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Vox, menos que un partido

Redacción




Josep Sansano.

Vox ha abierto en Alicante capital sede, situada en la calle Isabel La Católica, 22. No ha sido inaugurada ni se ha informado a los militantes. En Vox los militantes, desde el autogolpe de Santiago Abascal el 23 de febrero, no pintan nada. El alquiler de la sede cuesta 500 euros más IVA. Se trata de una sede para el disfrute exclusivo de Mario Ortolá, candidato a la alcaldía de Alicante, y amante de la ya diputada autonómica, Ana Vega.

Ana Vega, en el mitin de Santiago Abascal. /Foto: ramblalibre.com.

En la noche electoral, las dos decenas de militantes y simpatizantes que fueron a la fiesta del partido al Hotel Meliá se encontraron con un ambiente de desfonde. Las expectativas no se habían cumplido, pero Ana Vega ya tenía su sueldo, que es de lo que se trataba. El catering para los asistentes era muy caro, mientras los dirigentes se regalaron una opípara cena, gratis total. Toda una cultura del desprecio al militante.

Vox es menos, mucho menos que un partido. Los militantes sólo tienen la función de aportar fondos para el partido, sin ningún derecho a cambio. El principio tributación, representación ha sido roto por completo. Se trata de un partido jerarquizado pero de una manera caótica y, en muchos aspectos, inmoral. La clave es tener acceso a Santiago Abascal o a Javier Ortega. El único mérito es el amiguismo y de ahí deriva el nepotismo irrestricto. Ana Vega y Mario Ortolá es una pareja sin relevancia profesional ni social, que a muchos resultan estomagantes. Ana Vega, con el respaldo de Javier Ortega, que nunca fue boina verde en Rabassa, y que parece que estuvo siempre en oficinas en Colmenar (Madrid), dio su propio autogolpe en el Comité Ejecutivo Provincial laminando a la gente válida. El único objetivo era colocarse. Vox es una oficina de colocación, con la excusa de España; trepismo camuflado tras la bandera nacional. Y los que se colocan, tiran para atrás.

Ana Vega, David García Y Mario Ortolá.

No sólo Ana Vega y Mario Ortolá, cuyos planes de boda se remiten a la patriótica fecha del 12 de octubre, se han colocado en las listas, también iba el padre de Ana Vega en el número 3 al Congreso. En la vecina localidad de San Vicente del Raspeig lo que ha funcionado ha sido la conexión directa con Santiago Abascal. El compañero de excursión al monte Maigmó, David García es ya diputado autonómico y ahora compite para ser alcalde de la localidad. Es un excarretillero de Seur, con escasa preparación. La lista ha tenido que ser completada con el suegro de Abascal y la hermana de Ana Vega. Todo queda en casa. Dos familias de sangre han ocupado todos los puestos, triplicando su presencia en listas electorales.

¿Es que Vox encuentra tantos problemas para completar sus listas? Hay un dato que echa por tierra ese argumento falaz, esta mentirijilla. En Alicante, una provincia en la que prendió pronto con cierta fuerza la llama de Vox, los militantes oscilan entre 1.800 y 2.000. Entre ellos hay gente muy preparada que no ha sido tenido en cuenta. La clave es tener el móvil de Santiago Abascal o el de Javier Ortega, porque no hay caminos regulados para la participación. Las protestas caen en saco roto.

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Vox no es un movimiento, como han demostrado los datos electorales, en los que las expectativas no cumplidas producen frustración, pero tampoco es un partido. Es el chiringuito de Abascal y de la pequeña cúpula madrileña. El partido tiene poca implantación territorial, pero además está paralizado. No ha hecho campaña. Ni tan siquiera han repartido las papeletas entre militantes y simpatizantes. La inutilidad se tapa habitualmente tras un mensaje conspiratorio. Hay una tendencia instintiva a echar la culpa a otros de los clamorosos y constantes fallos de organización. En realidad, no hay organización como tal. Todo depende de “Madrid”, todo debe ser consultado a “Madrid” y “Madrid” hace tiempo que no responde, como si estuviera colapsado. De esa manera, no hay prácticamente actividad, fuera de las cuchilladas para controlar los puestos; una crítica que Vox hacía a los demás partidos y que en su interior se ha exacerbado a límites casi insospechables.

David Pérez Brígido, segundo por la derecha. /Foto: actualidadcomarcal.

El caso paradigmático y estrambótico de Benidorm

De los 114 ayuntamientos en los que se va a dirimir el equipo de Gobierno el 28 de mayo Vox sólo presenta candidaturas en 22. Con esos 1.800-2.000 afiliados, esto es un fracaso de partida. En algunas localidades se ha entrado de lleno en el esperpento. Es el caso de Benidorm. Ana Vega, con al apoyo de Javier Ortega, primero destruyó la Agrupación, que era la que mejor funcionaba de toda la provincia. Después Ana Vega fabricó una candidatura esotérica sin ninguna relación con Benidorm. El número 1 tuvo que dimitir antes de empezar, entre otras cosas porque no podía presentarse. David Pérez Brígido está condenado a 2 años de cárcel por violencia machista y también inhabilitado para ese tiempo para sufragio pasivo. Lo llamativo es que Vox pidió a sus posibles candidatos certificado de penales, pero en Vox casi todo es mentira y desorganización. El que encabeza ahora la lista, Diego Ramón del Castillo Gómez-Cambronero, no está ni tan siquiera censado en Benidorm, por lo que no podría ni votarse. Proviene de Democracia Nacional, partido con el que concurrió en las elecciones al Congreso y al Parlamento autonómico en 2003 y 2004, tal y como ha informado El Diario. Cuando la periodista de ese medio se ha puesto en contacto con él para contrastar la información ha respondido: “yo con periodistas no hablo”. Una respuesta que habrá encantado al secretario de Comunicación, Manuel Mariscal, quien ha establecido el dogma de que Vox sólo se debe comunicar a través de redes sociales. La anterior secretaria de comunicación del CEP alicantino, Carmen Gomis fue defenestrada por cuestionar ese criterio, aunque ahora Santiago Abascal ha venido a darle la razón: las redes sociales no son suficientes.

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El único acto de campaña, el mitin de Santiago Abascal

El único acto real de campaña de Vox en Alicante y toda la provincia fue el mitin de Santiago Abascal en el polideportivo ‘Pitiu Rochel’ de Alicante, dentro de la gira plebicistaria del líder del partido. Vox es una autocracia, una dictadura, como resume el director de campaña, Eduardo Martínez Fuster, que se describe a sí mismo como “fontanero” de José Joaquín Ripoll, imputado en el caso Brugal. Entre el líder y las bases no hay contrapoderes pero tampoco vías de comunicación. El naufragio en las elecciones locales es muy previsible. Los candidatos no conceden entrevistas, no hacen declaraciones, porque esa es la consigna de ese “Madrid” colapsado, y los periodistas, hartos de desprecios de fantoches, no se las van a pedir, y Abascal, obviamente, no va a ir pueblo a pueblo.

En su sede particular, en la milla de oro de Alicante, Mario Ortolá mantiene reuniones discretas. En Vox, las provincias nunca han tenido dinero, sus cuentas corrientes siempre han tenido saldos bajos. La cuota mínima de 9 euros es íntegramente remitida a Madrid. Si alguien sobrepasa esa cifra, ese remanente se queda en la local. Ahora Vox va a recibir más de 2 millones de euros de subvenciones por sus resultados electorales, lo que parece explicar que se presentara en sitios donde no tenía ninguna posibilidad, como Álava o Navarra. No se sabe si algo de ese dinero llegará a las provincias, aunque se duda mucho. Tampoco se sabe con qué medios afrontará cada candidatura las elecciones locales y las autonómicas.

Vox es un caos. Propiamente, no existe como partido; es un conjunto de movimientos espasmódicos, dependientes del favor del césar o de su tribuno. Alicante no es la excepción, sino la regla. Lo aquí reseñado está generalizado.

Roza incluso lo esotérico. No es extraño, en este panorama, que la candidata número 4 de Benidorm, Elisa Isabel Alonso Montoro, tenga por oficio el de pitonisa con las cartas del tarot. Quizás ella sabe algo que los demás militantes de Vox ignoran, aunque en realidad, los militantes de Vox lo ignoran todo, son un cero a la izquierda pagando cuotas.