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Ignacio Aguado, pesado lastre para un Ciudadanos con plomo en las alas

Redacción




Miguel Sempere.

Ignacio Aguado, vicepresidente de la Comunidad de Madrid por Ciudadanos ya ha tenido sus diez minutos de gloria. Fue con la dimisión de Cristina Cifuentes, donde se mostró como el prepotente acomplejado que es. «La dimisión de Cristina Cifuentes llega tarde pero pone fin a una etapa oscura». Ahora le toca simplemente sobrevivir a duras penas y estar lo más callado posible, porque está amortizado.

En los prolegómenos de las elecciones, el gris Ignacio Aguado volvió a tener sus diez minutos de gloria que todo mediocre busca, al decir de Wandy Warhol. Recibió una llamada de Angel Garrido, presidente de la Comunidad de Madrid en interinato, en que se le ofrecía. Era el gesto del resentido, porque la hemeroteca estaba llena de declaraciones contra Ciudadanos del interfecto, pero toda vez que no repitió a presidente de la Comunidad de Madrid se cogió un rebote de mucho cuidado, de modo que despreció la bicoca de un puesto de salida de eurodiputado y se ofreció a Ignacio Aguado. En mala hora. Fue una bofetada al PP, de la que sacó pecho Albert Rivera, como diciendo que Ciudadanos se disponía a sustituir al PP. La figura gris de Ignacio Aguado subió como la espuma. Por un momento pareció algo.

Pero el tiempo siempre pone las cosas en su sitio. El fichaje de Angel Garrido visto con perspectiva fue una gran cagada. El PP tiene la herida sin cicatrizar y clamando venganza. Cuando Ciudadanos se pierde en la irrelevancia y la única salida lógica, aunque de derribo, es apuntarse de uno en uno a España Suma, el fichaje cuenta en negativo y la presencia de Ignacio Aguado resulta molesta.

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En el momento actual, su supervivencia depende de Vox, de su odiada Rocío Monasterio. Si el gris Ignacio Aguado no quería chocolate, dos tazas. En los Prespuestos va a tener que plegarse a sus exigencias, a acabar con las «subvenciones ideológicas», él que funciona satelizado de la izquierda, siguiendo de sus dictados, pero quién va romper ahora un acuerdo e irse con el PSOE cuando éste, en el ámbito nacional, va de la mano de Podemos y con el respaldo de los independentistas, incluidos los diputados de Bildu.

El gris Ignacio Aguado ha de diferenciarse y no sabe cómo. Su estrategia de estar en el Gobierno y hacer la oposición en la Asamblea de Madrid ya no funciona, ya no cuela. Se ha ganado demasiados enemigos, incluso en su propio partido donde hizo el más soberano ridículo autoproponiéndose para sustituir a Albert Rivera, lo que sentó muy mal, aunque luego salió por el registro de que lo hacía para animar a Inés Arrimadas, la que abandonó Cataluña. Lo que no tiene el gris Ignacio Aguado es ni amigos, ni aliados. Ignacio Aguado está quemado como político. No lo quiere nadie. El tiempo ya no juega a favor, lo hace claramente en contra.