AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


¡Larga vida a Donald Trump!

Redacción




Enrique de Diego.

Seguir las elecciones Midterm ha sido una experiencia de inmersión en la alucinación. La vieja máxima de que los hechos son sagrados y las interpretaciones, libres, hace tiempo que dejó de tener virtualidad y, por decirlo piadosamente, ha saltado hecha añicos. Todos los medios contra Trump, y contra los republicanos, en una férrea y sectaria ideología mediática.

Idéntica línea de confusión mental y pasión combativa en El País que en La Vanguardia o Abc. No hay medios de derechas. Lo mismo Le Figaro que Liberation. Igual la BBC. Adquiere dimensiones titánicas esta lucha de Donald Trump con su twitter contra las grandes cadenas, los inmensos multimedias y el último diario digital local. En el fragor del combate, en el fulgor de la contienda la verdad padece sobremanera. Nada nuevo bajo el sol, que dice el Eclesiastés. Cuando ganó Donald Trump nadie lo esperaba, aunque era altamente previsible y desde Rambla Libre lo dijimos. Pero la santa indignación y los intereses de los tolerantes nubla sus mentes. Y desde ese día nos despertamos bajo la suposición de que ya se habrá puesto en marcha el impeachment y Trump habrá sido ingresado de urgencia en el frenopático más cercano en una celda de aislamiento.

Votantes en la playa.

¿Cómo es posible que un presidente tan impopular y ‘divisivo’, palabro estampado por El País, mantenga la mayoría en el Senado? En realidad, el más ganador de la noche o el menos perdedor es Donald Trump. Consigue algunos dividendos importantes: ha eliminado los focos de resistencia en el Partido Republicano que ya está ahormado a su imagen y semejanza; Paul Ryan ha desaparecido. Puede seguir cambiando la Judicatura y puede seguir haciendo nombramientos y despeja por completo la posibilidad de un impeachment salvo que los demócratas quieren hacer el más espantoso ridículo. Tampoco se percibe ningún liderazgo alternativo en el Partido Demócrata para disputarle la presidencia, aunque habrá que digerir los resultados y esperar que se apaguen las luciérnagas y se disipe la polvareda, pero en el que se ha invertido más, Beto O’Rourke ha caído batido en Texas por Ted Cruz. Resulta, por añadidura, que los candidatos a los que ha apoyado Donald Trump han salido elegidos.

NO TE LO PIERDAS:   USA: Los "no vacunados" tildados de "amenaza" en el programa nuclear
Beto O`Rourke.

Está esa retórica de la división de la sociedad norteamericana. Siempre ha estado dividida. No es un producto de Trump. Por eso hay elecciones. Cada elección siempre se aventa la misma monserga. Al fin y al cabo, la democracia es el modelo de dirimir la división a través de las urnas sin derramamiento de sangre.

La sociedad norteamericana estaba dividida antes de Trump, antes del Midterm y seguirá así. Los demócratas no han entrado en territorio Trump. Hay una división geográfica entre la ciudad y el campo, entre las Costas y la América profunda del Medio Oeste y los demócratas no la han resuelto. Si se trataba de un plebiscito sobre Trump no lo ha perdido a pesar de los esfuerzos denodados de las redacciones de todo el mundo.

Siempre queda alguien con sensatez en medio de la vorágine de las pasiones. Cito a Pablo Guimón, de El País, “los demócratas han salvado los muebles. Poco más”. El Partido Demócrata “saca pocas conclusiones sobre cómo derrotar a Trump en 2020”. Y eso que ha habido una potente inyección de dinero en las últimas semanas hacia los demócrats y que el poderoso movimiento Metoo ha puesto su carne feminista en el fuego. Se calcula que esta campaña habrá movilizado cerca de 5.200 millones de dólares (unos 4.570 millones de euros).

Ilhan Omar y Rhasida Tlaib.

Hete aquí que eso de la diversidad ha sido una de las grandes ganadoras. El Partido Demócrata no se nos aparece como un crisol sino como un puzzle en el que la corrección política trata de establecer una armonía confusa que no genera sensación de cohesión social. Hemos de asumir que eso de las minorías implica un racismo subliminal. También que hemos de suponer que la orientación sexual es suficiente para estructurar una oferta política. Quizás quien mejor ha definido este brebaje es una de sus figuras más fulgurantes, Alexandria Ocasio-Cortez, de 29 años, la congresista más joven, que al depositar su voto y ver su nombre en la papeleta tildó el acontecimiento de “surrealista”. Tenemos a Jared Polis, el primer gobernador homosexual y multimillonario, a diferencia de Ocasio. Dos ‘nativo-americanas’, como si a estas alturas los demás no fueran nativos. Se trata Deborah Haaland y Sharice Davids ésta última ‘abiertamente’ lesbiana, lo cual debe puntuar doble. También tenemos a las dos primeras congresistas musulmanas: Rashida Tlaib e Ilhan Omar, la primera, hija de inmigrantes palestinos y la segunda somalí, tocada con el preceptivo hijab islámico. ¿Qué sucedería con la ‘nativa abiertamente lesbiana si Ilahn Omar representara a la mayoría de la nación? Ni ella, ni el gobernador homosexual tendrían un buen futuro. Serían lapidados.

NO TE LO PIERDAS:   Carta a un buenista: Las fronteras salvan muchas vidas

Hubo sentidos llantos en las redacciones de todo el mundo cuando no salió elegida la transgénero Christine Hallquist, antes David, que tampoco lo pasaría nada bien con los amigos de Ilhan Omar. No nos dejemos a Ayanna Pressley, la primera congresista negra de Massachusetts. «Ninguno de nosotros compitió para hacer historia. Competimos para hacer un cambio», ha dicho bien, porque en términos históricos, por mucho énfasis y mucho engolamiento que se ponga, es historia menuda, de pacotilla. El sol sigue saliendo y Donald Trump continúa en la Casa Blanca.

Está Marsha Blackburn, primera senadora en Tennessee, pero ésta es de Trump: apoyó al juez Brett Kavanaugh en su nominación al Tribunal Supremo, apoya la construcción del muro, las leyes antiinmigración de Trump y el castigo a los jugadores de la liga de fútbol americano que se arrodillen ante el himno. El llamamiento de Taylor Swift a no votar por ella no dio resultado, ya que le sacó más de 10 puntos a su contrincante. Y nos faltan Veronica Escobar y Sylvia Garcia, las primeras legisladoras latinas de Texas, que no sabemos qué opinan de El Álamo.

El Partido Demócrata es un pandemónium y Donald Trump es el único que ofrece cohesión social en una sociedad cada vez más fragmentada. Su política económica, por cierto, es un completo éxito: el paro está en el nivel más bajo desde Vietnam. ¡Larga vida a Trump!