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Carta del Editor: El elevado sentido positivo del descalabro y hundimiento de Liz Cheney

Redacción




Enrique de Diego.

El año de 1822, George Washington dio sus primeros pasos en la Historia. Con el rango de teniente coronel y al mando de una tropa formada por voluntarios de Virginia e indios iroqueses, fue enviado a Ohio con el fin de construir una fortificación para dejar clara la soberanía británica sobre la zona. Los franceses se le adelantaron y levantaron Fort Duquesne. Él construyó su propia fortificación a la que llamó Fort Necessity; estaba en plena batalla administrativa por la paga y las provisiones de sus soldados. Entonces se encontró frente a frente con un destacamento al mando del teniente Jumonville, y cuando los franceses corrieron a buscar sus mosquetes, «di a mi compañía la orden de abrir fuego», escrbió Washington. Sus temibles indios iroqueses atacaron con sus tomahawks. Antes de que Washington pudiera detener la matanza y aceptar la rendición de los franceses, diez habían muerto, entre ellos su comandante. Esta escaramuza, conocida como l’affaire Jumonville, desencadenó una represalia masiva en Francia y dio inicio a lo que pronto se convertiría en una guerra mundial. Se prolongó seis años en Norteamérica. entre 1754 y 1760, en Centroamérica y Sudamérica, en el Caribe y en el Atlántico, en la India y en Oriente y también afectó a Europa, donde se la conoció con el nombre de la guerra de los Siete Años (entre 1756 y 1763). Voltaire resumió el episodio: «Una bala de cañón disparada en Norteamérica iba dar la señal que haría arder Europa». En realidad, no se disparó ningún cañón. Horacio Walpole fue más preciso: «Un joven de Virginia dio la orden de disparar en un lugar remoto de Norteamérica y prendió fuego al mundo».

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El descalabro estrepitoso y el hundimiento abrumador de Liz Cheney, en su insignificancia, en las primarias de Wyoming es la derrota de lo que significa: la mentira del sistema letal, la corrupción moral intrínseca que conlleva, el consenso de las élites genocidas, la podredumbre de los «rinos» (republicanos sólo de nombre), la derrota completa del disfraz de la divina comedia del mal. Aupada por la escoria de los Bush, donantes de referencia de su campaña, de los que su padre, Dick Cheney, fue secretario de Estado y ella ocupó relevantes cargos en el Departamento de Estado de la Administración de George W. Bush, accionista de Black Rock, en el epicentro del mal.

La derrota es espectacular. Una desconocida Harriet Hageman ha obtenido alrededor del 66% de los votos, mientras que Cheney se quedó alrededor del 29% de los votos. Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney, habló frente a sus partidarios el martes por la noche en la ciudad de Jackson, en el estado de Wyoming: “Hace dos años gané estas elecciones primarias con el 73% de los votos. Fácilmente podría haber hecho lo mismo otra vez. El camino estaba despejado, pero hubiera sido necesario que aceptara las afirmaciones falsas de Trump respecto a las elecciones presidenciales de 2020, hubiera sido necesario que diera lugar a sus esfuerzos continuos para desmoronar nuestro sistema democrático y atacar los cimientos de nuestra República. Ese era un camino que no podía tomar y que no tomaría”.

Presidenta de la Conferencia republicana de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y vicepresidenta de la Comisión de Investigación del 6 de enero, era la número 3 en el organigrama del partido republicano, dentro del cual representa el consenso progre con los demócratas que pasa por la corrupción de menores y el genocidio de ciudadanos mediante la timo vacuna, que ha representando un incremento de muertes en las Fuerzas Armadas del 4.113%. Su derrota es también la de una cierta forma de entender la política (sólo ha vivido de ella) y de entender el mismo partido republicano, al estilo del conde de Lampedusa, que algo cambie para que todo siga igual, cuando se trata de luchar por la supervivencia y el sentido de la Justicia, del gran ajuste de cuentas con las élites genocidas, títere de Anthony Fauci, el tarado Bill Gates y el grupo del FBI dedicado a la demolición de Donald Trump, el hombre que concita todos los odios y también todas las esperanzas de un pueblo exitosamente resistente.

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La invocación que hace del principio democrático es una falacia, y en sí misma, una grosera mentira, que ha sido respaldada por sólo el 23% de los electores. Su derrota preanuncia la victoria clamorosa y liberadora en las elecciones de medio término en noviembre, primer jalón decisivo en el largo camino contra las élites asesinas. Ha caído la pequeña Jezabel, insignificante, pero llena de simbolismo de las fuerzas torpes del mal. Con más moral que el Alcoyano, con un infinito resentimiento, dijo que sopesa presentarse a las primarias para la presidencia, a fin de competir con Donald Trump. ¡Ojalá! Le auguro un batacazo monumental.

Ha caído con estrépito rotundo Liz Cheney, es una gran alegría. Preanuncia grandes victorias, la victoria definitiva.