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Los Saud confirman la muerte del periodista Khashoggi en una «pelea» en el consulado de Estambul

Redacción




Virginia Montes.

El crimen del periodista Jamal Khashoggi, perpetrado en el consulado saudí en Estambul, tiene connotaciones de modernidad totalitaria junto a componentes medievales. La propia familia Saud es una excrecencia medieval sostenida por la adicción al petróleo. Por de pronto, su número es mítico. Se considera que pueden superar los 7.000 los príncipes saudíes. Es una monarquía que aúna de manera compleja elementos hereditarios con electivos. El heredero es un Saud pero es el rey en ejercicio el que nombra a su sucesor. Hasta ahora este inestable equilibrio se mantenía sobre la base del reparto de una ingente riqueza y de cuotas de poder para los rivales. Todo esto ha estallado en el momento presente. El príncipe heredero Mohamed bin Salman ha concentrado todo el poder. Ha llevado a cabo purgas por corrupción en las que ha encarcelado a príncipes Saud, lo que ha provocado malestares soterrados y tenaces luchas intestinas.

Mohamed bin Salman, neoliberal y belicista.

Bin Salman ha variado la línea de las alianzas de Arabia Saudí. Se ha alineado con Donald Trump. Se dice incluso que participó en la financiación de su campaña. Es amigo del yerno judío de Trump, Jared Kushner. Y es hoy un aliado de Israel. Es también un belicista que se ha implicado en la guerra de Yemen.

En medio de todo este pandemonium, la Casa Real saudí ha reconocido ya que Khasshogi murió en el consulado de Estambul. Hasta ahora lo había negado. Incluso afirmó que había salido vivo, lo que negó la prometida del periodista que lo esperaba fuera. Los investigadores turcos han establecido que fue descuartizado vivo. Un rasgo de tremenda crueldad. Señalan al autor de tamaña atrocidad: el médico forense Salah al Tubaigy. Quince sicarios de los servicios secretos se trasladaron a Estambul el 2 de octubre, como ha quedado reflejado en las cámaras del aeropuerto. El jefe del operativo criminal fue el subdirector de los servicios secretos, general Ahmed al-Assiri. Uno de los sicarios ya ha tenido un oportuno accidente de circulación en el que ha resultado muerto. Se trata de personas muy cercanas al heredero Mohamed bin Salman, uno de ellos un asesor muy cercano, Saud Al-Qahtami, quien lo acompañó en su viaje a España y Francia.

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Dando un giro a sus anteriores negativas, los Saud afirman ahora que tienen a 18 detenidos, para la Justicia extraiga de ellos «toda la verdad» y «todos los implicados sean llevados ante la Justicia». Es altamente improbable que vaya a ser juzgado bin Salman. Donald Trump se ha mostrado bien dispuesto a creer está versión increíble, calificándola de «verosímil«. Ha dejado, por supuesto, fuera de posibles sanciones los suculentos contratos armamentísticos y ha evacuado un hipócrita comunicado en el que se afirma que «estamos tristes de saber la confirmación de la muerte de Khashoggi y ofrecemos nuestras más sentidas condolencias a su familia, a su prometida y a sus amigos». Una historia que no ha hecho más que empezar. El rey saudí ha nombrado un comité para reformar los servicios secretos y ha puesto al zorro a cuida de las gallinas: lo presidirá Mohamed bin Salman. Todo sugiere que hay una pugna enconada dentro de la extensa y mal avenida familia Saud.