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Los fantasmas de Ismael, cine para cinéfilos y amantes de un cine diferente

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

Ismael es el tipo de director que a mí me encantaría ser, porque se permite a sí mismo hacer todo lo que para mí está prohibido. Es un tipo soez, y maleducado, y que se atreve incluso a disparar a su productor con un arma. Admitámoslo, todos los directores hemos querido alguna vez matar a nuestro productor. Así que, en resumen, Ismael es como un pequeño demonio sobre mi hombro izquierdo.

ARNAUD DESPLECHIN

Los fantasmas de Ismael es una película dirigida por Arnaud Desplechin con Mathieu Amalric, Marion Cotillard, Charlotte Gainsbourg, Louis Garrel. El argumento parte de una premisa que se convierte en homenaje al clásico Ocho y medio de Federico Fellini ( en España Juan Pinzás tambien buceó en esta inspiración con su interesante Sombras de Nueva York ): Cuando se prepara para rodar su próxima película, la vida de Ismael sufre un vuelco con el regreso de un amor perdido hace veinte años.

Tras Tres recuerdos de mi juventud,  el cineasta Arnaud Desplechin construye su nueva película como un permanente ejercicio de cinefilia. La reflexión del cine dentro del cine a través del director que no sabe como ejecutar su película. El  alter ego del realizador es Mathieu Amalric en una notable interpretación. El artista tiene ante sí un fascinante juego de espejos, de mujeres y trayectorias. En un guiño a la maravillosa Vértigo de Hitchcock las mujeres de su vida son las atractivas Marion Cotillard, que interpreta a Carlota, su antiguo amor y Charlotte Gainsbourgh, Sylvia, el nuevo. Una regresa literalmente de entre los muertos para cambiar la vida del protagonista.

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Pero Arnaud Desplechin, aquí un director en pleno rodaje de un film de espías de quien es realmente heredero en el panorama del cine francés contemporáneo es del gran François Truffaut.

Desplechin parte de cierta perspectiva autobiográfica para convertir el deseo romántico y la pasión por el cine en las ideas rectoras de su obra. Como Truffaut desde luego, y también como Ingmar Bergman (Persona, Pasión, Como en un espejo ). En su película dibuja un intenso drama romántico en torno a la dualidad. De la vida, del amor, del arte.

Y como James Stewart en Vértigo (A. Hitchcock, 1958), el realizador encierra a Ismael entre dos mujeres opuestas, Sylvia (maravillosa Charlotte Gainsbourg), que representa la estabilidad del presente, y su antigua esposa Carlotta (Marion Cotillard), la pasión turbulenta del pasado que regresa de entre los muertos tras años desaparecida.

El punto de partida, el desarrollo es sin duda de gran interés. Es cierto que el relato va oscilando entre el presente y el pasado y a veces vacila en su estilo. Hay momento de suspense, otros de drama filosófico con algún punto de comedia no siempre bien engarzada con la temática central de la película.

Brilla el estilo en escenas como el encuentro entre Ismael y su suegro o la extraordinaria conversación entre Ismael y Carlotta. Aquí la teatralidad de las interpretaciones tiene su justificación en los diálogos y en el juego de miradas de sus protagonistas. Al final tanto Cotillard como Gainsborough roban los planos al director. Pero éste era sin duda el deseo del autor.

Película en suma para cinéfilos y amantes de un cine diferente que puede convivir perfectamente con los grandes espectáculos de la Navidad fílmica.

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