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El error Rajoy: Legalidad y legitimidad

Redacción




Mariano Rajoy. /Foto: jorgebustos.com.

Enrique de Diego.

En Cataluña, se ha ganado una batalla, pero no se ha ganado la guerra. Y la guerra se puede perder. El campo está lleno de minas que pueden estallar en cualquier momento. El pacto oscuro entre Mariano Rajoy y la burguesía catalana, culpable de haber jugado y haberse lucrado en esta alocada aventura sediciosa, conduce, de inmediato, el 11 de diciembre a un gobierno de la Generalitat presidido por Oriol Junqueras y con el apoyo de los cipayos Comunes de Ada Colau. ¿Es eso por lo que han luchado los cientos de miles de patriotas que han salido a la callE con la entrañable rojigualda?  Está en marcha una reforma de la Constitución que pretende establecer la condición nacional de Cataluña; esa demente patochada de la plurinacionalidad.

Jaume Roures. /Foto: lasexta.com.

La conjura de Jaume Roures: La destrucción de España desde la izquierda

La izquierda está sometida en niveles lacayunos al separatismo, unidos por el odio a España. Podemos es una vergüenza nacional; no es más ni menos que un partido catalán separatista, pieza clave de la conjura de Jaume Roures de una destrucción de España desde la izquierda. Un cuatripartito de izquierdas en Cataluña, con Esquerra, PDeCAT, CUP y Comunes; y un tripartito de izquierdas en España, con PSOE, Podemos y los separatistas. ¿Han luchado para eso cientos de miles, millones de patriotas, movilizándose en las calles, dando la cara?

No se han tocado ni se tocan los núcleos duros del totalitarismo sedicioso: las escuelas, que fueron las trincheras del 1 de octubre, ni el aparato de propaganda de TV3 y Cataluña Radio. Nada se habla de reformar la ley electoral, talón de Aquiles del sistema, que, aquí y ahora, hace depender al Gobierno de la avaricia del PNV, con esa infame LeyD’Hondt. No se plantea la reforma de la Constitución para reducir el gravoso Estado autonómico. No se contempla la elaboración de un Ley de defensa de la nación que multe la exhibición de banderas secesionistas como la estelada.

¡Tongo, tongo, tongo! Esto es un apaño

Hay que gritar con fuerza: ¡Tongo, tongo, tongo! Esto es un apaño, un pacto oscuro en el que ya Luis de Guindos anda poniendo paños calientes  y profetizando que las empresas volverán como las oscuras golondrinas. Podemos perder la guerra, con una Generalitat pidiendo un «referéndum pactado», legal; con un PSOE exigiendo la reforma del artículo 2 para definir a España con esa insufrible estupidez de la nación de naciones. ¡Se puede ir a la sedición legal! Eso es lo que se pretende.

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Se ha repetido hasta la saciedad que en su asonada los sediciosos han confundido legitimidad con legalidad. El objetivo era legítimo, pero se pretendía alcanzar por medios ilegales. Es decir, que si pretende hacer por medios legales, se puede alcanzar el objetivo legítimo. El error Rajoy es haber confundido legalidad con legitimidad. Era grave utilizar medios ilegales, pero lo más grave, el nudo gordiano del mal es que el objetivo es ilegítimo. Rajoy ha insistido hasta la saciedad en su defensa de la legalidad, pero ha obviado de manera cómplice la absoluta legitimidad de la defensa de la unidad de España.

La unidad de España ni se discute ni puede discutirse. Es condición previa a la Constitución y a la democracia. La Constitución no funda España, que es una construcción histórica, un plebiscito de los siglos. Es España, la existencia de la nación, la que permite elaborar la Constitución, ésta o cualesquiera otra pero de la nación española. La nación española existía con la República y con la dictadura de Franco, con los Borbones y con Manuel Azaña, con Miguel Primo de Rivera y el general O’Donell. Hubiera existido con el archiduque Carlos como existió con Felipe V, como existe desde Leovigildo y Recaredo. Hay una legitimidad histórica incuestionable que no puede ser nunca sometida a votación. Si se llegara a ese despropósito, sería legítimo levantarse en armas.

Cualquier error en esa cuestión clave puede llevar a un desastre nacional mucho mayor al pretendido por el sedicioso Carles Puigdemont. No se trata de un debate político, ni tampoco de cuestión jurídica, sino que es cuestión previa: hay Estado de Derecho, con todos los déficits que tanto lamentamos por la falta de división de poderes, porque hay nación y la nación es, entre otras cosas, un territorio objetivo cuya integridad toca a las Fuerzas Armadas hasta el derramamiento de la última gota de sangre de cada uno de sus miembros.

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Cristina Cifuentes con su bolso patriótico.

Aviso a incautos: No puede haber un referéndum legal ni pactado

No se puede reformar la Constitución para destruir a la nación. Es un contrasentido, una aberración. No puede haber un referéndum «legal«, «pactado«, para votar la existencia de la nación o la desintegración de una parte del territorio. Lo primero que había que haber hecho era intervenir TV3 y abrir de par en par puertas y ventanas de las escuelas catalanas al amor a la nación común. No se ha hecho. Rajoy ha caído en un trampa saducea de intereses. Algunos amigos ilustrados me dicen que es el final del PP, a medida que los efectos del pacto oscuro vayan siendo visibles. Entiendo que en el PP hay aún reservas patrióticas, por encima del cinismo, que se perciben representadas por Cristina Cifuentes.

Es el momento de plantear cuestiones de fondo como que el presidente del Gobierno ha de ser elegido en votación directa de toda la nación, que es donde reside la soberanía, y no en la circunscripción de Madrid.

El error del cortoplacista Rajoy ha llevado únicamente a ganar tiempo; a satisfacer los pedidos buenistas de Bruselas y Ángela Merkel; a someterse a los dictados de la culpable burguesía catalana en un indigesto pacto oscuro, del que la opinión pública ha de ser consciente y los patriotas han de estar vigilantes. Se ha ganado la batalla, pero no la guerra y la victoria puede ser pírrica.

España es la legitimidad. Todo lo demás es comentario o traición.

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