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Fase I: Otoño muy caliente hacia la eclosión social

Redacción




Enrique de Diego.

Por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado está corriendo la especie de que este verano las vacaciones será breves porque se espera un otoño muy caliente e incluso una eclosión social. Un policía patrullero con mucho contacto con la calle me concreta que tiene dos familiares muy directos que no han cobrado los ERTES y no tienen literalmente para comer. Otro me dice que el Gobierno está curándose en salud con insinuaciones de acusaciones de golpe de Estado, pero el ambiente está muy caldeado. Uno más dice que al Gobierno le ha venido de perlas la purga en la Guardia Civil. Un cuarto lamenta las manifestaciones antirracistas de Podemos en las que se grita «policía, racista». ¡Lo que faltaba! Caldeando el ambiente contra la Policía. «Lo grave es que pongan a unos españoles contra otros».

Si no pagan los ERTES, no cabe confiar demasiado en la renta mínima. Y si tienen éxito el brutal efecto llamado de la televisión y las radios marroquíes cuando vean Mohamed cobrando la paguica a costa nuestra, el enfado puede ser mayúsculo. Y va a parecer y va a pasar por delante y Dios quiera que no haya fallos burocráticos o que no haya dinero para la renta mínima.

Momentáneamente, hay malos presagios en el ambiente. La gente no entra, por precaución, en los bares de Madrid y el extrarradio. Miedo al contagio, al rebrote, pero sobre todo ahorro para el día de mañana, que se espera peor, y en octubre Dios sabe que pasará. Vienen las vacaciones como una falsa tregua en este drôle de guerra, en la que no pasa nada y se incuba todo, pero la gente dice que se tomará 4 ó 5 días y sin ir muy lejos, porque septiembre y octubre está ahí amenazantes y las nubes vienen preñadas de tormentas y pueden descargar.

Lo que se percibe ya con claridad es la disociación entre los medios de comunicación y la calle, entre la opinión publicada, y sobre todo televisada, y la opinión pública. Dos mundos separados. La televisión ha gozado de credibilidad hasta el momento, no sé porqué porque la manipulación es estomagante y produce hastío, pero ahora las gentes se han dado cuenta, notan que no les refleja, que están en otro planeta y lo están, en el planeta de privilegios del Estado de partidos. Los medios han perdido credibilidad a chorros y éste es el primer paso para quitarse las cadenas una sociedad adocenada y pastueña, que no ha estado a la altura, que ha dormitado, porque esta situación era previsible, aunque el coronavirus la ha acelerado y la ha agravado. La gente enciende la tele y no sabe que creer, no saben distinguir lo que es verdad o mentira, pero expande un hedor luciferino y la conclusión más obvia y hasta cierto punto descorazonadora se resume muy bien el título de un programa de La Cuatro: todo es mentira.

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Así que rogad a Dios pero mantened seca la pólvora, que decía Cromwell. Pudiera ser que en septiembre o en el mítico octubre de la revolución bolchevique se desaten los conflictos y haya una eclosión social. Pero, ¿quién convoca, quién la capitaliza? ¿Podemos? Su capacidad de convocatoria es menguante, ahora mismo no consigue reunir a más de tres mil personas. Pablo Iglesias da muestras de ser un macarra, que exige despliegues de guardias civiles inusitados y estrambóticos, ante su casa. No, la revolución bolivariana ni está, ni se la espera. La gente ve a Podemos parte del problema, del infectódromo del 8 M, de la imprevisión gubernamental, de los gestos inconsistentes y zafios. ¿Vox? Los de Abascal, que son tres y pare usted de contar, el de los anticuerpos españoles, Javier Ortega-Smith, el pedante Iván Espinosa de los Monteros y la marisabidilla y pagada de si misma, Rocío Monasterio, necesitan baños de masas, se alimentan en su egocentrismo de energía patriótica, pero además de hacer el hortera, como en el autobús de Castellana, no tiene hechura, ni cuajada. Eso sí, si la sociedad civil, que no existe, se reconstituye y sale a las calles, Vox en un primer momento intentará estar ahí para ser finalmente sobrepasado, por la fatal arrogancia de no tener realmente ningún plan regenerador y porque se inhabilita cada día dando gritos de ¡viva el rey!, situándose como partido dinástico.

Sólo hay una alternativa válida y cuerda, es la que se contiene en mi libro «República Constitucional», pero me temo que estoy fracasando. Separación de poderes, por ende una Justicia independiente, y no esta cloaca que nos ha toca en suerte, diputados de distrito con sistema mayoritario a doble vuelta, con representación plena, sin otro mandato imperativo que el de sus electores que, en cualquier momento le pueden revocar, presidente de la república-presidente del Gobierno elegido en circunscripción nacional, no dependiente de los territorios, adiós a los separatismos. La solución a todos los gravísimos problemas de la Patria; un ideal de cordura; una esperanza capaz de apasionar los corazones e ilustrar las mentes; en 22 páginas, 1,53 euros. Un gran proyecto nacional para que la eclosión social no se pierda en los placeres de la loca anarquía. Pero que necesita masa crítica. Tras el primer impacto, el tremendo impacto del programa La Voz del gran César Vidal y ahora cabalgando a trote borriquero hacia puestos mediocres. Como me dijo aquel amigo: tú problema, Enrique, es que te lanzas al ataque y cuando miras hacia atrás no te sigue nadie. Observo en puestos mejor situados un libro de Jesús Cintora, un parlanchín inconsistente, y varios de Miguel Ángel Revilla, en línea con su papel de abuelo porreta dotado de un falso sentido común; dos ejemplos de la cultura televisiva, que a nada conduce; del Estado de partidos, que nos ha llevado a la ruina y quizás al hambre. También tres libros en inglés sobre el antiracismo, tres fustigaciones contra los blancos, la última estulticia de la factoría George Soros. Podría sentirme satisfecho como autor, puesto que se ha vendido mucho, pero resulta frustrante, pues va camino de no alcanzar su objetivo, obtener esa masa crítica que de contenido a la eclosión social; un modelo político que necesita entre 450 y 600 políticos, estadistas, frente a los 400.000 actuales de la partidocracia. La «República Constitucional» corre el peligro de perderse. Como dice María Jesús Alfaya, subirectora de la Voz, el libro es «la mecha que puede prender en la indignación». Siempre que haya masa crítica.

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