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“Yo soy alemán”

Redacción




¿Era alemán el asesino matando alemanes? /Foto: dw.com.
¿Era alemán el asesino matando alemanes? /Foto: dw.com.

Miguel Sempere

Yo soy alemán”, estas, al parecer, son palabras del asesino autor de la masacre de Munich. Esa identificación sirvió para que durante horas, junto con la confusión degenerativa de las mentes que provoca la corrección política, la Policía orientara a la opinión pública hacia un atentado xenófobo o de extremaderecha. Todavía al día siguiente, la Policía bávara no encuentra relaciones entre el asesino y el ISIS e investiga si se trata de “un atentado de ultraderecha o islamista”.

El asesino, que se suicidó a un kilómetro del centro comercial donde mató a nueve personas, fue identificado como “un joven alemán de 18 años de origen iraní”. El diario Público, baluarte en España de la degradante corrección política, lo describe en su titular como “germano-iraní”; es decir, más allá del híbrido, los términos son antitéticos: los puntos de contacto entre Alemania e Irán son nulas.

Estamos, en esta ceremonia de la confusión de la que es preciso salir por instinto de supervivencia, ante un problema de identidad. ¿Era alemán el asesino múltiple de Munich? ¿Era alemán de origen iraní? ¿Era, acaso, ese híbrido deforma de germano-iraní?

No era alemán, la nacionalidad no le correspondía, debía ser despojado de ella

Era alemán, administrativamente, pero no era alemán; quería acabar con los alemanes y con Alemania y, por tanto, la nacionalidad no le correspondía, debía haber sido despojado de ella; incluso, póstumamente.

Lo que define al asesino de Munich no es un concepto nacional, sino uno religioso, que nadie quiere citar, por temor reverencial y por la tiranía de la corrección política. El asesino era musulmán y para él los alemanes que se encontraban en el centro comercial y a los que disparó no eran compatriotas, sino infieles o incrédulos o, incluso, cruzados. Categorías mentales que está prohibido describir, pero que son la estricta realidad.

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Su relación con el ISIS es evidente, por mucho que la Policía bávara, cegata de corrección política, aunque en un sentido más claro y preciso que la obediencia a órdenes. El asesino participa de la misma religión, y de la misma interpretación wahabista, salafista, integrista según la cual debe actuar cuando pueda y donde pueda y también, según la cual la nacionalidad es un accidente, el nacionalismo es una herejía. La condición de alemán, ese “yo soy alemán”, no es más que un camuflaje: estoy aquí, soy de aquí, no vengo de fuera, tenéis el enemigo dentro. El califato es universal, sobrepasa las naciones y las fronteras; es una tiranía mundial basada en una teocracia.

Y el nacimiento y la nacionalización pueden ser vitalicios

El nacimiento no puede ser un automatismo que dé la nacionalidad con carácter vitalicio. Muchos menos la nacionalización, que en las últimas décadas se ha concedido con enorme frivolidad, como una forma de proceder a la ingeniería social del muticulturalismo, diluyendo a la nación es un mosaico conflictivo y contrahecho.

Por ejemplo, miles de europeos han ido a combatir a Siria, bajo el califato, y han vuelto con su pasaporte, a su nacionalidad instrumental, cuando a su salida debían haber perdido la condición administrativa de la que se aprovechan.

La nacionalidad ha de tener alguna condiciones:

  1. La voluntad de pertenencia: no sólo ser administrativamente alemán, sino querer ser alemán.
  2. Unos valores comunes. Las naciones europeas se han articulado en torno a la Cristiandad, al cristianismo, y en la medida en que el cristianismo se ha debilitado por la secularización, se han resquebrajado por el multiculturalismo, que es una falsa pluralidad: la existencia de comunidades yuxtpuestas en conflicto. El mínimo común denominador es el respeto al derecho a la vida del resto de compatriotas, un sentido mínimo de fraternidad.
  3. La consideración de que todos los connacionales tienen iguales derechos, hombres y mujeres.
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A quien le falta algunas de esas tres condiciones, debe ser despojado de la nacionalidad administrativa, pues realmente no es alemán (o inglés, francés, belga…)

En ese sentido, los musulmanes se ha configurado como una sociedad paralela a la nación; no sólo, físicamente en guetos, sino también espiritualmente.

Por eso, Norbert Hofer ha afirmado que “el islam es incompatible con Austria”, y con Alemania, pues la nación es una herejía que debe ser destruida, en favor de la umma, de la comunidad islámica. Por eso, el asesino de Munich no precisa un flujo de órdenes directas, que suelen darse, porque esa orden ha sido dada, es coránica, la fatwa ha sido emitida.

Es fundamental que esta serie de evidencias, de ideas claras, este reconocimiento de la realidad –velada y vedada por la corrección política- se abra paso para evitar el suicidio de Europa. Y el primer paso es recuperar la nación y la nacionalidad de su despojo formal administrativo.