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¡El Infierno existe y van a él los pecadores!

Redacción




Enrique de Diego.

«Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, en especial, siempre que hicierais un sacrificio: ¡Oh, Jesús! Es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María».

«Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos como en los dos meses anteriores. El reflejo pareció penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego , sumergidos en ese mar de fuego los demonios y las almas, como si fueran brasas transparentes y negras o bronceadas con forma humana, que flotaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían juntos con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejante al caer de las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos de gemidos de dolor y desesperación que horrorizaba y hacía temblar de pavor -debió ser en este momento que di ese grito que dicen haberme oído-. Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones encendidos. Asustados y como pidiendo socorro, fijamos los ojos en Nuestra Señora que nos dijo con bondad y tristeza. Visteis el Infierno para donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. Si hacéis lo que os diré, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando vieres una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar el mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.

«Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieren mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, difundirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir y varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia que se convertirá y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe, etc. Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco sí se lo podéis decir».

Este es el testimonio contundente de la Beata Sor Lucia, que se reproduce en el magnífico libro «Fátima 1917, Respuesta del Cielo a la Modernidad», de Manuel de Santiago y González, que, según pone en la solapa, «sobre todo y ante todo, es sacerdote de Jesucristo», lo cual le honra. El Infierno existe y a él van las almas de los pecadores. Según una revelación de la Virgen a Santa Jacinta, los más numerosos son los que cometen «pecados de la carne».  Como dice la Virgen: «No ofendan más a Dios que ya está muy ofendido». Se agradece a Nuestra Madre, y al autor, en lo que le toca, que nos muestre la realidad del Infierno y la Justicia divina que castiga para no caer en un cristianismo sentimentaloide o en el compendio de todas las herejías, hoy tan presente, el modernismo, por la que tiende a hacerse un Cristo a su medida, desposeído de su Divinidad y sin Revelación, en la que se oculta la realidad del Infierno, el Purgatorio y el Cielo.

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Nuestro objetivo ha de ser no pecar e ir al Cielo. Temer más a Dios que a los hombres, retornar a lo esencial, al amor de Dios. Como recuerda el autor, «el gran negocio es estar dispuesto a perderlo todo antes que perder a Dios». Todas las cosas de la tierra son verduras de las eras, que diría Jorge Manrique. La Modernidad es el abandono de Dios, el hombre autónomo cada vez más desposeído de su identidad. En el libro se contienen citas muy profundas y muy relevantes del Magisterio de San Juan Pablo II y de Ratzinger, luego Benedicto XVI, y aletea el espíritu de San Josemaría Escrivá de Balaguer, que se conjugan con el testimonio y la vida interior de San Francisco y Santa Jacinta, que enamoran, y los escritos y memorias de la Beata Lucia.

Impresiona que Dios, la Santísima Trinidad, eligiera para sus mensajes a tres Pastorcitos. Es la pureza del alma y la sencillez, porque Dios siempre elige a los pobres del mundo frente a los soberbios. El pecado, otro sentido ocultado, todo lo trastoca, el orden natural. «La experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un ‘infierno’, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza», como reseña el autor. Edifica el ascenso en la vida espiritual de esos niños, su espíritu de sacrificio, en desagravio, su tierna y recia devoción a la Eucaristía, a la que se refieren como «Jesús Escondido». Como decía Santa Jacinta: «No volveré a cometer ningún pecado. No quiero que Nuestro Señor sufra más».

En su primera aparición, el Ángel de la Paz les dice, inclinando la cabeza hasta el suelo, repitiendo tres veces las siguientes palabras: «Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón para los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman». Vivimos tiempos apocalípticos, en los que el mal está muy presente, en los que parece que va a acabar con la Humanidad, en los que es preciso volver a Dios y a la devoción al Inmaculado Corazón de María, como asideros seguros, como anclajes. «El día 10-12-1925, se le apareció la Santísima Virgen y, a su lado, suspendido en una nube de luz, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole una mano en el hombro y mostrando, al mismo tiempo, un corazón que tenía en la otra mano, rodeado de espinas. Al mismo tiempo, dijo el Niño: ´Ten pena del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombre ingratos continuamente le clavan, sin haber nadie que haga un acto de reparación para arrancárselos. Y la Santísima Virgen añadió: Mira, hija, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos en todo momento me clavan, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di a todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, recibiendo la sagrada Comunión, recen el rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando los 15 misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas». Caminos idóneos para la salvación indicados por Nuestra Madre.

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Cuando se ve tanto pecado, tanta ofensa a Dios, por los mismos católicos, a Jesús Sacramentado, cuando se observa tanto olvido del Sacramento de la Confesión, y acudir a Comulgar, tomando la abominación, tan poco respeto por el Señor, tanta banalización de la Liturgia, se comprende que el Señor está muy ofendido, cada vez más ofendido, esto no puede seguir así, «Penitencia», que les dijo el Ángel a los Pastorcitos.

«13-6-29. Yo había pedido y obtenido permiso de mis superiores y confesor para hacer la Hora Santa desde las once a la medianoche de jueves a viernes.

«Estando sola una noche, me postré en el medio de la balaustrada, en el centro de la capilla, a rezar, postrada, las oraciones del Ángel. Sintiéndome cansada, me levanté y me arrodillé, y continué rezándolas con los brazos en Cruz. La única luz era la lámpara del Santísimo.

«De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una cruz de luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara se veía, sobre la parte superior de la cruz, un rostro de hombre con el cuerpo hasta la cintura, sobre el pecho había una paloma, una paloma también de luz. Y clavado en la cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco abajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un cáliz y una hostia grande, sobre la que caían algunas gotas de Sangre que corrían por el rostro del Crucificado y de una herida en su pecho. Estas gotas rodaron por la hostia y cayeron dentro del cáliz.

«Debajo del brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora (era Nuestra Señora de Fátima con su Inmaculado Corazón en la mano izquierda…sin espada ni rosas pero con una corona de espinas y llamas…) con su Inmaculado Corazón en la mano…Debajo del brazo izquierdo, unas letras grandes, como si fuesen de agua clara cristalina que corriese por encima del Altar, formando estas palabras: «Gracia y Misericordia».

«Comprendí que me fue dado ver el misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces este misterio que no me es permitido revelar.

«Después Nuestra Señora me dijo:

«- Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre haga, en unión con todos los obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la Justicia de Dios condena por los pecados contra mi cometidos que vengo a pedir reparación, sacrifícate por esta intención y reza».

Magnífico libro, como ya he dicho, que escudriña en el mensaje de Fátima, más actual que nunca, ¡Ven, Señor, no tardes!, una espléndida lectura de aprovechamiento espiritual, que eleva el corazón, y resulta muy provechoso.

Manuel de Santiago y González, Fátima 1917, Respuesta del Cielo a la Modernidad, Editorial San Román  https://www.editorialsanroman.com/  288 páginas