Enrique de Diego
El año 2011 el sueldo medio de los españoles cayó el 0,3, hasta situarse en 22.642 euros. Es la primera vez que sucedía e hizo saltar las alarmas sobre el deterioro creciente de las clases medias españolas. Otros datos apuntan en la misma dirección preocupante.
Según un estudio de Cáritas, entre los años 2.007 y 2.010, la caída de la renta de los hogares españoles fue del 4%, mientras la subida de los precios se situó en el 10%. Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2.012 el 44,5% de los hogares españoles afirmaban no poder permitirse ir de vacaciones, mientras que ese porcentaje en el 2.008 era del 33,5%.
Según la aplicación del análisis económico al ámbito político, según la teoría de la elección pública del Premio Nobel de Economía, James M. Buchanan, el político establece una compraventa del voto mediante la oferta de fondos públicos a los diferentes colectivos o sectores sociales. De esa forma, se compra preferentemente el voto de las capas económicamente más bajas de la sociedad. Esos fondos han de ser obtenidos de otros sectores, y siempre lo son de las clases medias, porque son más extensas y porque no pueden sustraerse a la voracidad fiscal del Estado. Los más pudientes tienen instrumentos para sortear la confiscación e incluso cuentan con algunas vías marcadas por el privilegio. Las grandes fortunas, al margen de su capacidad de fugarse a paraísos fiscales, tienen en el propio territorio nacional un auténtico paraíso fiscal en la figura societaria de las SICAV, por la que la tributación se reduce al 1%. Cierto que cuando se produce la venta de activos ha de pagarse al fisco el 19%, pero existen fórmulas también para disimular esas operaciones. Las capas más bajas, que están en continuo aumento y que en España representan ya el 26,4 frente al 20,3 de hace tres años, no tributan, sino que son receptoras de subvenciones.
Es fácil percibir que todo el peso fiscal recae sobre las clases medias, que también han ido siendo perjudicadas con otras vías parafiscales, como el incremento de precios de la luz o el agua, merced a la voracidad añadida de empresas monopolísticas u oligopolísticas favorecidas por el poder político. La confiscación fiscal tiene una pulsión hacia el expolio, de modo que el incremento continuo de parados se ha cobrado en las filas de las clases medias.
La situación es aún mucho más grave, por cuanto las clases medias españolas están tan en riesgo de venirse abajo que ni tan siquiera se reproducen, en una especie de lento genocidio económico y en un claro suicidio demográfico. El paro juvenil se sitúa en el 55% , por lo que no hay presente ni futuro para la generación que tendría que sustituir a las clases medias actuales, a pesar de que en 2.010 había ya un 30% menos de jóvenes comprendidos entre 18 y 25 años que diez años antes. Más aún, desde 2.009 mueren más españoles nativos de los que nacen y entre 1.975 y 2.010 la edad promedia de los españoles ha pasado de 33 a 42 años, de modo que la mitad de las provincias españolas perdieron población. Si la tasa de fecundidad para el mantenimiento de la población se sitúa en 2,19, la española actual es del 1,34, una de las más bajas del mundo: entre 2.010 y 2.020, cada año habrá un 3% menos de españoles con edades entre 25 y 35 años. A largo plazo, la prospectiva aterradora es que en 100 años no quedaría ni un descendiente de los actuales españoles nativos.
Las clases medias que tanto esfuerzo costó ahormar y fortalecer en España se están viniendo abajo en una depauperización constante. Es un fenómeno de extraordinaria gravedad.