, Elipando que, para congraciarse con los invasores sarracenos, cayó en la herejía adopcionista.

Conocí a San Josemaría Escrivá de Balaguer y no sin ganas inmensas de luchar en esta guerra por Cristo contra las tentaciones diabólicas se lee de su pluma en «La Tercera campanada» (ocultada vergonzantemente por los directores de la Obra), escrita en 1975, ante «esta casi universal deserción moral» que «se oye como un colosal non serviam! en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública. Las tres concupiscencias son como tres fuerzas gigantescas que han desencadenado un vértigo imponente de lujuria, de engreimiento orgulloso de la criatura en sus propias fuerzas, y de afán de riquezas. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales».

«El mal viene, en general, de aquellos medios eclesiásticos que constituyen como una fortaleza de clérigos mundanizados. Son individuos que han perdido, con la fe, la esperanza: sacerdotes que apenas rezan, teólogos -así se denominan ellos, pero contradicen hasta las verdades más elementales de la revelación- descreídos y arrogantes, profesores de religión que explican porquerías, pastores mudos, agitadores de sacristías y de conventos, que contagian las conciencias con sus tendencias patológicas, escritores de catecismos heréticos, activista políticos».

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San Josemaría, que junto a una piedad extraordinaria, tenía una fortaleza y un genio aragonés, de quien he aprendido a hablar claro, porque estos malvados están destruyendo la Iglesia, y por ahí no paso, Bergoglio y Ocáriz y Tucho son raza de víboras, y en esta apostasía universal, dice San Josemaría «se descubre que se teme más el juicio de los hombres que el juicio de Dios» y hay que soslayar «la obligación, gustosa obligación, de proclamar su ideal sin ambigüedades» porque, al fin y al cabo, «faltan ganas de luchar porque falta fe»

Los miembros del Opus que ya no es Dei están en serio peligro de condenación sino dan la cara por Cristo, y no la están dando. No son cosas de matiz sino abracadabrantes de diabólicos como publicar en la web oficial del Opus (siempre he tratado a la Obra con exquisito respeto hasta que se han perdido el respeto a sí mismos) un artículo firmado por un agregado y una numeraria ¡alabando la agenda 2030!, hasta que la Universidad de Navarra y su rectora, que no sabe de nada, se pusieron los más totalitarios con la timo vacunación, hasta que se dedicaron a timo vacunar a los niños y niñas de los colegios cuando el ARNm les modifica el ADN comprometiendo a las siguientes generaciones que podrían nacer con distrofia muscular al acoplarse el ARNm en el cromosoma 12, y la Clínica Universitaria de Navarra lo mejor que se haría es cerrarla porque han estado callados sus satanarios como putas babilónicas, proclamando en su web que son financiados por Pfizer.

Pero si tienen un numerario obispo de Coira, el hereje modernista Joseph M. Bonnemain quien ha tenido la sacrílega ocurrencia de en la Misa de su entronización, o bufonada diabólica, de dar la Comunión a tres dirigentes protestantes locales, aparte de otras marranadas del averno, y no le echan y le tienen que afear sus sacerdotes sus cabronadas heréticas, y van y le echan a usted. Me consta que usted conoce este caso aberrante porque lo cita en una retahíla de herejes modernistas, compendio de todas las herejías, en su artículo «Yo acuso» que reproduzco en mi libro «Bergoglio, el cojón del anticristo», que le recomiendo que lo consiga urgentemente en Amazon, porque Bergoglio, ahí discrepamos, y es cuestión fundamental, no es Papa porque está excomulgado latae sententiae por manipular el Cónclave con los Cardenales sodomitas y pederastas, auténticos depravados, de la mafia de San Galo, así la denomina esa escoria del cardenal de Bruselas, Godfried Danneels, y los encargados de conectarle fueron los cardenales Cormac Murphy O’Connor y Theodor McCarrick, quien hizo públicas estas conversaciones; ya se sabe que el diablo es bocazas. Todo eso, ya digo, está condenado por la Universi Dominici Gregis de San Juan Pablo II. Lo cuento con pelos y señales en mi libro de referencia «Bergoglio, el cojón del anticristo», junto con los mensajes de las Apariciones de la Santa Virgen de Amsterdam, Garabandal, Medjugorje, Akita, Civitavechia y las de Kibeho, Ruanda, de las que Alponshine Memureke afirma que Nuestra Madre ha venido a decirnos que «el regreso de Jesús está muy cercano». ¡Ven, Señor, no tardes!

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Así que fuertes en la fe, como usted ha dado, da y dará ejemplo, no me cabe duda. Sin perder la alegría y la paz que tiene forma de Cruz, ante estos esputos de satán, ante este Sanedrín que han montado contra usted, por amor a Cristo. Que Jesús le proteja y le cuide. Que la Virgen María le mime. A las órdenes de San Miguel siempre. Con esa unción ante Jesús Sacramentado que a usted se le ve en el Santo Sacrificio del Altar.

Nuestra Señora de Kibeho le sostendrá en esta lucha, en la que no está solo sino que hay centenares de millones de católicos con usted.

El hermano ayudado por el hermano es como una ciudad amurallada.

Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. ¡Viva Cristo Rey!