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Jaque al Rey

Redacción




Enrique de Diego.

La remisión de una carta a Felipe de Borbón (a Mariano Rajoy con copia al monarca) por parte de la dirigencia sediciosa es una elevación más de la provocación. Un jaque al Rey. Vivimos el conflicto institucional más grave de la democracia y también de la historia de la España reciente, porque no sólo quieren acabar con la Constitución y la democracia, sino con España, que es preexistente y el fundamento de la Constitución (y no al revés).

La carta es una justificación mendaz para la asonada, en la que se establece que «la ruptura del pacto constitucional de 1978″ se produjo con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto. La dirigencia sediciosa –Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Carme Forcadell, a los que se suma Ada Colau, que está dando más bandazos que una peonza- al dirigirse al monarca en petición de un «diálogo abierto y sin condiciones» está reclamando el poder arbitral que la Constitución concede al monarca. Ese arbitraje no está definido. Es llamativo que lo reclamen quienes se han conjurado para derrocar a Felipe de Borbón. Primero, en Cataluña, pues se pretende asumir toda la soberanía que «reside en el pueblo catalán«. Y también en el resto de España pues la Jefatura del Estado sólo se justifica como símbolo de la unidad y permanencia del Estado. Lo que propugnan los sediciosos es una república catalana que, como efecto no menor, convertiría a España en un Estado fallido incapaz de imponer la ley y el orden en una parte de su territorio.

Felipe de Borbón fue bastante claro, en fechas recientes, aseverando que «la Constitución prevalecerá» frente a los que quieren fracturar la sociedad. Es suficiente frente a la intentona, aunque se echa en falta algo más de emoción, más referencias a España y a la Patria.

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¿A qué viene pedir «diálogo abierto y sin condiciones» cuando se está en plena rebelión y con irresponsables llamadas a la desobediencia? O bien los sediciosos empiezan a ver que han llegado demasiado lejos y buscan una salida -citan en la carta el concierto económico vasco- o bien se trata de mero fuego de artificio propagandístico. Que se pretenda y se vaya a intentar un pacto oscuro entra dentro de la lógica del sistema, aunque se han superado demasiados límites como para que la horda separatista pudiera conformarse con nada distinto a la prometida independencia como remedo del paraíso terrenal. Los sediciosos están mostrando una frivolidad supina y en todo destaca un hedor insoportable a mediocridad y a adolescencia política. Los golpistas han hecho promesas y asumido compromisos y generado expectativas que no pueden satisfacer y que van a provocar una inmensa frustración. Nunca Cataluña había tenido a su frente a personas tan mediocres, insustanciales e irresponsables.

María Dolores de Cospedal, Mariano Rajoy, Xavier García Albiol, en la Junta Directiva del PP catalán.

Por fin Rajoy camina por la senda de la firmeza

Que Rajoy se trasladara a Cataluña a reforzar, en el marco de la Junta Directiva del PP catalán, a los suyos, sometidos a la presión separatista, y que, desde allí, empezara a caminar por la senda de la firmeza era un gesto necesario y merece elogio. Rajoy les ha advertido a los golpistas de que «no subestimen la fuerza de la democracia española, es muy fuerte. España es una gran nación«. No sólo hay reclamar el respeto a la Ley, también nos estamos jugando España, que es una pasión legítima de los patriotas españoles.

Puesto ya en presidente del Gobierno, Rajoy les ha advertido de que «están cometiendo un grave error y nos van a obligar a hacer aquello que no queremos«. Es necesario y urgente que el Gobierno de la nación retome para sí la plena competencia del Orden Público en Cataluña y el mando, por tanto, de los mossos, cuya cadena de mando, que pasa por Joaquim Form y Carles Puigdemont, están al frente de la rebelión y están incurriendo en patente delito, tipificado en el Código Penal. Los delincuentes no pueden estar al mando de la Policía. Es sencillo de entender. «Quieren liquidar la democracia y la convivencia«, ha resumido bien Rajoy.

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La decisión de intervenir las cuentas de la Generalitat es clarificadora y eficaz. En mi anterior artículo señalé que con las rebeliones se acaba: a) deteniendo a los cabecillas, b) cortando los suministros a los sediciosos. Esa medida debió tomarse mucho antes, hace años, en vez de remitirles remesas del Fondo de Liquidez Autonómica. Pero nunca es tarde. La reacción inmediata confirma el acierto en la medida liderada por Cristóbal Montoro. Para Oriol Junqueras, «intervenir las cuentas de la Generalitat es una manera encubierta de aplicar el artículo 155». En ningún caso, aplicar el artículo 155 sería desalojar a Junqueras de la vicepresidencia de la Generalitat y remitirle, esposado, a la Justicia.

No tendría sentido que esa intervención de las cuentas no conllevara el impago de las nóminas a la dirigencia sediciosa. Sería absurdo que el Gobierno de la nación pagara el sueldo al Govern que quiere destruir España.

«Nos van a llevar a hacer aquello que no queremos«. Cuanto antes, mejor; menor será el daño y el conflicto. El apaciguamiento lo interpretan como debilidad y se crecen en la impunidad. Las consecuencias son siempre -lección de la Historia- mucho peores de las que se trata de evitar. Rajoy parece haberse puesto en su sitio en esta hora decisiva de la historia de España.

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