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Lee aquí un extracto del libro Distributismo: La economía social de Chesterton, de Sergio Fernández Riquelme

Sergio Fernández Riquelme




Chesterton es famoso. Sus frases legendarias a modo de aforismos lo difunden en las redes sociales, sus sentencias clarividentes son muy útiles para despertar conciencias en la lucha contra la “ingeniería social”, y sus novelas y ensayos le sitúan en los primeros puestos en ventas. Chesterton es muy famoso. El escritor brillante al que respetan muchos de sus supuestos enemigos ideológicos, el converso al catolicismo que recupera la militancia de la fe, y el sabio aún vigente al que recurrir para defender lo más valioso de la tradición.

Pero su discurso político-social paralelo, enraizado en el gremialismo histórico y desarrollado bajo el Magisterio social de la Iglesia, no es tan famoso. Quizás porque es clara y directamente antiliberal y, por ende, también antisocialista, (como productos totalitarios y anticristianos). Como otros conversos del anglicanismo y como otros reaccionarios tradicionalistas en la brutal Inglaterra capitalista y colonialista contemporánea, ante los excesos de un Mercado inhumano y de un Estado sobrehumano Gilbert Keith Chesterton (1874-1976) habló de una economía social bautizada como Distributismo. En textos menos conocidos como Utopía de usureros o Esbozo de sensatez se manifestaba claramente esa posición político-social antiliberal generalmente minusvalorada: la plutocracia dominante, la avaricia reinante y el materialismo creciente reinaban en un mundo capitalista-industrial enemigo de la vida y la fe tradicional, y donde se despreciaba la auténtica justicia y la genuina caridad.

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A contracorriente, la economía social distributista de Chesterton (y de Belloc) apostaba por esa posición intermedia y “normal” entre el Mercado alocado y el Estado enloquecido. En primer lugar, ante un capitalismo en manos de unos pocos, como señalaba en Los límites de cordura: “Aquella organización económica dentro de la cual existe una clase de capitalistas, más o menos reconocible y relativamente poco numerosa, en poder de la cual se concentra el capital necesario para lograr que una mayoría de ciudadanos sirva a esos capitalistas por un sueldo”.

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Fue acusada de esencia anticapitalista, despreciada por su filiación no socialista y denostada como ensoñación medieval. Pero hoy en día se sigue hablando de un valioso paradigma general o una concreta experiencia local de economía social al servicio del hombre que aún ni estaba loco por las baratijas del progreso material y las luces del espectáculo de los poderosos. Para ellos, y para todos los que necesitaba salir del sanatorio público o privado, ofrecía y ofrece un modelo donde se puede ser “normal” (en el taller artesano, en la huerta propia, en el campo abierto, en el negocio local, en la empresa familiar): trabajando para vivir, produciendo lo realmente necesario, consumiendo los bienes de temporada, respetando el entorno natural, integrándose en la fraternidad comunal, y ligándose al designio divino: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:9). Frente a las críticas de los poderosos amos del Estado o del Mercado y el silencio oficial de máquinas humanas y maquinaciones tecnológicas, para Chesterton se podía vivir, de manera cómoda y suficiente, pisando el suelo y mirando al cielo simplemente con tres acres y una vaca.

Sergio Fernández Riquelme: Distributrismo: La economía social de Chesterton. Letras Inquietas (Julio de 2021)

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NOTA: Este artículo es un extracto del libro

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