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Crónica de la semana: Quim Torra, un racista tosco en la Generalitat

Redacción




Enrique de Diego.

Como salido de un baúl muy viejo del desván del abuelo –la calle no es igual, Quim– invadido de telarañas, Quim Torra se ha presentado con los ropajes hechos con una vieja sábana blanca y con las banderas raídas con la cruz gamada. Quim no es un error del separatismo, es un simple horror. Este supremacista fondón y alopécico es un racista de una veta de una tosquedad estomagante.

Es incluso dudoso que fuera admitido a tomar una cerveza caliente en una tasca mugrienta y apestosa frecuentada por adictos a la organización que fundara en 1.915, el georgiano William Simpson, y que conoció su mayor nivel de desarrollo merced a la eficacia organizadora del dentista de Dallas, Hiram Wesley Evans, que se definía como “el hombre más vulgar de Estados Unidos”.

Quim Torra es el hombre más vulgar de Cataluña. Carles Puigdemont no ha podido encontrar a otro que uniera en grado máximo la vulgaridad con el servilismo, uno de esos lacayos que, agradecido y sumiso, exagera la nota del señor. Aunque bien mirado, Puigdemont es un mitad hombre, mitad bestia con aspecto humano, degenerado por la inmigración, pues su abuela era de Jaén. ¿Qué será ahora de ese chico tan chistoso llamado Gabriel Rufián, que ni tan siquiera hace honor a su apellido?

La casta mediática separatista ha entrado en histérico paroxismo al ir tomando conciencia del tarugo. Primero, adoptó un púdico silencio, que Inés Arrimadas hizo saltar, inteligentemente, por los aires. Luego pasó a la más burda manipulación: con los tuits se podía lidiar. Todo era cuestión de ataques a la actitud del Estado. Argumentario podrido para indigentes mentales y adictos a TV3. Luego, una extraña actitud delirante según la cual se sitúa en el “enemigo”, en la “caverna” la patente realidad. En ara.cat, en pleno ataque de nervios, escriben: «Hiperventilat. Supremacista. Sectari. Indesitjable. Talibà. Servil. Un home de palla. El masover. El «pelele» de Puigdemont. La marioneta. El «títere». El titella. El lacai. Un ‘hooligan’. Un fanàtic. Un ultra. Un xenòfob que han col·locat per reemplaçar “el liante prófugo”. El nivel del separatismo es de una bajeza hiriente. Es manifiesto que Quim Torra es un racista.

Está esa especie mendaz de que son tuits y artículos “viejos”, cuando son de ayer. Ese es el pensamiento testicular de Torra, si a eso se le puede llamar pensamiento. Es un separatista chapoteando en la indigencia intelectual. Lamentando, el ridículo, Enric Julia en La Vanguardia tilda a Quim, con terminología popperiana de “esencialista”. No llega ni a eso. Su racismo es pedestre y tosco, Quim tiene la cabeza para envestir y sus fantasías son zoológicas, la antesala del genocidio.

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La deshumanización previa al crimen y al genocidio

Que escriba –lo cual dobla la responsabilidad pues se supone fruto de la reflexión- “Cataluña está ocupada desde 1.714”, que vive una “crisis humanitaria” -¿de verdad, conoce Cataluña?- o que los españoles “sólo saben expoliar”, instalados en la “mala educación”, la “pijería española” o le sugieran una sensación de inmundicia, se mueve en el terreno del prejuicio. Pero la deshumanización mediante la metáfora zoológica es propia de las peores mentes criminales de los asesinos en serie. La diabolizacion de un colectivo es una pulsión totalitaria, su degradación a animal repulsivo es la legitimación del genocidio. Donde Quim Torra se ha situado fuera de la civilización y de la ilustración es cuando deshumaniza a los españoles con exabruptos de ss chusquero: “bestias bajo aspecto humano”, “hienas”, “víboras” y esa referencia de tosco genetismo a algún  bache en el ADN. Al reducir al nivel de alimañas el crimen está justificado o ha perdido su calificación moral.

Schlinder besa a la sirvienta judía, como gesto de respeto humanitario.

En una memorable escena de La lista de Schindler, el jefe del campo de exterminio se debate ante la sirvienta judía por la que se siente atraído entre si o es no una rata. Sobre la pasión morbosa terminará triunfando la zoología: es una rata. Luego dirá que se debe comprender a los que tratan con ratas pues, con frecuencia, parecen humanos. “Bestias con aspecto humano”, como dice Quim Torra. Se cambia ratas por hienas o por víboras y cuadra; no hay analogía, sino similitud. Para los hutus, los tutsis eran “cucarachas” y, por tanto, matarlos a machetazos no era un crimen sino estricta profilaxis. Esa idea de plaga subyace en los mostrencos exabruptos de Torra. Si le dieran un micrófono en Ruanda, 1.994, hubiera llamado cucarachas a los tutsis y, por supuesto, a los españoles.

El 17 de febrero de 1.953, Josef Stalin explicó a K. P. S. Menon, el último visitante no comunista, cómo trataba a sus enemigos: “Un campesino ruso que ve un lobo no necesita que le digan lo que el lobo se propone hacer. ¡Lo sabe! De modo que no intenta domar al lobo o discutir o perder tiempo. ¡Lo mata!”. Sustituyase lobo por hiena o por víbora, y el payés, que vive encerrado en el burócrata mantenido que es Quim Torra, también sabe que hacer.

No hay raza catalana, Cataluña es fruto del mestizaje

Por cierto, de qué raza catalana habla Quim Torras. Tras iberos, celtas, fenicios, cartagineses, griegos, romanos, godos, galos, árabes sirios, bereberes, en qué consiste la raza catalana. Cataluña, para bien, es fruto del mestizaje. ¿No habíamos quedado en eso de celebrar la diversidad? Nos habíamos llegado a creer que iba en serio el discurso del multiculturalismo y los nous catalans. ¿En qué categoría zoológica sitúa Quim Torra a los marroquíes asentados en Cataluña, a los de la masacre de Las Ramblas, consecuencia de la infinita inutilidad del miserable de Carles Puigdemont? En la historia de la estupidez, Torra merece, al menos, una nota a pie de página.

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Mariano Rajoy. /Foto: microno.com.

El peligro es Rajoy: no tiene otro proyecto nacional que seguir un día más en el cargo

El peligro no está en este racista romo e insustancial, sino en la cobardía y debilidad atávica de Mariano Rajoy, en su falta de élan, de fuerza vital, y de nervio patriótico. A estas alturas, no se sabe si Rajoy ha aplicado el artículo 155 o se ha dedicado a mandar cajas de bombones a los sediciosos a través de Cristóbal Montoro, ese que llegó a afirmar que los golpistas no habían utilizado dinero público. No tiene sentido haber enviado un ejército de policías y guardias civiles para meterlos en camarotes infectos de ferrys y que, al cabo, de unos meses Rajoy vaya a recibir a Torra quien le considera una hiena y una víbora. Por decencia, se le debería cerrar toda puerta a tal mostrenco compulsivo. No se entiende que se haya aplicado el artículo 155 y TV3 ha continuado lanzando soflamas y manipulando y Mónica Terribas con el micrófono pagándole el sueldo Rajoy y Montoro, que es el colmo de la estulticia. Rajoy expande un tufo a dejación de funciones y a traición. No tiene otro proyecto nacional que mantenerse en el cargo, mientras el PP, que es una larga fila de cargos yendo hacia los juzgados y los demás sesteando como burócratas anquilosados, se agosta y agoniza.

Imagen en Sanlúcar de Barrameda, en la que se oficializó la relación entre Fran Hervías y Virginia Millán Salmerón. /Foto: ramblalibre.com.

De Pablo Casado, el viejo prematuro, a Virginia Millán Salmerón: curriculum falsos

Detrás de Cristina Cifuentes va Pablo Casado, ese repelente niño Vicente, ese viejo prematuro, al que Esperanza Aguirre le hizo la carrera en cuatro meses –algo más de lo que pasaban las obras de Lope de Vega de las musas al teatro- a golpe de telefonazo al Colegio Cisneros y cuyo curriculum es más falso que un Judas de plástico. Una epidemia en la casta política española. Ahí está el caso, del que viene informando Rambla Libre en exclusiva, de la diputada de Ciudadanos por Sevilla, Virginia Millán Salmerón, que se mueve entre la grosera mentira continuada y la estafa fiscal y a la Seguridad Social. Un caso claro y documentado que pone en evidencia la doble moral que reina en Ciudadanos.