Enrique de Diego.
El otoño será muy caliente. Los ánimos están excitados; la tarde pragmática y dulzona de las últimas décadas se está preñando de negros presagios o de albores de una insurrección nacional. No es casualidad que la manifestación del día 12, a las 11 horas, se inicia en la Puerta del Sol, ese lugar emblemático del patriotismo, que Goya inmortalizará en «La carga de los mamelucos».
Inflación, carestía, son términos que han acabado con los gobiernos y han hecho caminar a los pueblos hacia la alborada. De pronto, de repente, como un malestar latente que emerge, como un mar de fondo que amenaza convertirse en un tsunami, a la gente le resulta insoportable los onerosos privilegios de los que se ha rodeado la casta parasitaria: los sueldos vitalicios, las sinecuras como el Consejo de Estado, las pensiones abusivas, de lujo, con condiciones de agravio comparativo, los dos años de sueldo de unos ministros inútiles, dedicados a hundir a toda una nación, los aumentos de sueldo en los que todos están de acuerdo, las dietas corruptas, las primas por vivienda que no se usan, hasta los precios baratos de la cafetería del Congreso…Todo esto indigna y mucho.
En el banderín de enganche que es la nota de prensa se pone el acento en ese malestar: «El Gobierno más caro de la historia por segundo año consecutivo. Pedro Sánchez ha batido un nuevo récord de gasto, tal como se refleja en los informes de la Intervención General de la Administración del Estado. En 2021, el presidente y sus 22 ministerios alcanzaron la suma de 172.637.447.000 euros más de 172.000 millones de euros.
Con estas cifras de gasto, el Gobierno de Sánchez rompe el récord de gasto por segundo año consecutivo. En 2020, año de la pandemia donde tuvimos que pasar semanas confinados, el Ejecutivo central llegó a los 165.000 millones de gasto. En la serie histórica registrada por el IGAE, que comienza en 2003, se puede observar que las cifras de gasto están muy alejadas de lo alcanzado por Pedro Sánchez».
La gloria de la casta parasitaria sobre la miseria de los ciudadanos. Los privilegios siguen; a ellos no les afecta la inflación, todo lo sufraga el sufrido contribuyente y este ya no puede más, literalmente. El cálculo estima que la carestía de la vida se lleva ni más ni menos que 3.000 euros. Esto no puede seguir así. Ahora o nunca. Se aproxima la hora de la insurrección de los españoles con dignidad y de los que tienen el estómago vacío y de los que atisban el futuro negro, mientras siguen los privilegios de la casta.