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Escándalo: El resurgido patriotismo ninguneado por el pacto oscuro de Rajoy y la burguesía separatista

Redacción




Manifestantes patriotas el 29 de octubre en Barcelona. /Foto: lavanguardia.com.

Enrique de Diego.

Jesús, caballero legionario, se lanzó a la calle y a la movilización en cuanto el referéndum ilegal del 1 O se puso en marcha. La Hermandad de Caballeros Legionarios de Barcelona tiene justa fama de ser especialmente activa y comprometida. Como Jesús, al principio, unas decenas de patriotas deambularon por Barcelona, apoyando a la Guardia Civil ante la Comandancia de Paseo de Gracia, acudiendo al Puerto a mostrar su simpatía por policías y guardias civiles, a mostrar su rechazo a Cataluña Radio. Silenciados, sin apoyo mediático, a través de las redes, pronto empezaron a ser centenares y miles. Jóvenes patriotas -es asombroso que tras cuatro décadas de ingeniería social, los jóvenes catalanes hayan tomado en gran número el liderazgo de la defensa de la unidad de España- se lanzaron a la calle exhibiendo la bandera nacional, casi proscrita en Cataluña por el secesionismo totalitario.

De repente, un actor con el que nadie contaba apareció en escena: el patriotismo español; perseguido, denigrado, ocultado, se levantó por todas partes, y en especial en Cataluña, con banderas españolas en balcones y ventanas de las casas.

Pasión patriótica ninguneada

Cuando la calle se agita, el sistema se pone nervioso y manos a la obra para canalizar la riada. DENAES convocó primero en Cibeles y luego en Colón y sorprendió, aunque ha pinchado en su última convocatoria degenerando en teatrillo de vanidades heridas en los intervinientes, con empresarios del sistema en concurso de acreedores. Y Sociedad Civil Catalana, la marca blanca de los partidos constitucionalistas, una sociedad civil domesticada, llenó Barcelona de banderas españolas, aunque la convocatoria fuera light y casi esotérica a favor del «diálogo y la convivencia» y eso tan recurrente y manido del «seny«.

Riada humana de pasión patriótica en Barcelona.

La cuestión es que, por primera vez desde 1978, y fuera del del Campeonato del Mundo de Sudáfrica y aquello zapateril de la roja, la bandera española se ha mostrado con orgullo, plantando cara a la imposición separatista y a los abrumadores complejos de la España oficial. El patriotismo ha entrado multitudinario en la escena, alegre y festivo. Ayer, en Barcelona, un millón según la Delegación de Gobierno, y trescientos mil, según la Guardia Urbana de Ada Colau.

La victoria, sacrificada al cortoplacismo

Sin embargo, este pasión patriótica desbordante ha sido ninguneada por el pacto oscuro de Mariano Rajoy y la burguesía separatista para salvar a las grandes fortunas catalanas que han alimentado y financiado el separatismo, y a las que compete gran parte de la culpa de haber llegado a este abismo. «No hay sustituto a la victoria«, en célebre frase del general Douglas MacArthur. Y la victoria ha sido sacrificada al cortoplacismo y los intereses, que son siempre el único móvil en el régimen del 78, carente de principios morales y convicciones políticas.

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Según las fuentes monclovitas, Mariano Rajoy ha pasado jornadas de desconcierto y terror. No se intervienen ni TV3 ni Cataluña Radio, así que la Terribas puede seguir con el micrófono solicitando a sus oyentes que se chiven de los movimientos policiales, aunque ahora -clave del pacto- los mossos, bien pagados, y tan renuentes a ejercer sus funciones el 1 O, mientras la Policía Nacional y la Guardia Civil salvaban la dignidad nacional, están ya en primer tiempo de saludo y, tras quitar las escoltas a los consellers cesados, se han apresurado a quitar las fotos de Carles Puigdemont de sus Comisarías y uno de sus sindicatos, USPAC, ya ha especulado con una hipotética detención de Puigdemont.

¿Se va a poder estudiar en español en los colegios catalanes? No. ¿Al menos se va a cumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que obliga a enseñar ¡el 25% en español! a quien lo solicite? No, por supuesto. Que algo cambie para que todo siga igual o vaya a peor. El Conde de Lampedusa reencarnado en Gattopardo Mariano Rajoy y la «presidenta» de pasta flora de Soraya Saénz de Santamaría.

Se ha utilizado a los patriotas para una farsa indigna

La idea de que se vuelve a la legalidad y a la normalidad democrática con unas elecciones en caliente, precipitadas, el 21 de diciembre es de una tosquedad hiriente. La subyacente de que el conflicto secesionista catalán se resuelve poniendo a la carrera urnas autonómicas es un insulto a la inteligencia y un ninguneo al patriotismo. Es como si se hubiera utilizado a las gentes patriotas como coros de una farsa indigna. Cuando la victoria estaba al alcance de la mano se ha optado por una componenda, que nada resuelve, que simplemente da un balón de oxígeno a un sistema caduco y caducado.

Mariano Rajoy podrá seguir dando cabezazos serviles a Ángela Merkel, en Bruselas se han escuchado respiraciones aliviadas, pero todo es un engaño. En este juego de castas, hay otros beneficios colaterales. La corrupción del PP y del PDECat ha pasado a un tercer plano; el caso Gürtel deambula con sordina. Los medios catalanes, separatistas hasta ayer, hoy adoran a Mariano. Todo por la pasta.

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Nunca había habido más posibilidades de desmantelar las bases del totalitarismo separatista. Nunca había estado la nación más unida en un objetivo nacional común. Nunca se había acumulado más legitimidad para hacer doblar la cerviz a los sediciosos, haciendo actuar al Estado de Derecho con rigor, y no esta farsa selectiva en la que el Gobierno de la nación está «encantado» de que Carles Puigdemont concurra a las elecciones y Josep Lluís Trapero se va de rositas. ¡Puigdemont, manifiesto delincuente que ha declarado la independencia de Cataluña, en un flagrante delito de rebelión! ¡Trapero, que se prestó a la encerrona en la Conselleria de Hacienda de los guardias civiles y que traicionó el 1 O! Por interrumpir un minuto un acto sedicioso, catorce patriotas van a entrar en la cárcel la friolera de entre cuatro y cinco años; por declarar la independencia de Cataluña ni tan siquiera el fiscal general del Estado-Gobierno va a pedir la detención de Carles Puigdemont. Todo es un escándalo sin paliativos.

Es duro y doloroso decirlo pero esos trescientos mil, según la Guardia Urbana, ese millón, según la Delegación del Gobierno, que han recorrido gallardos y bizarros por Paseo de Gracia hasta Plaza de Cataluña han sido utilizados como coros necesarios de una farsa, en la que se les ha hurtado la victoria a la que tenían derecho, que se han ganado a pulso. Esa es la verdad, y no importa proclamarla en solitario.

A Jesús, el caballero legionario, le han robado la victoria que con tanto esfuerzo se había ganado. Se va a dejar al separatismo vivo y coleando, la secesión va a quedar impune, con los Jordis de chivos expiatorios temporales, TV3 y Cataluña Radio van a seguir intoxicando, en las escuelas catalanas se va a seguir adoctrinando en niveles de lavado de cerebro, y la factura de los vidrios rotos se va a pasar -subida de impuestos de por medio- a los patriotas que con tanto orgullo han salido a la calle a jugársela con la entrañable rojigualda.

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