Luis Bru.
«Este partido lo hicimos un pequeño grupo de gente de Barcelona y no nos lo vamos a dejar quitar», la frase se pone en boca de uno de los dirigentes de Ciudadanos y se está cumpliendo milimétricamente en una situación extrema. Los pasos dados desde el descalabro electoral y la inmediata dimisión de Albert Rivera responde milimétricamente a ese esquema. Con Inés Arrimadas nada cambiará. Atenazada por el pequeño grupo de Barcelona que ha hecho de Ciudadanos su negocio, Inés Arrimada responde perfectamente al modelo de Lampedusa: que algo cambie para que todo siga igual. Cambia Albert Rivera pero sigue igual el partido, con los mismos al frente. Críticos de Ciudadanos, que un día creisteis en la regeneración de la vida pública, perded toda esperanza.
Inés Arrimadas ha heredado a Abert Rivera, pesada herencia. Las ilusiones de los críticos con ella se van desvaneciendo poco a poco. La gestora es más de lo mismo y aventura un futuro sin cambios resaltables. No va haber noche de los cuchillos largos. Va a seguir Carlos Cuadrado al frente de las finanzas, porque las finanzas son de mírame y no me toques, no admiten un escrutinio serio; ya se sabe, todos los grupos autonómicos y municipales remiten sus asignaciones a una cuenta y el partido les devuelve el 70%, en una presunta ilegalidad tolerada. La cuenta donde se remite todo tiene dos personas autorizadas: Carlos Cuadrado y José Manuel Villegas, Habrá que sustituir al último por persona de su confianza, si de verdad se va y no le solicitan que se quede, para que no se organice el carajal. Ya lo dijo San Ignacio de Loyola: «en tiempos de tormenta, no hacer mudanza».
Por consenso saldría elegida Inés Arrimadas, en quien habían puesto sus esperanzas los críticos, pero le han dicho y se han creído que se hace preciso un sistema telemático que está judicializado en Madrid, Murcia y Castilla y León , y bajo sospecha en todo momento, porque dice Fran Hervías que está avalado por la Fábrica de Moneda y Timbre, y esa institución lo ha desmentido, y los resultados se dan horas después, cuando se saben los que han votado y se puede votar por todos los que no lo han hecho. Con esta chapuza de sistema electoral se pretende seguir votando con lo que la candidatura de Inés Arrimadas nacerá muerta y Fran Hervías, el señor Lobo para los enemigos, salvará el pellejo y seguirá viviendo del bote mientras el invento dure, pues es el único que domina y controla el sistema telemático. Fran Hervías que tiene que ir pensando de qué vive porque de la metereología se le ha pasado el arroz y no le van a contratar en ninguna empresa para recursos humanos. Ha ido de triunfador y le ha cambiado la vida; ahora toca sobrevivir. Ahora está dispuesto a matar políticamente, en lo que está entrenado, aunque los críticos en Andalucía y en Sevilla, concretamente, crezcan como setas y esté enfrentado, o eso parece, al mismísimo camaleón Juan Marín.
Ciudadanos depende de Pedro J Ramírez, perejil de todas las salsas del partido, que ya ha convertido en un pelele a su servicio a Inés Arrimadas. Lo perpretó con el pardillo de Albert Rivera, al que asesoraba torrándole con veinte llamadas al día, ¡qué hay que tener estómago para eso!, pero le había prometido que él le haría presidente del Gobierno. Este Pedro J Ramírez es gafe, está sobrevalorado y se pega como una lapa, con temas tan creativos como que Inés Arrimadas, que cuenta con nueve diputados más ella, se presente a Pedro Sánchez ofreciéndole un Gobierno con 221 diputados, apropiándose de los del PP, sin pedir permiso, sin autorización, pero en su osadía diciendo que la vía de los 221 refleja «al votante mejor que Casado». Después de la debacle electoral y sacar sólo 10 diputados se necesita ser fatua para interpretar mejor que Casado y el PP lo que opinan sus propios votantes. Ha perdido la cordura o está mal aconsejada, o las dos cosas a la vez, teniendo al torrante Pedro J ejerciendo de Trotaconventos.
Pero Ciudadanos, que nació en un grupo de amigos ambiciosos y encatados de haberse conocido, se ha reproducido en Madrid donde el muermo de Ignacio Aguado y Begoña Villacís tocan pelo; es decir, poder. Dicen algunas fuentes dignas de crédito que se llevan fatal, pero que están llamados a entenderse, por lo de San Ignacio de Loyola, que en Ciudadanos se lleva a rajatabla. Detrás están Miguel Gutiérrez y César Zafra, delante nada. Ignacio Aguado, azote de la libertad de expresión, carece de discurso y solo se dedica a generar conflictos en la Comunidad de Madrid. Begoña Villacís tiene mejor imagen y es uno de los pocos valores a tener en cuenta, pero el tándem con Ignacio Aguado la daña. Los conflictos se reproducen por toda la geografía nacional. En Valencia, por ejemplo, el diputado autonómico, Emigdio Tormo, que cuenta con el respaldo de Toni Cantó, ya ha pedido la dimisión del secretario de Organización, Emilio Argüeso, un hueso difícil de roer.
Sin la vía de los 221 que se ha inventado Inés Arrimadas-Pedro J Ramírez, a punto de formar el Gobierno Frankestein, el futuro pinta muy negro para Ciudadanos que en unas hipotéticas terceras elecciones desaparecería con el carajal que tiene montado. Si Albert Rivera le hubiera dado, por patriotismo o por un elemental sentido de la supervivencia, los 57 diputados a Pedro Sánchez, otro gallo le hubiera cantado, pero se lío -o le liaron- con aquello de la banda. Si hubiera votado a favor, hubiera deteriorado aún más a Pablo Casado, que tendría que afrontar cuatro años en la oposición, que es más dura que el Gobierno, donde se disfruta del Falcon y del Coto de Doñana, entre otros placeres de la vida. Por si fuera poco el negro horizonte de Ciudadanos, el año que viene tienen lugar dos elecciones autonómicas, País Vasco y Galicia, donde Ciudadanos no pinta nada y menos que va a pintar. Sólo puede aspirar a dividir el voto de la derecha y a no sacar representación. Ciudadanos va decididamente camino del desastre, y quizás de la desaparición.