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Caso Bono, prolegómeno: a vueltas con el falso escándalo del lino

Redacción




José Bono, un amoral. /Foto: elconfidencial.com.
José Bono, un amoral. /Foto: elconfidencial.com.

Enrique de Diego

Antes de aportar algunos datos reveladores del caso Bono -cuya resolución es clave para regenerar España- de la inmensa fortuna acumulada por el político socialista mediante mordidas y comisiones, voy a entretenerme con un prolegómeno.

El personaje Bono nunca me había interesado. Me parecía un demagogo de escaso contenido, un cacique de la izquierda, pero siendo corresponsal político de la revista Época -sacrificarla a la tosca torpeza de Carlos Dávila con La Gaceta fue uno de los mayores desastres de Julio Ariza– me encargaron con premura un informe sobre el escándalo del lino, que nunca existió, que fue un completo invento de Bono con el concurso de la cadena Ser y Pedro J, en tiempos en los que era el más pelota.

Traté de resistirme pues no tenía ni idea de la materia, salvo lo que había quedado en mi subconsciente del bombardeo general respecto a la existencia de una trama de captadores de subvenciones, que Bono había dado en bautizar “cazarentas”. Había que cerrar el número, la Oficina Antifraude de la UE había retirado las subvenciones y había que escribir sobre el tema.

Bono se lo había inventado todo

Fue una sorpresa fenomenal comprobar que no había contenido en el escándalo, que Bono se lo había inventado todo, que el objetivo era acabar con Loyola de Palacio a través de su segundo Nicolás López de Coca y que todo se reducía a que la UE había puesto en marcha subvenciones para el cultivo del lino y una serie de agricultores, entre los que estaban hijos de López de Coca, habían plantado lino y habían puesto en marcha plantas transformadoras. Llegué a saber bastante del lino, pero se me ha olvidado. Bono consiguió acabar con el cultivo del lino para los restos y llevó a la ruina a unos cuantos buenos agricultores castellano-manchegos. La cuestión es que no había nada ilegal, ni por asomo, sino una serie de agricultores activos y emprendedores.

Nicolás López de Coca. /Foto: elpais.com.
Nicolás López de Coca. /Foto: elpais.com.

Se publicó el artículo y cumplido el pedido me dispuse a olvidarme de materia que salía de mis curiosidades e intereses profesionales. Recibí una nota de agradecimiento de Nicolás López de Coca y eso me dio ocasión a conocer a esa persona honorable, y a otras personas a las que Bono había amargado, en un claro abuso de poder político-mediático, una combinación que lleva funcionando durante décadas y que es capaz de triturar honras y personas.

Con su lengua de trapo, el cacique Bono había lanzado el 22 de abril de 1999 lo de “cazarentas” y la cadena Ser lo había repetido cada hora y Pedro J también había hecho la ola y todos se habían hecho eco, sin permitir respuesta. Recuerda un poco la historia de Miguel Bernad. O lo que le ha dicho Donald Trump a la CNN: ustedes han destruido muchas vidas, pero yo puedo defenderme, tengo un micrófono. López de Coca no había tenido un micrófono y mi reportaje en Época les representó una reivindicación: por fin, alguien había sorteado la tormenta y había dicho la verdad. Mi reportaje había salido cinco años después del falso escándalo, cinco años de vía crucis y de la misma mentira repetida mil veces. Mi resistencia a hacerlo se basaba precisamente en que parecía cuestión vieja y clara.

Lo de Pedro J era de una gravedad hipócrita, porque quienes cobraban las más altas subvenciones eran familiares de Agatha Ruiz de la Prada, pero eso se ocultó, pactaron ocultarlo Pedro J y José Bono y ambos siguieron con la matraca sabiendo que se mentían, que se lo inventaban.

Por el camino se quedó Carlos Moro, delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, que desarrolló un cáncer que lo llevó a la presencia de Dios, y que era una de las piezas de la cacería.

En un reportaje periodístico, López de Coca recordaba como «angustiosos, terribles» aquellos días de abril. «Estaba en Murcia -empieza a hacer memoria- dando unos cursos, cuando me llamó el subsecretario, Manuel Lamela, y me dijo que la cacería había empezado, que la cadena Ser, cada hora, estaba dando una noticia de que había una trama de altos cargos, dirigida por mí, que tenía un negocio ilícito de subvenciones y que había dos empresas, en la que estaban mis hijos, que se dedicaban a la caza de subvenciones».

En la “cacería” participaron también el fiscal Carlos Jiménez Villarejo –cuyo sobrino era alto cargo de Bono– y el juez Baltasar Garzón.

Bastante tiempo después, los juzgados dictaminaron que no había habido nada ilegal. Fue una reivindicación tardía y en cualquier caso Bono no tuvo que responder de nada. A mí me sirvió para descubrir que Bono es un amoral, un hombre sin escrúpulos, que miente por costumbre cuando está de por medio un objetivo político.

Luego, andando el tiempo, me topé con que era un corrupto en gran escala, que había depredado Castilla-La Mancha como un avaricioso césar romano, entre el miedo atávico de sus súbditos que comentaban sus tropelías en voz baja, componiendo un clamor con sordina. Bono es, al tiempo, un intocable, ¿por qué? Algunos dicen que porque como ministro de Defensa controló el CNI y tiene secretos de otros. La historia del Yak-42 donde el bocachanclas que es Bono él mismo ha hecho público que ha robado documentos del Ministerio de Defensa, indica que sí es aficionado a los dosieres. Por supuesto, sigue mandando en el socialismo castellano-manchego a través de su hechura Emiliano García-Page. Y, por supuesto, tiene una cuenta corriente en Las Bahamas, junto con su consuegro Raphael, en una filial del Banco Santander, en la que hace pocos años tenía 160 millones de euros, una cantidad que no ha salido de su sueldo. Daré datos que permitirían a la Justicia –si existiera en España- resolver el caso Bono en poco tiempo, y me ofrezco a declarar cuando y donde sea. Vaya por delante que, por ejemplo, en Hípica Almenara, Bono no ha puesto un euro de su bolsillo.

En Castilla-La Mancha, se ha robado a manos llenas –tanto o más que el resto de España- y todo ha pasado por Bono: Seseña, diferentes paus pelotazo, las ITV, el aeropuerto de Ciudad Real, que fue un gran negocio para su camarilla, y no es baladí recordar que Caja CastillaLa Mancha fue la primera en quebrar con un agujero monumental: 5.275 millones de euros que salieron de los bolsillos de los sufridos contribuyentes.

En cuanto a Bono, he de decir que me llevó a los tribunales por la vía interpuesta de la abogacía del Estado, para no gastarse un euro en contratar un abogado, lo que induce a pensar que se ha convertido en un adicto a la cultura de lo gratis con cargo al contribuyente y en un personaje de Charles Dickens. Por supuesto, quedó en nada.

Depurar el enriquecimiento de Bono es una asignatura pendiente de la sociedad española que me dispongo a aclarar hasta donde debería empezar a actuar el Estado de Derecho.

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