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Carta a Santiago Abascal: Eres un dictador y lo peor es que te gusta; debías haber abierto el partido y no cerrarlo

Redacción




Enrique de Diego.

Nunca, Santiago Abascal, en la historia de la estupidez humana y la ignonimia un grupo humano se había reunido para decidir ‘democráticamente’ reducirse a la esclavitud, abjurando de todo derecho. Eso es lo que han hecho los militantes de Vox en la Asamblea General. En esa reunión pastueña, con una supuesta votación telemática que tiene tanta credibilidad como las de Maduro, se ha hecho la recreación de aquellos garrulos que al grito de ‘vivan las caenas’ desenganchaban a las mulas para ocupar ellos su puesto en la carroza de Fernando VII.

Una Asamblea, Santiago, a la que cinco días antes prohibiste asistir a los mismos que te siguieron a Vista Alegre. Una abyecta y nauseabunda reunión de casta a la que sólo podían asistir tus gauletier provinciales y los más afines de esas ejecutivas que nadie ha votado. De repente, todos aquellos de los que has estado viviendo, con sueldo y tarjeta a gastos pagos, no eran dignos de decidir su suerte con luz y taquígrafos, Parece mentira que el secretario general, Javier Ortega-Smith sea tan mal jurista, que haya sido incapaz de ver que ese aquelarre esclavista y esclavizador hace entrar a Vox en causa de ilegalización al proscribir el principio de representación lo que convierte a cualquier militante con autoestima y personalidad en un disidente, frente a la jerarquía de los garrulos, digo de los garrudos.

Eres, Santiago Abascal, un dictador y lo peor es que te gusta. Dicen las crónicas que respiraste satisfecho cuando llegaron los resultados del 93% de votos telemáticos afirmativos, como en Bulgaria o en la Unión Soviética. ¿Dónde queda aquel compromiso con las primarias y la representación de los estatutos fundacionales? ¡Oh! Sí, Santiago, es que venían una legión de arribistas dispuestos a entrar “hasta la sala de máquinas”. Pero, ¿te has mirado en un espejo, Santiago? Pero si el primer arribista, el arribista de los arribistas, el campeón nacional de los arribistas eres tú. Si hasta dicen que te dedicaste a desmovilizar a las provincias que te eran afines para que Alejo Vidal-Quadras –el que se lamentaba agriamente de que mentías y eras un traidor- se quedará a las puertas del escaño. Pero si has sido un mantenido del sistema y una de sus coartadas en chiringuitos sin función ninguna, salvo la de darte un sueldo.

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Reproduzco el decálogo para los cargos de Vox, muy castrense, aunque tú lo primero que hiciste es escaquearte del servicio militar y no jurar nuestra sagrada bandera. Está bien, ya veremos en qué queda, porque entre tu guardia pretoriana hay mucho empresario quebrado y trincón; mucho estafador con pedigree y la estafa es una vocación. Podrías empezar, sin tanta grandilocuencia, por lo mínimo, por exigir la inmediata dimisión de tu vicepresidente primero, Vicente González Coello de Portugal, condenado en firme por administración desleal; es decir, por haber falseado la contabilidad de Marmolerías Leonesas y haberse llevado el dinero de 60 familias, dejándolas en la calle. Lejos de eso, lo que has hecho ha sido alquilarle la sede nacional, con una sociedad radicada en Panamá y Luxemburgo.

Debías haber abierto, sin miedo el partido. Debías haber puesto un auténtico banderín de enganche. Abrir las amplias alamedas. Dejar que llegara gente valiosa. Intensificar la democracia interna, como establecía el proyecto nacional. Los arribistas ya están dentro. La llegada de los nuevos debía haber sido propiciada. Gente libre, sin ataduras, con autoestima, es mucho más eficaz que una organización jerarquizada de serviles, en la que los coordinadores están exigiendo adhesión y confianza y depurando a los mejores y más activos, porque sólo ven en ellos competidores. Esta Asamblea General de Vox, Santiago, ha sido un error, un inmenso error, dictado por una obsesión paranoica.

Te deseo, en cualquier caso, lo mejor en las urnas, porque las ideas son de extrema necesidad, como bien dices, aunque te las vas dejando a jirones, como eso de cobrar las subvenciones estatales a los partidos, que nunca iba a hacer Vox, y porque puedes dar muchos titulares.

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Mañana te escribiré sobre esa amistad peligrosa con Julio Ariza.