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Alicante es un erial

Redacción




Enrique de Diego.

La cultura dominante en Alicante es la de la corrupción. Es la única cultura. Alicante es un erial donde no florece el talento sino la mediocridad, el servilismo y la adulación. Cuando el capo Enrique Ortiz proclamó por los restaurantes alicantinos, en los que el caldo concentrado está matando el arroz, que el plan Rabassa se segregaba del Plan General de Ordenación Urbana y se aprobaba al día siguiente, se convocó de urgencia pleno extraordinario y todos los concejales de todos los partidos –no existían entonces ni Podemos ni Ciudadanos- votaron a favor.

Álvaro Pérez, «El bigotes», con Mercedes Alonso, amistades peligrosas. /Foto: ramblalibre.com.

Cuando se pedía “Agua para todos” con el Plan Hidrológico Nacional que contemplaba la magna obra del trasvase del Ebro, políticos de toda la provincia se pusieron a comprar terrenos y a recalificarlos a toda prisa para construir campos de golf en los que dilapidar el agua que se pedía supuestamente para la agricultura. La exalcaldesa de Elche, Mercedes Alonso, y su esposo, José Antonio Peral tienen terrenos en las lindes edificables de varios campos de golf que no vieron la luz cuando el trasvase paso a dormir el sueño de los justos y de los corruptos.

La corrupción en Alicante está generalizada, y no es una frase retórica. El hecho diferencial es que es aceptada socialmente; se da tan por hecho que no existe reprobación social. No es que se entienda que todos los políticos son corruptos sino que se considera que deben ser corruptos. La cultura que se convirtió en un simple ornato de la corrupción ha terminado por desaparecer. Alicante es un erial.

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Luis Barcala saludado por Eduardo Zaplana. En primer plano, José Joaquín Ripoll. /Foto: diarioinformacion.com.

Cuando Eduardo Zaplana oía la palabra cultura echaba mano a su chequera. La actriz ilicitana Rebeca Sala ha declarado que «si hubiese funcionado la Ciudad de la Luz la provincia sería una potencia». ¿Cómo iba a funcionar con Elsa Martínez?

Elsa Martínez con Gerardo Camps, en la Ciudad de la Luz. /Foto: alicantecultura.com.

Para mantener abiertas las infraestructuras culturales, de las que algunos sacaron sus coimas, se acarrean aulas y colegios para mantenerlas abiertas. Alicante da premios de novela, el de la Diputación de Alicante pervirtiendo la memoria de Azorín, pero no produce literatura. Y no es poco misterio cuando produjo a los más grandes entre los grandes del siglo XX: el exquisito prosista Gabriel Miró, el sensible e inspirado poeta Miguel Hernández, el conciso y perfeccionista Azorín, a los que hay que sumar a Rafael Altamira y Juan Gil-Albert, si bien a cierta distancia. ¿Dónde están ahora los Miró, Hernández y Azorín? Ni están ni se les espera. El Instituto Juan Gil-Albert está dirigido por un aurea mediocritas cuya producción literaria es un corta pega de discursos parlamentarios de Azorín.

José Ferrándiz Lozano. /Foto: agorahabla.com.

El catalanismo que quiso presentarse con los bellos atavíos de la cultura sólo ha producido un escuálido corta y pega de llibrets monoveros. El periodismo alicantino –en Alicante no hay periodismo- es tan romo que consiste en un afán voraz de publicidad institucional, lo que ha vedado cualquier consideración de contrapoder, cualquier línea de denuncia –la Caja de Ahorros del Mediterráneo quebró saqueada sin que nadie diera la voz de alarma ni dijera pío-, de forma que no ha vuelto a surgir un Emilio Romero. Hubo incluso un presidente de la Asociación de la Prensa que no tenía estudios, ni sabía hacer la o con un canuto. Estilo estándar para procurar decir lo menos posible y, por supuesto, nada comprometido.

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La corrupción ha arrasado la cultura, la ha suplantado. En literatura sólo se puede destacar a Matilde Asensi, una gran escritora de estilo cuidado, mas de temática comercial, con ese tipo de novela a caballo entre la historia y el misterio. Matilde está, empero, fuera del circuito, arrasando en ventas e ignorada en Alicante.

Hundiéndose en el cenagal de la corrupción, sin otro valor que el dinero saqueado, que la Justicia es torpe y lenta con los poderosos, se llegó a la infame impostura de censurar al uruguayo Mario Benedetti, sin que al inquisidor de cuarta le hayan salido nunca los colores.

Alicante bosteza y trinca en la tarde pragmática y dulzona.