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Carta del editor: El doble alma de los Estados Unidos (8): Los blancos como parias y la corrupción de menores

Redacción




Enrique de Diego.

A finales del siglo XIX, en Cambridge se formó una sociedad secreta de autobombo, marcadamente sodomita, denominada los «doce apóstoles» y de ahí surgiría el grupo de Bloomsbury. En 1902 esa especie de francmasonería o mafia cultural eligió a Lyton Strachey, que la dirigió durante 30 años, y al que perteneció el economista John Keynes. Lyton escribió Victorianos eminentes, alegato en la primera guerra mundial contra los valores occidentales en el mundo anglosajón. Aunque Strachey dijo que «todos somos físicamente demasiado débiles para servir algo», aplicaron la piqueta en contra de las sociedades democráticas y dieron a tres de los espías rusos más notorios.

Lyton Strachey confió a Keynes que «no podemos contentarnos con decir la verdad, debemos decir la verdad entera, y la verdad entera es el demonio. Sería absurdo que soñáramos con la posibilidad de que las viudas comprendan que los sentimientos son buenos cuando decimos en la misma frase que los mejores tiene un carácter sodomita. Nuestro tiempo llegará dentro de cien años».

Fue y es el más corrosivo ataque a la santidad del matrimonio, a la familia y a la natalidad, y un supremacismo insoportable, empeñado en imponer sus criterios, corrompiendo a los menores y promoviendo la pedofilia. Los sodomitas, con algunas excepciones, son aliados fervorosos del globalismo, son destructivos de cualquier adhesión a la Patria, en sí mismos, a cambio de tolerarlos todos sus vicios, son un movimiento mundialista con su infecta bandera trasnacional.

Practican la censura irrestricta, han sido fervientes partidarios de la timo vacunación obligatoria, intentado acallar las voces que han clamado contra el genocidio. Ahora avanzan, con el apoyo de las Corporaciones, contra los hombres y las mujeres que siguiendo responsablemente los mandamientos de Dios a imponerse mediante la acción afirmativa y a dictar en las escuelas sus perversiones y degradaciones como un instrumento gravemente distorsionador en la maduración de los niños, promoviendo su hiper sexualización contra natura desde la más tierna infancia, promoviendo la pederastia como un hecho natural.

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Es altamente sintomática de la dictadura sodomita lo sucedido en la Corporación Disney donde la directora ejecutiva Karey Burke, quien admite que tiene «dos hijos queer», apoya tener ese tipo de personajes en más películas y proyectos de Disney, exigiendo que al menos el 50 por ciento de todos los personajes de películas son homosexuales, transgénero o minorías raciales. Esta locura de la minoría trata de imponerse a la mayoría y cuando el gobernador de Florida, Ron DeSantis prohibió que en los colegios se enseñe la ideología woke y la conversión en travestis de los niños, Disney protestó y afirmó que haría todo lo posible por combatir y revertir la Ley. Lo único que consiguió realmente es que los legisladores de Florida suspendieran los privilegios de Disney en Orlando, un estado dentro del Estado y que el 70% de los norteamericanos hayan dado la espalda a esta industria de corrupción de menores en gran escala.

De hecho, Christopher Rufo del City Journal publicó las imágenes en Twitter, que se filtraron de la cumbre virtual Reimagine Tomorrow de Disney. Él escribió: “Disney ha adoptado un programa de beneficios para ayudar a los empleados y sus hijos menores con ‘procedimientos de afirmación de género’. Este tipo de tratamiento generalmente incluye bloqueadores de la pubertad, extirpación de senos y cirugías genitales para ‘niños que están en transición’”.

En su obsesión por un mundo sin niños, por la extinción de la raza blanca, a la que odia satanás por haber abrazado el cristianismo, pretender entrar dentro de la «acción afirmativa», con grave ruptura de la igualdad de todos ante la Ley, que fue propuesta, por primera vez, cuando en 1937 la Fundación Carnegie encargó un informe al nacional socialista, e ideólogo del Partido Socialdemócrata sueco Gunnar Myrdal, quien en 1944 lo presentó con el título An American Dilemma (Un dilema norteamericano) con 1.000 páginas, 250 notas y 10 apéndices, y en el que sostenía que el racismo era demasiado profundo y concluye exhortando a la Corte Suprema a que aplique «el espíritu de las enmiendas de la reconstrucción».

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Andando el tiempo, Gunnar Myrdal produjo el ataque más corrosivo contra la igualdad de todos la ley, la movilidad ascendente, el mérito y el crisol de razas: la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Comisión para la Igualdad de Oportunidades Laborales que puso en marcha la «acción afirmativa», que pone fin a los Estados Unidos tal y como lo hemos conocido, espacio de libertades y de oportunidades. La raza fue siendo sustituida por la etnia y el racismo fue alimentado por un sistema de castas parejo al hindú, en donde los blancos ocupan el desmerecido lugar de los parias. La «acción afirmativa» acompañada de su prima hermana la «corrección política» se manifestó con toda su tontería irrestricta y su intolerancia y su tendencia a reprimir la libre expresión.

Se trata de un proceso totalitario de ingeniería social que se inventa nuevos pecados y anatemas como homófobos y transfóbos, cambiando el orden natural de las cosas, y que trata de practicar en la enseñanza mediante una general corrupción de menores, de los hijos de las familias normales y cristianas. La «acción afirmativa» pretende establecer cuotas para estas nuevas castas de «intocables». Es un desquicie abrumador y altamente corrosivo. Quedan pocas dudas que las dos almas de los Estados Unidos no pueden convivir. O se deporta a los sodomitas a ciertas zonas como San Francisco o alguna de las islas del Pacífico o se produce la secesión de la Norteamérica que no está dispuesta a sucumbir.