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Hundimiento de Podemos y la imposibilidad metafísica de un referéndum

Redacción




Editorial.

Todas las encuestas marcan la tendencia a un hundimiento de Podemos. El nivel de ese hundimiento es lo que diferencia a unas de otras. Ese cataclismo democrático se lo han ganado a pulso los podemitas y no sólo por sus divisiones internas, carentes de motivación ideológica y basadas exclusivamente en riñas personales, sino, sobre todo, por su irrelevancia y por su degeneración en estricta casta. El emblema de esa degeneración brutal es, sin duda, la mansión de la pareja que detenta el liderazgo en Galapagar la Navata, en abierta contradicción con todos sus principios y con todas sus declaraciones anteriores. Además, Podemos se ha satelizado respecto al PSOE, de forma que el voto a esa formación se ha tornado inútil.

Sin embargo, su poder destructivo se mantiene, pues una de las hipotéticas combinaciones gubernamentales de futuro pasaría por la reedición de la esotérica coalición ahormada con la moción de censura a Mariano Rajoy. Es decir, la peor pesadilla nacional sería un gobierno sustentado sobre una mayoría parlamentaria surgida de la suma de los escaños del PSOE, Podemos y los separatistas. Para despejar por completo ese horizonte las tres formaciones que pugnan por el voto de derechas deberían haber acudido en candidaturas unitarias, pero es harina de otro costal o agua que ya no mueve molino.

Para ponerse en posición de entrar en la alta traición, Podemos va a incluir, tal y como ha anunciado Pablo Iglesias, el llamado referéndum de autodeterminación. No conviene generar falsas esperanzas que sólo provocan frustración. Tal cosa es imposible metafísicamente que suceda o pueda producirse, pues entra dentro de los delitos de rebelión y secesión. El golpe de Estado del separatismo catalán no reviste gravedad por la unilateralidad sino por el hecho en sí. No existe una senda bilateral a la autodeterminación, porque tal cosa no es, por supuesto, un derecho, ni tampoco una posibilidad pues es la nación preexistente la que legitima la Constitución y las instituciones y no al revés. La unidad de España no es una convención del derecho positivo, sino la consecuencia del plebiscito de los siglos, en un territorio objetivo. Quienes osaran pretender tal cuestión como un referéndum para romper la unidad de España serían delincuentes, también si eso se hace desde el Gobierno de España o con respaldo parlamentario.

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Hay que recordar que el principio de autodeterminación fue utilizado en los procesos de descolonización con consecuencias desastrosas, habitualmente genocidas, en medio de conflictos bélicos. Es un principio absurdo y contradictorio, pues en su enumeración debe ser llevado hasta el extremo, por provincias, localidades, barrios, calles y casas. La absurda improcedencia de esa falacia está muy bien desmontada por el movimiento de Tabarnia, de gran profundidad intelectual.

Pablo Iglesias es un ignorante sectario, sin un proyecto nacional, lo que, en coherencia, le debería llevar a no presentarse a las elecciones.