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El destrozo moral de Zaplana

Redacción




Enrique de Diego.

A la vista del cúmulo de información que se está filtrando sobre la actividad presuntamente corrupta de Eduardo Zaplana, e incluso obscenamente mafiosa, me parece de plena justicia reivindicar a la jueza María Isabel Rodríguez, que ha hecho un gran trabajo y que ha demostrado una humanidad excesiva permitiendo a Zaplana volver a su casa.

Eduardo Zaplana, con Felipe de Borbón, en Terra Mítica.

Según los informes de la UCO, Zaplana y su red, con Francisco Grau y Joaquín Barceló, habrían depredado 10,5 millones de euros, con comisiones del plan eólico y la licitación de las ITV recibidas de Sedesa, de Vicente y José Cotino, de los Cotino de la mierda, con un chorizo del Opus Dei como padrino. Hay grabaciones clarificadoras con el abogado uruguayo Fernando Belhot moviendo el dinero. En una escena propia de El Padrino, Zaplana hace gestiones mafiosas desde el Hospital de La Fe. Algunos nombres inducen a pensar que todo es verdad y más que verdad, como esa operación de intento de compra de Altea Marina de Campeones, puesta en marcha por uno de los empresarios de cabecera de Zaplana, Robert Edgar Bataouche Pérez, uno de esos pied noirs afincados en Alicante.

Eduardo Zaplana. /Foto: elperiodico.com.

Que Zaplana siga insistiendo en que no tiene dinero en Suiza es tan lógico como nada creíble. El destrozo producido por este personaje abyecto y amoral es tremendo, ha destruido hasta los tuétanos los resortes morales de la sociedad de la Comunidad Valenciana, sobre todo la alicantina, y durará una generación recuperarlos.

Zaplana es uno de los mayores errores de mi vida. En los años 90, cuando recalé en Alicante como Delegado de Abc, debí dejar que transcurriera el orden natural de las cosas y que Zaplana desapareciera. Era presidente del PP provincial, pero estaba acabado tras la publicación de las grabaciones de sus conversaciones grabadas con Salvador Palop, las del Opel Vectra, que reflejan al auténtico Zaplana, un hombre sin honor y sin palabra, un amoral que ha empeorado con el tiempo. Lejos de ello, le apoyé y le saqué adelante con respiración asistida diaria y en algunas ocasiones teniendo que levantarle del suelo de mi despacho.

Blas Gómez Cuartero.

Recalé porque la recién nacida redacción de Abc había nacido corrompida y había que poner orden. Tenía que haber despedido a aquella gente indigna de llamarse periodista, pero fui bueno hasta la ingenuidad y terminé pagándolo caro. Había allí, en la Calle Mayor, auténticas nulidades, sin estudios, sin cultura, que no sabían hacer la o con un canuto, como Blas Gómez Cuartero, alias Blas de Peñas, que terminaría haciendo suplantación de funciones como falso director de comunicación en la oficina del Defensor del Pueblo, o Luis Miguel Rodríguez, de capacidades periodísticas limitadísimas y que ahora está en el gabinete de prensa de la alcaldía del Ayuntamiento de Alicante, lo cual indica el nivel en el que se ha abismado este gabinete de prensa, la alcaldía y el Ayuntamiento. Con Luis Barcala el Ayuntamiento es la abominación de la desolación, una escombrera rollera con patrañas como Alicante digital.

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La operación de llevar a Zaplana a la presidencia de la Generalitat que lideré desde el Abc de Alicante tenía dos ideas fuerza: la vertebración de la Comunidad, su descentralización, y la lucha contra la corrupción. Zaplana era un corrupto vocacional sin enmienda y debí darme cuenta. Mea culpa. En el PP, una gran cantidad de mujeres han escalado posiciones abriéndose de piernas o haciéndole felaciones a Zaplana, con especial deleite mientras leía el resumen de prensa. Por esa senda transitaron otros como Gerardo Camps. Ese es el nivel de degradación del PP valenciano, cuya regeneración es imposible y lo mejor es que desaparezca. Todos, ellos y ellas, o casi todos se han dedicado no a robar sino a saquear. El nivel de corrupción alcanzado supera lo imaginable. Los socialistas tenían corrupción, pero era una minucia al lado de que la expandió Zaplana. Los socialistas se aprovechaban de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, pero los de Zaplana y su heredero Camps la hundieron hasta hacerla vender por un euro al Banco de Sabadell. Y nadie ha pagado por ello. Porca miseria. Los socialistas querían que la ubre siguiera dando leche, los peperos no dejaban de la vaca ni las raspas. ¡Qué gentuza!

Hay monumentos al despilfarro y a la estupidez megalómana de Zaplana como la Ciudad de la Luz, vacía, en Aguamarga, en la salida de Alicante hacia Elche, pero lo que ha quedado vacío, como un erial ha sido la moral en la provincia de Alicante, donde los honrados fueron perseguidos y la honradez erradicada, donde la virtud fue execrada y el mérito condenado. Zaplana, que soñó con ser presidente del Gobierno cuando llevaba la mochila nauseabunda de su corrupción personal, abrió, como ministro de Trabajo, nuestras fronteras a la invasión migratoria inventándose las pagas para quienes no habían contribuido nunca. El destrozo moral provocado por este personaje frívolo, banal y sin ningún principio es inenarrable.

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Carolina Cutanda en primer plano. De pie, vestida de novia alicantina, Cristina.

La sociedad alicantina es una sociedad corrompida por el PP. En la que personajes como Elsa Martínez, desastre tras desastre, siguen teniendo presencia pública y pillando Presupuesto. Donde el diario Información se ha cuidado siempre muy mucho de denunciar la corrupción. Donde el actual alcalde promociona a la familia Cutanda, con tres sueldos públicos, cambiando en la lista a Cristina por Carolina. Todo un despropósito de mediocridad. El PP restante, lo que ha quedado son los fondos de la cloaca, los que han rapiñado las migajas o tres áticos en el Cabo de las Huertas. Los que dicen que se han renovado tras una vida lamiendo el culo a Zaplana, el que ahora les da asco, o a Sonia Castedo. Donde un tesorero amenazó con tirar de la manta y no pasó nada. Donde la Justicia ha dejado hacer y robar, porque era el PP el que promocionaba a los jueces o les cortaba la carrera. Donde Enrique Ortiz ha trazado las rayas, ha pagado las fiestas de pijamas y los viajes a Creta del gordo con la de turno y ha comprado las voluntades. Donde la corrupción ha tenido la desfachatez de exhibirse hiriente y pavonearse entre efluvios espirituosos y arroz a banda.

Nerea Belmonte, a las puertas de los Juzgados. Al fondo, Elsa Martínez. /Foto: alicanteplaza.com.

Alicante, que podía haber liderado España, es hoy una pena viva donde Luis Miguel Sánchez está en el gabinete de prensa del Ayuntamiento de Alicante, donde Elsa Martínez es la que ha mangoneado, con una tránsfuga podemita, para que un tal Luis Barcala, un tercera fila, un inútil de los Chuanos, haya llegado a alcalde, donde la hija de Julio de España le ha heredado, donde la decencia hace tiempo que se vendió por treinta monedas de plata. Alicante de estafadores y corruptos, de políticos  burocratizados, sin palabra, sin proyecto, sin hechura, cadáveres malolientes que muestran sus llagas purulentas de supervivientes de escaramuzas cutres, donde se venden almas y despachos de loterías en una barraca, donde el Ayuntamiento ha tenido más mierda que en la corrupta alcaldía de «Big Bill» Thompson del Chicago de los años treinta, pero incluso con menos estilo que Al Capone.

Me quedo con el elogio que me hizo Eduardo Zaplana: «es que tú, Enrique, eres demasiado honrado«. Bueno, es que tú, Eduardo, eres demasiado corrupto y has convertido Alicante en un erial, en un vertedero.