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Ángela Merkel, el ángel exterminador de Europa

Redacción




Ángela Merkel, un desastre sin paliativos. /Foto: zaresdeluniverso.com
Ángela Merkel, un desastre sin paliativos. /Foto: zaresdeluniverso.com

Virginia Montes

Hubo un tiempo en que en esta Europa decadente de liderazgos débiles pareció la tuerta, pero el tiempo ha mostrado su liderazgo mediocre como un desastre sin paliativos. Ángela Merkel es, por méritos propios, el ángel exterminador de Europa, que está estallando por los cuatro costados.

Y no es por sus políticas de austeridad, para que los bancos alemanes cobren sus deudas; políticas contestadas en Grecia y por una parte de España. Es por su política relativa a los refugiados, que no está generando más que problemas y tensiones, y que manifiesta una confusión relativista sobre la identidad europea y un manojo de complejos. Hasta el Dalai Lama ha tenido que decir lo obvio: “Alemania no puede ser un país árabe. Alemania es Alemania”.

Éste ángel exterminador de Europa creó el problema de los llamados refugiados, que en su mayoría son excedentes de población de las fracasadas sociedades musulmanas. Como muy bien dijo el presidente de Hungría, Viktor Orban se trata “de un problema alemán y no europeo”.

En Siria hay una guerra montada por Estados Unidos y Arabia Saudí, dentro del ancestral y enconado e irresoluble conflicto entre suníes y chíies, siendo el núcleo gobernante en Siria de la secta chíi de los alauitas. Los refugiados iban a Jordania y Turquía, hasta que la Oficina Federal de Migración y Refugiados de Alemania hizo pública una nota con directrices, en la que indicaba que Alemania no devolvería a ningún refugiado al país por el que hubiera entrado, tal y como establece la Ley. Es decir, que no iba a cumplir la Ley y que iba a acoger a todos. El presidente de esa Oficina, Manfred Schmidt dimitió el 17 de septiembre de 2015, cuando ya era tarde, demasiado tarde.

El efecto llamada fue demoledor. Incluso se especuló con que Alemania, con una demografía recesiva, buscaba mano de obra semiesclava. Lo más evidente es que toda la trama burocrática dedicada a la Migración y los Refugiados solicitaba una cantidad ingente de clientes para sostenerse y expandirse.

Chapoteando en el conflicto de la ingeniería social

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Puesta al borde del abismo, Ángel Merkel chapoteó con inconsciencia: “lo que vivimos ahora es algo que nos seguirá ocupando los próximos años, nos cambiará como sociedad y queremos que el cambio sea positivo”. Establecía –“nos cambiará”- un proceso de ingeniería social, de cambio de la sociedad. Con el concurso de una Bruselas semi-islamizada, con todo un barrio degenerado en feudo integrista, Molenbeck, el ángel exterminador de Europa empezó a presionar al resto de naciones para que aceptaran las cuotas que se les indicaba, mientras a Alemania llegaba la desorbitada cifra de un millón de solicitantes de asilo, un alto porcentaje de Marruecos, Argelia y Túnez.

Las naciones que se negaban a cooperar en este suicidio colectivo de Europa eran zaheridas desde las desprestigiadas instituciones comunitarias.

El Brexit es directa consecuencia de este desaguisado, cuyos efectos perversos no han hecho más que empezar. La reacción también se ha iniciado, por ejemplo, en Austria, donde han repetirse las elecciones y donde el nuevo presidente puede ser el identitario del FPÖ, Norbert Hofer. En Alemania, el partido Alternativa por Alemania fue emergente en las elecciones de cuatro länder, y en Sajonia se situó como el segundo más votado con el 25%. Eso, un partido que antes de la crisis de los refugiados no existía. Numerosas fuerzas ya no subterráneas, sino emergentes plantean irse de una Unión Europea que no sabe a dónde va, y en la que sus mandatarios se pasan la vida reunidos sin hacer nada coherente ni positivo.

Propiciando la invasión turca

Extendiendo el conflicto, el ángel exterminador ha puesto a Alemania, y al conjunto de Europa, al dictado de Turquía a cambio de cerrar el coladero de Lesbos. Merkel se fue a hacer campaña por Erdogan, aunque parezca mentira, y prometió, en vísperas de acudir a las urnas, que Turquía sería aceptada lo más pronto posible como miembro de la Unión Europea y que, de inmediato, los turcos podrían viajar por Europa sin necesitar visado: 75 millones. Una Turquía en cuyos estadios de fútbol se celebró la masacre de París. En esta cadena de acción-reacción cada vez a peor, Erdogan ha anunciado a los 2,7 millones de refugiados que les concederá la nacionalidad turca, con lo que, en las fantasías estúpidas de Ángela Merkel, podrían entrar sin visado.

De la Europa en almoneda de este ángel exterminador, que se mueve espasmódica acicateada por una irracional histeria moral, todo el mundo quiere salirse, porque está dejando de ser Europa para ser un paisaje amorfo y desvertebrado, donde hay que prohibir a los refugiados que entren en las piscinas, donde en la Nochevieja de Colonia se perpetraron más de mil robos y agresiones sexuales, y donde se han puesto las bases de conflictos de dimensiones descomunales, como si Europa se hubiera salido de sus goznes.