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Cataluña: Una sociedad desarmada por sus políticos

Redacción




Manifestación musulmana en Reus con mujeres con niqab. /Foto: enoticies.cat.

Enrique de Diego.

Cataluña es hoy una sociedad invertebrada, desarmada por sus políticos; atrapada por una ideología vacua, por consignas estúpidas impuestas mediante el terror coactivo del Estado y la imposición de la propaganda de la tiranía mediática.

Cataluña es hoy un pueblo débil, multiforme, que marcha hacia su sustitución y desaparición.

La manifestación de Barcelona, junto a la exhibición de hispanofobia de los grupos separatistas, ha sido una exhibición de debilidad vital; una liturgia relativista sin alma, sin contenido ni espíritu, con un lema inconsistente a la defensiva: «No tengo miedo». Ni una sola mención al yihadismo,  ni al integrismo islámico, sino una reafirmación en la ideología globalista subyacente. Hay palabras prohibidas. Prohibido percibir la realidad y describirla. Es una ceguera inducida e impuesta. «Ni la islamofobia, ni el antisemitismo, ni ninguna expresión de racismo tiene cabida en nuestra sociedad», es lo más lejos que se llegó en los evanescentes parlamentos.

La realidad es que Cataluña -Barcelona, Cambrils, Alcanar- ha sido sacudida por una tremenda manifestación de racismo y xenofobia asesinos por musulmanes. No ha sido la «comunidad musulmana» la agredida, sino miembros de esa comunidad, considerando que actúan en su nombre y bajo los designios de Alá, los que han agredido, hasta la muerte, de manera indiscriminada. Pero eso, que es lo que ha sucedido, no ha sido condenado. ¿A qué viene la referencia al antisemitismo, cuando los judíos son amenazados por musulmanes y sólo por musulmanes?

La Cataluña oficial vive instalada en sus quimeras y apegada a sus dogmas, a pesar que todos ellos han estallado y han mostrado de manera palmaria su mentira y su fracaso. La declaración condenatoria del Parlament no contiene ninguna referencia al yihadismo; lo elude en una condena genérica de las «acciones terroristas de violencia extrema». ¿Por parte de quién? Un marciano que llegara a Cataluña no se enteraría de nada; tendría que hacer muchas preguntas y lo más probable es que no recibiera respuestas con tanta evasión intelectual y con tanto desfonde moral.

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Esa condena de un Parlamento que aprobó una moción presentada por un diputado, abogado de terroristas islamistas, para prohibir expresamente ese concepto y para imponer la ceguera a los mossos, propugna en su declaración «una cultura de paz que ha de apostar por la resolución de los conflictos armados y la superación de las situaciones de injusticias». Moralina noña.

Los asesinos salidos de Ripoll eran emigrantes que habían sido acogidos como no se ha acogido a nadie en la historia de la Humanidad: con delicadas donaciones de fondos públicos, con subvenciones, con educación y sanidad gratis, poniendo a su servicio costosas infraestructuras que ha costado generaciones edificar. Su bienestar era muy superior al que hubieran tenido en su país de origen, donde sus criterios religiosos impiden toda diversidad (palabro trampa), toda pluralidad. No sólo no mostraron agradecimiento, sino que se manifestaron como asesinos y racistas extremos. ¡Ellos han sido los racistas pero se obvia en ese miedo paralizante a los anatemas de esa pseudoreligión satánica y estúpida de la corrección política!

El director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat ha dicho que no se vigilará a los mezquitas, sino que se «ooperara» con ellas. Seguramente con mayores subvenciones, incentivando el terrorismo a través de lo islámicamente correcto. En Reus, los musulmanes se han manifestado de la forma más integrista posible, con ordenada diferencia de sexos y con mujeres escondidas tras el niqab y el bocachanclas diputado de Esquerra, Gabriel Rufián, que en cualquier otro escenario se hubiera rasgado las vestiduras ante el machismo irrestricto y patente, se ha mantenido silente y complaciente, atrapado en su debilidad y sus infinitos complejos.

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Cataluña es hoy una sociedad que a fuerza de emotividad desquiciada -llevando hasta extremos absurdos su síndrome de Estocolmo- ha abandonado la racionalidad y se hurta a la evidencia; cuya nacionalismo ha mutado hacia el globalismo y cuyas universidades producen tardocomunistas estériles.

Cataluña es hoy una sociedad débil, un monstruo informe, producto de una ideología oscura, que ha abandonado sus raíces cristianas y tiene al frente de la nave a un mediocre miserable que quiere pasar a la Historia de los grandes desastres.