Enrique de Diego.
Catalina Luca de Tena, más conocida pro Cata, ya no eres nadie, ya no eres nada. Pronto todo el mundo te dará de lado y nadie te recordará porque eres un verso suelto y descompuesto. Nuestras vidas son los ríos que van dar a la mar, que cantó en sus Coplas a la muerte de su padre el gran Jorge Manrique, y «se llega la muerte tan callando». La vida «es polvo y ceniza», que dice el maestro de gladiadores de Gladiator. Nadie se acordará de que el Abc fue fundado por un Luca de Tena, ese apellido no significara nada en la memoria colectiva. Triste final de la saga de los aceiteros de Loja.
No tienes a quien legar tu estéril herencia, representas un paquete minoritario en Vocento, acciones que caerán hacia la inconsistencia. Ni tú, ni tu hermana Soledad, Vieja ajada, en tu putrida ancianidad. Dama, dama, de alta cuna de baja cama. Una leyenda urbana te sitúa siendo objeto de una trampa del corrupto Anson ordenándole al mediocre Joaquín Vila beneficiándose contigo para tener a tu padre chantajeado. Así de sórdidos han sido tus días.
Ya no eres musa de la postmodernidad, como te llamo el servil y adulador Losantos; eres un juguete roto, que has pasado por la vida como un florero o como una escupidera. Dama, dama, de alta cuna, de bajísima cama, en tus amores adulterinos como una puta barata. En tiempos de vidas más honorables y de arrepentimientos más sonoros, las que habían tenido una juventud casquivana profesaban en un convento para hacer penitencia, pero tu final será insustancial. Verás caer tu mundo, tu putrefacta dinastía borbónica, tu casta. Sirva esto como tú epitafio. Aquí yace Catalina Luca de Tena, nunca hizo nada y puso fin a su saga. Polvos y cenizas.