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Los pilotos no mueren, solo vuelan más alto. Un majestuoso Mc Donnell Douglas RF4C

Redacción




Loreto Román y José Ángel García

Conocer un poco más de nuestra historia del vuelo, curiosidad, tiene siempre un atractivo inmenso y más si tenemos en cuenta que las referencias a estos momentos históricos los tenemos ahí, a la vista, y permanecen desconocidas para muchos en los cuales me incluyo. Pero es más, no solo curiosidad, es también casualidad. Sí sí, como os digo, casualidad y ahí lo dejo. Comprobaréis si es o no cierto. Todo empezó por “hay un pequeño pueblecito castellano, de Palencia, en el que por cosas del destino han nacido varios aviadores presentes y pasados del Ejército del Aire, y la historia más bonita es la de dos hermanos que en la Guerra civil volaron y lucharon en dos bandos diferentes. Para conmemorarlo se colocó allí un monumento, un RF4C del ala 12, Titanes, en concreto el Titán 57”, me informaba José Ángel García. Y fue más que suficiente para que él mismo elaborase este estupendo texto de nuestra historia del vuelo. Como anteriores artículos, seguidme, volaremos con aquellas máquinas y acompañaremos a aquellos valientes pilotos. Vamos allá.

César Campo.

¿Os habéis parado a pensar por un momento en la posibilidad estadística de que en un pueblo de 400 habitantes de Castilla nazcan varios pilotos de nuestro Ejército del Aire? Realmente, 1 sería dentro de los cálculos probabilísticos algo posible (aunque bajo), pero en este pequeño pueblo situado en Palencia en una zona donde el buen yantar, el buen beber y el buen vivir se conjugan, nacieron dos hermanos, que rompieron esa estadística, y no son los únicos, porque hay más con origen y o procedentes de Antigüedad, “cuna de pilotos” como a los carreteños les gusta decir.

Nos tenemos que trasladar a una época pasada, más bien a un siglo pasado, un momento en el que la aviación en España comenzaba a tomar forma y unos años muy convulsos (no quiero hacer una lección de historia de ello). Unos años en los que los pilotos no se “hacían” como hoy en grandes Academias como la General del Aire, nada de eso, entonces volar era diferente, era casi caballeresco (no olvidemos los épicos combates aéreos de la primera Guerra Mundial), aventurarse a surcar los cielos era una aventura y las máquinas las podríamos definir como unas “bicicletas con alas”… A ver, que me desvío del tema que nos ocupa, de los dos aviadores Cesar y Augusto Martín Campo

Cesar nace en Antigüedad al igual que su hermano (¿obvio verdad? Porque de otra manera no tendría sentido esta parrafada), ambos deciden ingresar en el arma de Caballería y, siendo Cesar el mayor, Augusto lo hace con la intención de estar a las órdenes de este. Cesar en tres años consigue el grado de alférez y después de servir en el Regimiento de Lanceros de Borbón, solicita en 1930 acudir a un curso de “observadores de Aviación”, pero hablemos ahora del hermano pequeño Augusto, porque el verdadero inductor del interés del Cesar por la aviación militar fue el.

Augusto, mientras disfrutaba de un permiso en Madrid, conoce al que a la postre sería el Jefe de la Aviación Republicana D. Andrés García Lacalle y los dos, llevados por la pasión por volar ingresan en una escuela de aviación civil. Mientras tanto su hermano Cesar (al que habíamos dejado realizando el curso de observador de Aviación también en 1930) consigue el grado de teniente ya con el título obtenido y es destinado en Nador, hasta que un año más tarde acude a Albacete y finalmente a Alcalá de Henares donde ya comenzará su verdadera formación de Aviador y obtendrá ya el título de piloto de “Aeroplano de Guerra” en 1932.

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En ese tiempo, su hermano Augusto realiza la “suelta” (que bonito momento ese para cualquier aviador, aunque los nervios te atenacen) en un Avro 504 en 1928, y en 1932 ya había conseguido convertir sus alas civiles en militares, obteniendo en 1932 el “título de ametrallador/bombardero” y siendo sargento es destinado a la base de los Alcázares de Cartagena como instructor de ataque a tierra.

Y comienza entonces en España uno de los episodios más cruentos de nuestra historia y que afectará a estos dos hermanos aviadores carreteños. Cesar se encontraba al comienzo de la Guerra Civil en Madrid, concretamente en Getafe y su hermano Augusto en Los Alcázares, era el año 1936. Este territorio, al igual que Madrid, donde residían su madre y sus tres hermanos pequeños, era zona “republicana” (por desgracia todos conocemos lo que ocurrió en esas fechas y como nuestro país quedo dividido en zonas controladas por uno u otro bando). Los dos hermanos, con ideas políticas diferentes a las imperantes en la zona donde se encontraban, piensan en desertar e incorporarse a lo que siempre hemos conocido como “nacionales”. 

Cesar tiene como objetivo Burgos y para conseguirlo “toma prestado” un Nieuport 52 consiguiendo aterrizar sin mayores problemas en la ciudad Castellana uniéndose entonces a la escuadrilla que el capitán Chamorro estaba organizando para la defensa del llamado sector Peguerinos, siendo finalmente su base el aeródromo de Olmedo. Desde este punto intentan impedir los bombardeos que las tropas gubernamentales y sus Breguet y Potez (que Francia envió a España como ayuda al gobierno republicano) realizaban a las tropas nacionales.

¿Qué ocurrió con su hermano Augusto? Pues la mala suerte se cebó con él, ambos habían convenido que a la recepción de un mensaje cifrado que enviaría Cesar emprenderían los dos su periplo, pero un cambio de destino súbito de Augusto impidió la recepción del mismo truncado de esa manera sus posibilidades de volar hasta Sevilla (no olvidemos que Augusto estaba en Murcia). Es entonces, cuando se conoce la deserción de Cesar, momento en que su Augusto es encarcelado y aunque es finalmente excarcelado, la sospecha y las amenazas para con su familia se mantuvieron durante mucho tiempo. 

Poco a poco Augusto fue librándose de estas sospechas a costa de realizar unos esfuerzos ímprobos en el frente, pero sus penurias no tardarían mucho en volver y aunque voló los nuevos Polikarpov RZ “Natacha” la sombra del hermano fugado y una acusación de deserción en junio 1937 dan con su vida en la cárcel condenado a 30 años de trabajos forzados.

La vida de Cesar tampoco fue fácil, siempre hubo quien lo consideró un espía del bando republicano, pero durante un tiempo voló obteniendo grandes éxitos y estando al mando de una escuadrilla de Heinkel 51 se consiguió la destrucción e incendio de diez aviones en el Aeródromo de Andújar. Durante ese tiempo formó parte de una curiosa forma de bombardeo llamada “la cadena” que consistía en un ataque continuado de bombardeo cual eslabones de una cadena.

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El destino quiso que finalmente la vida de estos dos hermanos, aviadores y pioneros de la aviación en Antigüedad finalizase en el año 1937, al menos, “oficialmente”. 

El capitán Cesar Martín muere en Reinosa en un accidente con su montura mientras prestaba apoyo a los Tercios de Navarra al intentar atravesar una zona escarpada  cuando el tiempo había empeorado en su afán por cumplir la misión que le había sido encomendada. 

Su hermano el teniente Martín Campo del que se sabe fue encerrado en la cárcel de Montjuich, “desparece” sin volver a tener noticias de él hasta el presente. Como contrapunto a esta desaparición de Augusto, Cesar es ascendido al grado de comandante y distinguido con honores por sus superiores.

Estos dos hermanos de vidas azarosas no son los únicos aviadores de este pequeño pueblo, tres pilotos más nacerían en o de Antigüedad, Valentín Marcos Clavero alférez piloto del Ejército del Aire, Andrés Sanzo Gil piloto de caza y de madre oriunda en Antigüedad y Jorge Clavero Mañueco también piloto de caza.

Hoy, como no puede ser de otra manera, este pueblecito, oculto de las miradas de los automovilistas que discurren por la autovía hacia el norte, luce un monumento dedicado a estos ilustres pilotos, un majestuoso Mc Donnell Douglas RF4C se muestra orgulloso indicando con su “nariz” el cielo, cielo al que vuelan todos los aviadores cuando mueren, porque todos sabéis que los aviadores no mueren, sólo vuelan más alto. Como los “Titanes” (indicativo de radio Titán el que usaban estos CR12) tres poderosas vigas de hierro sostienen este avión icónico donde los haya y que durante mucho, mucho tiempo sirvió como plataforma de reconocimiento a nuestro Ejército del Aire 

Os invito a que si algún día vuestros pasos os llevan por tierras Castellanas, no olvidéis pasar por Antigüedad ya que además de deleitaros con su comida, bebida y arte, podréis hacerlo con ese “pájaro de hierro” y sentir lo que todos los que amamos a nuestro ejército del aire y la aviación en general sentimos al ver a “Titán 57” pareciendo flotar en su elemento.

Os espero en Antigüedad… Allí estaremos José Ángel, seguro.

Bibliografía: 

Emilio Herrera Alonso, Cien Aviadores de España Ministerio de Defensa año 2000 (Herrera Alonso)

“Hermanos Martín Campo” Jorge Clavero Mañueco Revista de Aeronáutica y Astronáutica