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«Las maravillas del fin del mundo», de Enrique de Diego, un libro valiente

Redacción




Mike Sala.

Era una gélida tarde de finales de diciembre de 1971 en Zaragoza. Yo tenía 6 años recién cumplidos. Caminaba de la mano de mi madre, abrigado como un esquimal, incluido un pasamontañas bien ajustado a mi cabeza; una prenda que muchos niños odiábamos y que teníamos que ponernos cuando nuestras madres tenían frío. Las luces navideñas que alumbraban toda la Calle Alfonso I, los adornos de los escaparates de las tiendas, el olor de los churros recién hechos en la churrería ambulante aparcada en la Plaza de Sas, y la fachada iluminada de los Almacenes Gay, todo ello conformaba un entrañable ambiente navideño que los niños de las últimas dos décadas ya no han conocido en esta ciudad, en la que una serie de gobiernos de izquierdas se han encargado, con todo éxito, de descristianizar estas fiestas hasta el punto de que es difícil encontrar algún cartel luminoso que rece “feliz navidad” o cualquier otra cosa alusiva al verdadero significado de estas fechas.

Recuerdo muy bien cómo, al pasar frente a los Almacenes Gay, establecimiento clásico en Zaragoza hasta su desaparición allá por el año 2000 aproximadamente, giré mi cabeza hacia la puerta de entrada. En un rincón del portal, ignorado por la gente que entraba y salía del establecimiento, permanecía en pie un hombre de unos 55 ó 60 años, vistiendo un largo abrigo gris. Tenía una larga cabellera negra teñida de no pocas canas, como su barba, no demasiado larga. Con las manos en los bolsillos del abrigo y la mirada hacia lo alto, no cesaba de repetir a voz en grito: ¡Arrepentíos, porque el fin está cerca! ¡Arrepentíos!

Han pasado 48 años desde entonces, y siempre me hago la misma pregunta cada vez que alguien aborda el fin del mundo desde tal o cual perspectiva:

¿Y si ese hombre, de un modo u otro, tenía algo de razón?

Durante esta semana que termina he leído un libro recién publicado en Amazon titulado “Las Maravillas del Fin del Mundo”, del prolífico autor Enrique de Diego. Y siguiendo un consejo que en 8º de EGB me dio un profesor del que guardo un entrañable recuerdo: “Si de verdad te gusta un libro que estás leyendo por primera vez, vuelve a leerlo cuando lo termines”, lo he leído dos veces en apenas unos días.

Lo que nos presenta “Las Maravillas del Fin del Mundo” es un argumento que mueve al lector a reflexionar sobre la acumulación de hechos que vienen ocurriendo en nuestra civilización desde hace décadas. Hechos que parecen precipitarse en los últimos años y que analizados fríamente, pueden llevarnos a concluir que existen ciertos intereses que persiguen provocar el fin de nuestro mundo tal y como lo conocemos. Un argumento con el que se puede estar de acuerdo o disentir pero que solo los más mediocres tratarán de ridiculizar, como suele suceder cada vez que alguien pone sobre la mesa la cruda realidad y las posibles consecuencias que podríamos llegar a vivir si los planes de las élites, en un tiempo pasado herméticos al gran público, y hoy a la vista de todos porque la mejor forma de ocultar ciertas cosas es exponiéndolas, logran el objetivo de despersonalizar al ser humano y desmembrar a las sociedades y las naciones que, con luces y sombras, han posibilitado el desarrollo del individuo y de la civilización en la que vivimos.

Como el autor indica en el prólogo, el objetivo del libro es asumir su responsabilidad como individuo parte de esta sociedad y denunciar el peligro que ésta corre actualmente. Es la denuncia de un plan satánico. En alguna tradición cristiana, Lucifer, el ángel que se reveló contra Dios y su plan de salvación para el género humano, pronunció la frase non serviam (no serviré) para expresar su rechazo a servir al Padre Celestial en su plan divino, cayendo así en el pecado de soberbia. Esta frase en latín también ha sido adoptada como lema por algunos grupos y organizaciones radicales para anunciar su desobediencia al poder y régimen establecidos. Según el autor de Las Maravillas del Fin del Mundo, es el mismo non serviam que las élites adoptaron en su momento como filosofía propia. Declararse abiertamente contra la divinidad y su plan y tratar de manipular y esclavizar al hombre para sus propios fines.

El análisis que propone Las Maravillas del Fin del Mundo repasa ágilmente el peligro inminente que supone para la mayor parte del género humano la robotización,  la tecnificación masiva de la sociedad y la acelerada implantación de una inteligencia artificial cada vez más compleja y extendida. Un peligro más que posible y que ya ha dejado muestras de sus terribles consecuencias, tales como accidentes mortales u ocupación de puestos de trabajo con la consiguiente desaparición de empleo, o empeoramiento de sus condiciones, para los humanos.

Pero el crecimiento y sucesiva implantación social de lo antes citado no es un hecho aislado. Se acompaña con los avances, algunos publicados y otros seguramente ocultados al gran público, de la genética por encargo, la clonación de organismos vivos, incluso la idea que ciertos autores defienden acerca de que el hombre puede evolucionar en breve hacia lo que ellos denominan como Homo Deus, acompañan en estos convulsos tiempos a las estrategias de dominio del ser humano. Un dominio que pasa por tratar de que el común de la gente se comporte como su propio censor, inculcándole mordazas al pensamiento y la expresión tales como la corrección política y la imposición de la creencia incondicional de falacias tales como el cambio climático.

Otros temas que muchos advertimos como críticos pese a las maniobras de distracción que las élites ejecutan a través de sus siervos medios de comunicación y que el autor indica como partes importantes del gran plan de dominio de las élites son la invasiva, no pocas veces agresiva, y desde luego nada casual  inmigración ilegal que sufre Europa en los últimos años y que Estados Unidos comienza ahora a hacer frente de un modo más explícito en su frontera sur; o las cada vez más habituales alertas por fraudes alimentarios que resultan en intoxicaciones masivas, en ocasiones con resultados fatales e inmediatamente evidentes, pero en su mayoría inapreciables a corto plazo aunque muy posiblemente causantes del desmedido y anormal incremento de ciertas patologías. Un incremento que, curiosamente, pasa “inadvertido” para las autoridades sanitarias.

A pesar de todo, Enrique de Diego deja una puerta abierta a la esperanza en este futuro realmente oscuro que a mí no me parece tan disparatado. Existe aún alguna posibilidad de rebelión. De reacción ante la tiranía que ya nos gobierna y que suele presentarse disfrazada de logros que acomodan la vida del hombre. Una rebelión que supondría un heroico non serviam contra aquellos que en un tiempo remoto aclamaron su propio non serviam para enfrentarse a Dios y degenerar y exterminar a Su creación.

Las Maravillas del Fin del Mundo, de Enrique de Diego, es un libro valiente que, con el personal estilo de su autor, expone lo que pocos se atreven a decir abiertamente y que persigue provocar pensamiento crítico y reflexión respecto a lo que la sociedad tiene ante sus propios ojos y prefiere no ver. Queda en manos del lector decidir si lo que está sucediendo es fruto de coincidencias y casualidades, o si lo que vivimos hoy es la consecuencia de un plan que pugna por imponernos el dominio de las élites y su satánico plan de exterminio sobre la mayor parte de la humanidad.