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El largo y gélido invierno que los alemanes no aguantarán y se rebelarán

Redacción




Enrique de Diego.

Los politicastros globalistas que nos gobiernan, y nos desgobiernan con su inutilidad y su retórica vacua, recibieron con disimulado alborozo la invasión de Rusia a Ucrania, que era continuidad de la guerra civil interna existente desde 2014, el euromadián, en el que el nacionalismo ucraniano decide combatir a la minoría rusa en un remedo de aspiración al genocidio.

La nota la dio demente José Biden quien prometió convertir en un «paria» nada menos que a Vladimir Putin mediante durísimas sanciones en cascada, a la que su sumaron todos los dignatarios de la OTAN, para los que la cumbre de Madrid ha sido, curiosa y penosamente, un refuerzo de la Alianza Atlántica.

Paisaje nevado de Alemania.

Es decir, Occidente prefirió respaldar a Ucrania, convertida en el objeto de todas las corrupciones del sistema desde Hunter Biden hasta el padrinazgo de George Soros, y a un bochornoso Zelenski, elevado a la carrera al frontispicio de los héroes de pastaflora, convirtiendo a Kiev en lugar de peregrinación laica y globalista.

Biden y Ursula von der Leyen, y el coro de lacayos gobernantes, actuaron como si la guerra les conviniera y fuera un grave error de Rusia a la que se disponían a hundir económicamente y poner de rodillas, Todavía hay quien declara que costará pero Putín debe desaparecer.

Los globalistas vieron el cielo abierto

Tras la plandemia, habían encontrado otro enemigo: el inquilino del Kremlin, culpable de todos los desastres económicos provocados  por los dirigentes, siguiendo como lacayos las consignas de los confinamientos y la paralización de la economía. La guerra brindaba la excusa para que los globalistas mantuvieran la ficción de que mantenían la iniciativa. Uno de los más aguerridos era el payaso Boris Johnson, borracho de demagogia barata.

De pronto, en uno de esos ataques de emotividad, ayuno de racionalidad, los líderes occidentales se sintieron cómodamente ucranianos agredidos y se dedicaron a lo que mejor saben hacer: retórica, pero hueca, muy hueca.

Olvidándose de que en términos de realpolitik, Europa, la UE, tiene una dependencia del gas ruso del 40%, y algunas naciones del 70%; Alemania se acerca a la media con el 35%, según cifras oficiales (si alguien se cree las cifras oficiales de estos gobiernos desnortados y traidores). También la dependencia del petróleo es abrumadora, siendo Rusia la segunda potencia de la OPEO con 10 millones de barriles diarios.

Los políticos nos han mentido groseramente de nuevo

En una cándida ingenuidad, que parece obedecer a planificación globalista, los politicastros que nos llevan a despeñarnos nos dijeron que teníamos reservas, que demente Biden aportaría gas licuado en abundancia, cuando es preciso traerlo en barco, más caro, y acondicionar las infraestructuras; no sirve como solución inmediata. Que se jugaba de farol sobre los ciudadanos lo puso de manifiesto, indirectamente, José Borrell indicando que cada grado menos en la calefacción ayudaba, no se entendía bien por qué, a derrotar a Putin.

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Hoy sabemos que nos han mentido groseramente y lo que nos espera es una terrible recesión y un largo y gélido invierno que los alemanes no aguantarán y pueden calentarse dando de tortas a los políticos mentirosos. Gazprom puede cortar en cualquier momento, lo ha hecho durante 10 días, el suministro de Nord Stream 1, 1.200 kilómetros de gaseoducto que transcurre por Rusia y el Norte de Alemania, donde el invierno es muy frío y pasan los icebergs por el Báltico, y donde las infraestructuras están preparadas y ahora van a generar paro. Un corte total del gas ruso tendría un impacto en el PIB de 220.000 millones dólares; el 5,2 en 2022 y el 6 en 2023. Una crisis dilatada en el tiempo y dura. Vladimir Putin tiene bien cogida a la «verde» Alemania, que ha cometido todos los errores, cerrando nucleares y las centrales de carbón, ofreciéndose a la dependencia energética, con toda su gran industria en estado de ansiedad ante cortes de suministro y una reservas que llegan hasta febrero.

Joe Biden ha hecho el ridículo ante el «paria» Mohamed bin Salan.

Deprisa y corriendo empieza una mendicidad para sustituir el petróleo y el gas. Con las inflación disparada en Europa pero también en Estados Unidos, 9,1%, demente Biden se ha bajado los pantalones hasta los calcañares ante Nicolás Maduro y ante otro de los «parias» dictados por demente Biden, cuando los parias somos los ciudadanos europeos y estadounidenses, el príncipe saudí Mohamed bin Salan quien le ha dicho buenas palabras, por cortesía, pero no resultados concretos. Prometer llegar a los 13 millones de barriles en 2027 es un brindis al sol, que los desacreditados medios de desinformación y propaganda se esfuerzan, con poco convencimiento, de presentar como un escaso éxito.

Rusia parece que goza de buena salud económica con los BRIC. Está legitimada. acosadas por las sanciones, de las que no se ha dejado fuera a sus ciudadanos, tildados de oligarcas, como si los de Occidente no lo fueran, para hacer valer el poder de su petróleo y su gas, necesarios para que Europa funcione -la friolera de 10.000 transportistas han perdido su empleo y su medio de subsistencia en España- y no se muera de frío.

Ursula von der Leyen se ha ido deprisa a Azerbaijan, donde los derechos humanos brillan por su ausencia, y ha firmado un acuerdo con mucha retórica, según el cual se compromete a duplicar el suministro de gas y pasar de 8.100 millones a 20.000, en el corredor de Turquía, pero no inmediatamente, estas cosas no se improvisan, en varios años, como los saudíes, no para este largo y gélido invierno. Ahora resulta que Azerbaiyán para Ursula ha ascendido a «socio energético esencial»

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El ministro de Energía alemán, Robert Habeck entra pavorosamente en razón: «Estamos ante una crisis del gas. Tenemos que estar preparados para el invierno. El gas es a partir de ahora un bien escaso». Sálvese quien pueda: Mario Draghi nos levanta Argelia, antes de irse el maldito globalista. El Parlamento Europeo, fruto del pánico, considera verdes a las nucleares. Y Alemania va a poner en marcha sus centrales de carbón jubiladas (el timo climático es arrumbado al cuarto de las patrañas viejas e inservibles).

Hacia los cortes de electricidad y de gas

La Unión Europea naufraga y entre sus medidas a los ateridos ciudadanos recomienda, haciendo de la necesidad, virtud, reducir la calefacción y el aire acondicionado; éste tiene un pase, pero la calefacción ¿cuántos grados? ¿acaso todos? ¿qué fue de las reservas almacenadas? Emmanuel Macron ha prometido en la fiesta nacional del 14 de julio sangre, sudor y lágrimas; más bien, hambre y frío, inflación desbocada y cuerpos ateridos.

La UE ha concretado una reducción del 15% para evitar el «chantaje de Putin», cuando se trata de una acción-reacción en la que Estados Unidos y la UE han perdido los papeles. De pronto, las energías alternativas resulta que no valen para nada, y la UE, 15%, que queda muy bien sobre el papel, recomienda cortes de electricidad y de gas, como un desbocamiento hacia el tercer mundo, donde gozan de climas más calurosos que el norte de Alemania, donde Ursula propugna que lo combatan poniéndose mantas y muriendo de frío, mientras ella y sus eurócratas viven en la comodidad con sueldos libres de impuestos.

Ante ese largo invierno gélido, de cortes por la ineptitud, la imprevisión y el falso romanticismo de nuestros políticos traidores, los alemanes se rebelarán, incontenibles; y todos los europeos. La gente puede entrar en calor sacudiendo la badana y partiendo la cara a los politicastros que les han engañado y les han llevado al desastre. Demos gracias a Dios que nos va a permitirlo verlo. Como dice el Apocalipsis, dijo el Ángel a las aves del cielo, venid y hartaros de carne de reyes, de generales, de poderosos.