AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


La maldita transición

Redacción




Enrique de Diego.

La transición agoniza, sino está ya muerta, y sólo resta que se manifieste el colapso económico para que se la entierre. Es urgente buscar alternativa y la única posible es la República Constitucional. La transición no está en estado terminal por la pandemia, ésta simplemente ha acelerado el proceso por la pésima gestión, consecuencia de una clase política que es cada vez más mediocre. Es seguro que con Pablo Casado o con Santiago Abascal -tuvo la humorada de concentrar a los suyos para un baño de masas histéricas el 8 de marzo en Vista Alegre- hubiera sido mucho peor gestionada.

Mucho menos ese estado catatónico se debe a que la corrupción del rey de la transición haya aflorado. Esto es la guinda en el pastel de mierda que se lleva cocinando desde 1975. La corrupción irrestricta de Juan Carlos se inició el mismo día que fue coronado cuando unos cuantos patricios monárquicos -Jaime Carvajal, Jaime Urquijo, Juan March…- reunidos en l¡el despacho de José María de Areilza, calle Lealtad, 2, decidieron dotar a Juan Carlos de patente de corso para corromperse con el petróleo de las petromonarquías. Era suficientemente conocida por las gentes más informadas, ya que Juan Carlos no se escondía y pegaba sablazos en las audiencias, o timaba a los kuwaitíes en el caso Kio.

Pero la transición está a la espera de que baje el telón y termina la maraña de mentiras mil veces repetidas durante cuarenta años porque ha esquilmado al pueblo español y está en antesala de llevarlo al hambre, bajo un sector de 400.000 políticos, que representan un peso asfixiante. De ahí que el demente de Federico Jiménez Losantos demuestre su falta de capacidad para el juicio político saliendo bizarramente en defensa de la maldita transición. Escribe el petimetre en defensa del campechano: «Pero, sobre todo, le debo algo que ningún amigo de España y de la Libertad puede olvidar: el paso pacífico de la Dictadura a la Democracia, la Bendita Transición, obra suya más que de ningún otro, y la razón por la que estos últimos y arrastrados años nunca deben oscurecer los milagrosos primeros».

Es bochornoso y ególatra hasta la médula el texto.  Ahora resulta que perdona la vida al rey.  De COPE no lo echó el rey sino los obispos que lo consideraban amortizado, pero eso su soberbia se lo impide tragar. La transición fue un pacto corrupto con la izquierda a cambio de no cuestionar la monarquía y montando un Estado de partidos con un botín electoral inmenso, que la sociedad española ya no aguanta más. No fue heroica, fue pragmática garbancera (en lo que se denomina el harakiri de las Cortes franquistas, Alfonso Osorio ha contado como el Gobierno se repartió a los procuradores y se les alentó con el pesebre), no fue pacífica, tiene mil muertos en su haber, y ha sido francamente ruinosa, ha vivido de emitir deuda, dejándoles las cuentas saneadas Franco y una clase media que ha sido proletarizada y va a ser masacrada.

NO TE LO PIERDAS:   El Mundo, paradigma del periodismo basura

Sólo los corruptos, y Losantos pertenece al mundo de la corrupción, defienden lo indefendible, la transición como beatería. Todavía en 2008, cuando publiqué «Casta parasitaria» con el significativo subtítulo «la transición como desastre nacional» Javier Benegas -que ahora está enredado en un digital deleznable- me recomendó ponerlo entre interrogaciones. No hay nada por lo que preguntarse: la transición ha sido nefasta. Y el golpe de Estado lo dio un monarca aventurero con su mayordomo y la democracia únicamente la salvó un desconcertado Tejero.

Dicho lo cual, Losantos no tuvo ninguna relevancia en la transición; fue un militante de base de un grupo marginal maoísta, que sufrió un oscuro ajuste de cuentas. Y que está a punto de abandonar la escena, al tiempo que concluye la malhadada y nefasta transición.