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Clases medias: Amos y esclavos

Redacción




Espartaco, líder de los esclavos. /Foto: filmaffinity.com.
Espartaco, líder de los esclavos. /Foto: filmaffinity.com.

Enrique de Diego

Una sociedad sin clases medias es una sociedad sin estabilidad, abocada al conflicto; es también una sociedad sin un colchón societario para el progreso y la innovación.

La instalación de una casta parasitaria depredadora que ha de confiscar los bienes de las clases medias para mantener egoístamente sus privilegios, la compraventa preferente del voto de los sectores menos favorecidos, incluso el proceso de sustitución de la población autóctona por una inmigración que aporta mano de obra barata, en un primer momento, y que luego se convierte en sector drogodependiente de las ayudas estatales, aboca a la sociedad española, en un proceso cada vez más acelerado, a una sociedad de amos y esclavos. Ese es el horizonte que perciben los jóvenes españoles, que cada vez en mayor número se ven obligados a emigrar, en un proceso que nos retrotrae a la etapa anterior a 1.959.

La clase alta española aumenta, a pesar de la crisis, de modo que ha pasado del 8,4 al 8,9. Tiene privilegios fiscales y, en la medida en que cuenta con el respaldo o el favor de la casta parasitaria política, también tiene a su favor ciertos niveles de impunidad judicial, como puede percibirse en la lentitud exasperante relativa a la depuración de responsabilidades en el saqueo de las cajas de ahorro. Son los amos.

Cada vez más españoles se ven obligados a trabajar por sueldos irrisorios o en la economía sumergida, al margen del marco laboral y de la protección de las leyes. Los puestos de los amos, en una sociedad con cada vez menor movilidad social, son heredados por los hijos de los privilegiados, mientras el resto de jóvenes se encuentran sin salidas.

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Las clases medias no sólo son un factor de progreso, sino que constituyen el humus imprescindible para la libertad política, para las libertades, desde su base de autonomía económica. Su depauperización aumentará la dependencia de una masa creciente de esclavos respecto de los amos. Por un lado, los esclavos tenderán a ser más sumisos y a aceptar con resignación recortes en sus libertades en aras a su supervivencia. Por otro, la sociedad se tornará más insegura y, a la larga, con mayores posibilidades de un estallido social.

Este proceso puede aún ser revertido, antes de que se atraviese un punto de no retorno al que nos acercamos peligrosamente, pero eso exige una regeneración democrática profunda que, por ejemplo, establezca como principio constitucional el presupuesto de equilibrio cero, de modo que el Estado, el político, no pueda gastar más de lo que ingresa y también una reducción sustancial del sector público funcionarial –de 3.200.000 funcionarios con los que cuenta España (el doble que Alemania que tiene el doble de población), sólo 800.000 han accedido mediante oposición; por lo que cabe deducir que el resto han sido colocados por los partidos. Sólo con una sociedad con pocos políticos y bajos impuestos, pueden sobrevivir las clases medias españolas hoy en riesgo inminente de extinción.