Miguel Sempere
Financia todo el mal del mundo, al que en un transvaloración satánica denomina bien. George Soros es uno de esos malos de tebeo, el mal absoluto, que conspira para acabar con las patrias y las fronteras, para exterminar la especie mediante conflictos administrados por una élite cruel, despiadada y genocida. Se calcula que ha destinado más de ocho mil millones de dólares a financiar cualquier causa perversa y demoledora de las bases de la civilización, a través de su Open Society, que ya ha sido prohibida en Rusia y debería serlo en España. La revista Forbes le calcula una fortuna de 24.200 millones de dólares.
Su auténtico apellido es Schwartz, pero su padre, especialista en esperanto, lo cambió por Soros, en esperanto, que significa el que “se elevará”, para huir del antisemitismo que se extendía en los años treinta, también por su Hungría natal. Fuentes judías sitúan a George Soros como un judío renegado, que empezó a hacer fortuna entregando judíos a los nazis y especulando con la moneda de los traicionados. En 1946 huyó de la zona soviética mientras asistía a un congreso juvenil de esperanto en Suiza.
Parece tener una obsesión destructiva con Europa, con Alemania y Rusia, pero también contra Israel, financiando a numerosos grupos antisemitas. Tiene influencia en el Vaticano a través del cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, hondureño conocido como el vicepapa. Financia a Femen. Subvenciona a cualquier grupo anti-identitario. Controla un imperio mediático con el que silencia y ataca a quienes se oponen a sus designios de ingeniería social diabólica.
El año 2016 ha sido el de su caída. Ha financiado generosamente la campaña de Hillary Clinton, como pieza clave de sus planes. Todo se le está torciendo a este clon de satanás, al cojón del anticristo, como diría el Beato de Liébana.
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