Enrique de Diego.
Has pasado el coronavirus. Me alegro. Señal inequívoca de que no es tan grave, si se le trata con anti virales y anti inflamatorios, y no como una enfermedad respiratoria, porque en cuanto a patologías previas las tuyas son sin cuento, de no acabar: empezando por un infarto que te tiene atrapado en el Sintrom, que por la mañana estás como una pila y por la noche está que te caes. y luego una patente obesidad morbida consecuencia de tu afición navarra al buen yantar. Dices que te animo sobremanera la resolución del Parlamente de Tennessee de que sea obligado el consentimiento o autorización del padre, y no esas chorradas feministas de ‘mi cuerpo es mío’, y señalas que Vox bien podía presentar resoluciones similares en todas las instituciones donde ostenta representación.
Siempre me llamo la atención que el maldito enano globalista, el pivot de Orihuela del Tremedal, te admonizara con «que te vas a condenar, Julio’. ¿Sabrá algo ese pequeño hijo de satanás, ese esputo contrahecho del demonio? Sabía algo. Quizás no sabía nada el ignorante. Lo que sabemos ahora es que tú tienes tu partido de bolsillo, Vox, que le has aportado todo el andamiaje mediático como Juan Ernesto Pflüger, Rosa María Cuervas, Gonzalo Altozano y Kiko Méndez Monasterio, y no en Tennessee, donde avanza el movimiento pro-vida, sino a la vuelta de la esquina tiene lugar el genocidio mayor jamás diseñado, que incluso trata de exterminar a todos los niños españoles, lo cual es el más grave ataque al derecho a la vida de los españoles. Y Vox está a por uvas, militando abiertamente en el bando genocida, incluso en el lado más hostil, en la vacunación obligatoria y universal, en quitarles la patria potestad a los padres en nombre «del interés superior del menor», mentecatos, totalitarios de pacotilla, nazis de baratillo. Y tú mandas en Vox; Vox es un partido de tu hechura. Puedes preguntarle a Fernando Paz la que se está organizando, la que está organizada, que hiela el alma y sólo tú puedes pararla. Gran responsabilidad.
Julio, tú que presumes de ser el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, y que te duele haber sido tratado mal, te juegas el alma, nos jugamos el alma en truncar estos planes de satanás, so capa de globalismo y gran reseteo, y con las tonterías de los calentólogos. Tú lo has pasado mal no por el virus, sino por la proteína Spike o de pico, que es la produce la enfermedad, que ha sido maltratada, a propósito, para matar a los ancianos y producir el pánico en la sociedad, en este reality show de pandemia. Bien está en El Toro TV el argumento de que los niños no se ven afectados por el coronavirus y no deben ser inyectados, pero cuando el doctor Zelenko habla de «crímenes contra la humanidad» se refiere a «crímenes contra la humanidad» con todas sus consecuencias, a la esterilización en masa, a la reducción drástica de la esperanza de vida, a la extinción. No es broma lo que está en juego, es la desaparición como sociedad, es el general derecho a la vida con los órganos vitales, hasta el cerebro, hasta los testículos y los ovarios, inyectados de proteína Spike, que pasa a la corriente sanguínea y los mata peor que a conejos, mucho peor que a cobayas. Y Vox tiene que romper, tiene que dejar de votar en el Parlamento Europeo a favor de que no se liberen las patentes, detrás de las que se esconden Anthony Fauci y su banda de degenerados. Tiene que defender a los españoles, a los españoles, y tú, desde El Toro Tv tienes que lanzar el mensaje con más claridad, con mayor urgencia, con clarinazos más claros, rotundos, nítidos, denunciando las timo vacunas como arma de destrucción masiva.
Te cito a San Josemaría Escrivá de Balaguer, el profeta, que en 1974 escribía parece que para estos tiempos decisivos que «se escucha como un colosal non serviam! (Ierem. 11, 20) en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública. Las tres concupiscencias (cifr. 1 Ioann. 11, 16) son como tres tres fuerzas gigantescas que han desencadenado un vértigo imponente de lujuria, de engreimiento orgulloso de la criatura en sus propias fuerzas, y de afán de riquezas. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin resortes morales». El Padre diría hoy que se cae. No son estos tiempos para medias tintas, para tibiezas, que a los tibios los vomitara Dios de su boca; son tiempos para jugarse el todo por el todo. Que nos jugamos el alma. Que te juegas la condenación. Me permito hacerte la corrección fraterna desde aquí. No seas tibio; no hay tiempo. No te pierdas en Tennessee, no lo utilices como excusa: Vox tiene que romper, es su misión histórica. Vox, tu partido, tiene que jugarse el todo por el todo o se quedará sin votantes por extinción.