Enrique de Diego
En 1971, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon envió a su hombre de confianza, el general Vernon Walters a entrevistarse con Franco. La primera potencia mundial estaba interesada en evaluar la estabilidad de un aliado fiel e importante, tras el óbito del dictador.
Se trataba, pues, de una misión delicada en lo personal y la entrevista en el austero Palacio de El Pardo se perdía por diversos derroteros de política internacional, hasta que el propio Franco indicó que “usted quiere saber qué sucederá después de mi muerte”. Walters se dispuso a escuchar. Franco le indicó que habría pornografía y democracia, no en el sentido norteamericano, precisó, pero que la estabilidad de la nación no peligraría, porque “dejo algo que no me encontré cuando llegué, la clase media española”, a la que situó como su principal monumento, y no el Valle de los Caídos.
La reflexión era por completa correcta: en efecto, la clase media española se generó en el franquismo y también en que esa clase media dotaría de estabilidad a la nación fueran cuales fueran los avatares y los errores, que han sido muchos. Tenemos la fecha concreta en la que la clase media se expande hasta hacerse mayoritaria: 1959, con el Plan de Estabilización del ministro de Industria, Alberto Ullastres, el primero de los que dieron en conocerse como los tecnócratas (anteponían el progreso a la ideología) y, sin duda, el político más eficiente y exitoso en el terreno económico de la historia de España. Sólo el sañudo ajuste de cuentas –tan ridículo como patético- con el franquismo tras su desaparición ha podido conseguir que Ullastres sea hoy un desconocido por los españoles, que le deben mucho.
El Plan de Estabilización inició la industrialización de España, hasta ese momento dedicada casi por completo al sector primario; desreguló precios y sectores, fomentó la exportación, generó el despliegue de polígonos industriales. Ullastres fue un ministro muy popular que utilizó con gran pericia y naturalidad la televisión para divulgar conocimientos económicos a los españoles. En lo económico, fue un liberal ortodoxo y ofreció otro gran servicio a España con la negociación y firma del acuerdo preferencial con la Comunidad Económica Europea.
La emergencia desde el subdesarrollo
La renta per cápita de los españoles conoció entre 1960 y 1970 un crecimiento exponencial. Pasó de 290 dólares (8.000 pesetas) en 1960 a 2.400 dólares (186.000 pesetas) en 1970. Durante toda esa década, la media del crecimiento anual del PIB español fue superior al 8% (los españoles tienen una fácil comparativa con la actualidad cuando crecer el 1 o el 2 es considerado un éxito). Fue la España que pasó del subdesarrollo al teléfono, la televisión, los electrodomésticos, las viviendas de protección oficial, la segunda residencia, el seiscientos y el veraneo; la que tuvo acceso de manera generalizada a la educación y a la universidad, en una carrera abierta a los talentos. De esa manera, la clase media española pasó a ser el 55% de la población en 1970. Una situación inédita en la historia de España, que había tenido un convulso siglo XIX y una entrada traumática en el XX, con la guerra fratricida.
Esa clase media pasó a constituir el humus de lo que se denominó el franquismo sociológico: un segmento mayoritario de la población, básicamente adicto al régimen sin apasionamientos, y refractario a cualquier aventurerismo. Sobre esa base de satisfacción social, de movilidad y progreso, se pudo hacer el proceso que conocemos como transición, con sus luces y sus sombras.