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Carta al almirante José María Treviño: Un patriota cabal ha de defender la Nación, no la Constitución ni la monarquía

Redacción




Enrique de Diego.

Mi muy querido almirante José María Treviño. Le veo llegar con su moto y su casco a las dependencias de Modesto Lafuente, 42, donde estaba la sede de Radio Inter, y ahora está los ocupas de El Toro TV, para ilustrarnos y hacernos vibrar con sus historias de submarinos, de los grandes héroes y las grandes gestas que nuestros antepasados llevaron a cabo por los mares. Espíritu optimista, semblante risueño, verbo fácil, y dominio total del medio, de la radio.

Estaba yo en Radio Inter, marginado por Julio Ariza, que, sin embargo, era atento oyente de mi programa para copiarme las ideas que él no tiene, y de ahí surgió al 90% Vox; no, por cierto, el fervor monárquico, totalmente desafortunado, que es un elemento que inhabilita el resto del discurso, pero que se compagina bien con el negociete que es Vox, de apoyo al jefe de la casta parasitaria, a su sustentador y su legitimador. Como a Gladiator, antes de acabar conmigo, tenía que quitarme la fama, el patriota de pacotilla. Hice en Radio Inter con toda la ilusión las dos horas diarias del programa A Fondo, dando voz a los oyentes durante todo el programa, sorprendido que en la segunda hora, eran, como es habitual, muchas las llamadas para dar su opinión, y en la primera hora, curiosamente, no llamaba nadie. Indagando, resultaba que en la primera hora se emitía por una frecuencia no habitual en Radio Inter. Es decir, que no me escuchaba nadie. Haciendo de la necesidad, virtud, decidí en la primera hora dedicarla a lo que más gusta, a la historia de España, y dando la frecuencia nueva en la segunda hora y haciendo mención a los temas tratados, pronto la audiencia se disparó. Poníamos marchas militares como acompañamiento musical.

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Los programas con el almirante Treviño eran una delicia. Desde luego, la vida en un submarino, porque tú, has sido jefe de submarinos, hombre de acción, y nos hacías vivir tus experiencias. Recuerdo el climax que creaste en torno al naufragio del Kursk. O la batalla de Jutlandia, en la primera guerra mundial, cuando dijiste que darías un brazo por haber estado allí. Vibrabas y nos hacías vibrar. Con Juan Sebastián Elcano, dando la vuelta al mundo, en Lepanto, con la formación de batalla, con los infantes de marina, innovación española, con don Álvaro de Bazán, en sus múltiples batallas, siempre vencedor, y tantos más. Eres un marino vocacional y se te nota la pasión.

Me he alegrado tener noticias tuyas, encabezando el manifiesto de los 271 soldados de España, en el que  denunciáis “el deterioro de la democracia”, “la imposición de un pensamiento único” y en el que se afirma que la “unidad de España está en peligro”. Acusáis al Gobierno de aceptar “los desprecios a España, las humillaciones a sus símbolos, el menosprecio al Rey y los ataques a su efigie”. “Además de permitir violentas algaradas independentistas y golpistas con petición de indultos a  condenados por sedición, así como conceder favores a terroristas con el consiguiente menosprecio a sus víctimas”, bordear “la legislación vigente”, buscar “el sometimiento al Poder Ejecutivo del Poder Judicial, incluida la Fiscal General del Estado”, y tratar de “imponer un pensamiento único” con leyes como la de Memoria Democrática.

Agregáis que “como militares, que seguimos siendo aún en la situación de retirados, mantenemos activo el Juramento que prestamos en su día de garantizar la soberanía e independencia de España y defender su integridad territorial y el orden constitucional, entregando la vida si fuera preciso”.

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Hermosa y corajuda muestra de amor a España, de acendrado patriotismo. No me sorprende, viniendo de ti. Pero permíteme que te enmienda la plana: el orden constitucional es el desorden constitucional. Hay que elegir entre la Constitución y la Nación, porque son antítesis, es una grave contradicción en los términos: la Constitución es la destrucción de la Nación preexistente, lleva inevitablemente a su fragmentación. La Constitución se inventa el Estado autonómico, insostenible, gravoso y fragmentador, introduce en el artículo 2 el término nacionalidades y con el artículo 150.2 permite el vaciamiento completo de las competencias del Estado. La disposición 4 abre la puerta la anexión de Navarra por Vascongadas. ¿Alguien da más?

El rey es un fantoche coronado, que no sirve para nada, que legitima la casta parasitaria y firma lo que le echen. Es una falsa apariencia de estabilidad, está obligado a ceder en todo. Además, la Constitución instaura una apariencia de democracia, sin separación de poderes e instaura el Estado de Partidos con la sacralización del nefasto sistema proporcional, que ha abandonado todos los países. Esfuerzo baldío, estéril. Te recomiendo leer mi libro «República Constitucional». A ti y a todos, con urgencia, pues el tiempo apremia. Quedáis los soldados de España como garantes, «entregando la vida si fuera preciso», y sé que no hablas en vano, ni tú, ni los otros 270 que han dado el aldabonazo, el paso al frente ante los desatinos de este Gobierno de mediocres, ante los desquicies, frente a los separatismos y la peligrosísima situación de Canarias, de la unidad de España y su integridad territorial. Falta va hacer.