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Carta del Editor: Isabel Díaz Ayuso debe dimitir, y Nadia Calviño y Pedro Sánchez; esto es una cloaca e hiede

Redacción




Enrique de Diego.

La corrupción es el padre nuestro de cada día del sistema. Quien no ha estado en la trastienda de la corrupción no medra, no sirve, es depurado. De Isabel Díaz Ayuso, una falsa heroína, sorprende el desparpajo con que ha desvelado el cobro de una comisión como conseguidor de un sustancioso contrato con la Comunidad de Madrid; solamente, ha venido a decir, de 55.850 euros. Debería dimitir después de eso pero aquí el verbo dimitir no se conguja o se interpreta como un nombre ruso.

Isabel Díaz Ayuso, aupada a la mayoría absoluta, y por ende rival de Pablo Casado, por negarse a adoptar las duras medidas que le exigía Pedro Sánchez y que hubieran hundido a los bares y cafeterías y restaurantes madrileños, es una vacunazi convicto y confesa, que ha presumido de eficacia en la inyección del veneno de muerte, ese diseño tóxico para eliminar población y ha recomendado timo vacunar a los niños, por lo que merece ser juzgada por crímenes contra la Humanidad. Entre sus frases genocidas y totalitarias está la de que «no descarto que en le futuro saber tu inmunidad sea necesario para el empleo». Y ha tenido la desfachatez de poner el sagrado nombre de Isabel Zendal a un campo de exterminio.

Pasa la prueba del algodón del globalismo, pues es abortista, está a favor de la eutanasia y de cualquier cuestión que implique «cultura de muerte» o destrucción de los resortes morales de la sociedad.

Pero, como comentaba al principio, el tráfico de influencias está a la orden del día, o la corrupción rampante, y ya casi no escandaliza o escandaliza demasiado y el pueblo español va perdiendo su escasa fe en unos políticos que van pareciendo salidos de la misma escombrera, y donde los héroes de antaño caen con estrépito hogaño en un turbio manejo de dossiers, propios de Mortadelo y Filemón.

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Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado están cortados por el mismo patrón. Ambos son hijos putativos de José María Aznar y Esperanza Aguirre; ambos desde Nuevas Generaciones conocen lo que Isabel Díaz Ayuso ha calificado, haciéndose la víctima, de «sin sabores de la política». Están acostumbrados a darse codazos, a escudriñar al otro, a elaborar dosieres; están acostumbrados a la cloaca que es el PP desde hace demasiado tiempo.

Pero volviendo al principio, el tráfico de influencias, las comisiones, las mordidas son el pan nuestro de cada día. Ahí está Ada Colau condenada por favorecer a las asociaciones amigas, y claro como dice Isabel Díaz Ayuso de su hermano, que «tiene derecho a ganarse la vida en el sector en el que lleva trabajando más de 25 años», lo mismo le sucede al marido de Nadia Calviño, gestionando ayudas europeas, que también tiene derecho, y lo mismo el esposo de la directora de la Guardia Civil, María Gámez, a actuar de conseguidor ante la Junta de Andalucía, o el padre de Pedro Sánchez cuya empresa Paybol ha aumentado por 2,1 la subvenciones obtenidas desde que tan buen hijo es presidente del Gobierno, 701.000 euros de bellón. Ya se sabe, con el dinero de otros hacen fiesta los devotos. ¿Hasta cuándo van a abusar de la paciencia, del escarnio y del expolio de las clases medias?