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Antonio Jiménez, lastre pesadísimo para Trece

Redacción




Luis Bru.

Termina el año la Trece hundida en la mediocridad, con un 2 de share, y el puesto número 13 de las televisiones; Trece en el trece, ya le vale. El culpable, el único culpable es Antonio Jiménez, garbancero donde los haya, sin nervio, sin pulso, pero hablando por los codos, y llevando a unos contertulios desganados y cansinos, con decir que tiene destellos Bieto Rubido, director de Abc, que aburre a las ovejas en su engolamiento superlativo, que simpre dice las cosas trilladas con énfasis de ministro de Alfonso XIII.

Hubo un mes que Trece despegó y pareció que tocó el cielo, sacó pecho, fue en agosto donde hizo un 2,4 de share. Cualquier empresario lo que hubiera seguido igual que ese mes, mejorando continuamente, ilusionando a la gente, pero, ya se sabe, los obispos son muy malos empresarios y contra la Trece llevan perdida una millonada, pero paga la crucecita, que les debería dar vergüenza. El mes de agosto fue diferente al resto porque Antonio Jiménez no dio el pestiño sino que se tomó vacaciones, nada merecidas, porque es un vago de siete suelas, que ni puede hacer el programa los viernes, no sea que se hernie.

La leyenda de Antonio Jiménez se labró en El gato al agua cuando se votaba y ganaba siempre Enrique de Diego, lo que levantaba envidias de los mediocres. Toda, pero toda la producción se la hacía Julio Ariza, invitaba a los políticos con los que quería quedar bien, fichaba a los contertulios y conseguía las noticias. Antonio Jiménez sólo ponía el papo y la labia atorrante.

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Llegaba tarde después de haber tenido unas comidas pantagruélicas, bien regadas con vino y bebidas espirituosas, que le daban un carácter insoportable, que lo pagaba, en los cortes de publicidad, con los técnicos. Cuando se acumularon los meses impagados, fue a llorarle a María Dolores de Cospedal, que era secretaria general del PP, porque Jiménez es pepero garbancero, de consigna y argumentario, sin salirse del guión y sin ninguna creatividad, que El Cascabel da pena de lo muermo que es, porque no trabaja, y así el programa es cada peor, de facilón y previsible.

Le protege Carlos Herrera. Que Antonio Jiménez vive de las influencias, pero no de hacer un buen programa. Los obispos sabrán, que saben poco. Mientras esté Jiménez al frente del prime time de la Trece se puede asegurar que será un desastre. En 2020 seguirá hundida en la mediocridad, eso seguro, por muchas películas del Oeste, repetidas, que echen, que de ellas viven. El Cascabel ha degenerado y es rancio, casposo y alopécico.