Enrique de Diego.
Grande ha sido la afrenta, tal ha de ser la respuesta: boicot total a todos los productos catalanes, salvo que el empresario y el conjunto de los trabajadores emitan comunicado posicionándose a favor de la unidad de España y contra la rebelión. No es suficiente haber cambiado la sede social. Eso, en buena medida, es una argucia, en la que han participado empresarios notoriamente separatistas.
Ya está bien que estos degenerados canten con sus voces estridentes «bon colp de falc«, buen golpe de hoz, con referencia a los españoles. Ya está bien de este estúpido e hiriente supremacismo de los independentistas. Ya está bien de insultar a la bandera nacional, que ayer fue retirada de Ayuntamientos catalanes, sin que el tan citado y tan poco creíble Estado de Derecho la repusiera.
¡No compremos productos catalanes! Boicot a SEAT, también. Boicot a Cola Cao, Nocilla, Oreo, a Casa Tarradellas, a las cervezas Damm, a Gallina Blanca, al cava Codorníu y a todos los productos catalanes, a los de los empresarios separatistas y a los de los equidistantes y a los de los silentes. No es admisible ya la neutralidad. A ellos si que les vamos a dar un buen golpe de hoz en sus finanzas.
El boicot es la medida racional, y emocional, de un pueblo agredido en sus más íntimas convicciones y al que no se permite votar frente a la rebelión, que ve que no se aplica el Código Penal, cuya representación está castrada por una casta incapaz de defender los intereses nacionales, y que hace un acto de dignidad y soberanía recurriendo al último reducto de su poder, que es su condición de consumidor.
Todos los procesos políticos tienen un trasfondo económico. Se ganan los conflictos cuando se cortan los suministros al enemigo. Y, aquí y ahora, el separatismo catalán -y el vasco y el gallego- son nuestro enemigo. Han de pagar caro la tremenda afrenta al honor de España. Boicot completo, boicot total, mientras el empresario y sus trabajadores no emitan un comunidad de adhesión a la unidad nacional y de repudio al golpe sedicioso.
El boicot es eficaz. Andreu Mas-Colell, el artífice de los delirios economicistas de la sedición, ha declarado que «nos hemos encontrado con boicots más fuertes de los que esperábamos». Algunas estimaciones evalúan en el 40% la caída del consumo de productos catalanes. La presidenta de Codorníu ha reconocido que sus ventas están bajando: la banca empieza a dudar de que pueda recuperar los ¡95.000 millones! de la refinanciación de la deuda. Eso es una quiebra total transferida a los impositores del Banco de Santander, Bankia, BBVA, CaixaBank y Banco de Sabadell. Estas dos últimas entidades financieras han de transferir sus sedes centrales reales a Alicante y Valencia. Basta de juegos marabares y de tomaduras de pelo. El empresariado catalán es culpable. Lo son sus patronales, como Fomento, que ha sido condescendiente con la sedición.
Hay que hundir a Casa Tarradellas, que es la principal empresa del mayor feudo separatista catalán, la comarca de Osona. Y cuyas pizzas, además, son muy malas para la salud por incluir grandes dosis de aceite de palma. Ha llegado el momento del patriotismo consciente, responsable y militante. Puesto que España les roba, que los españoles dejemos de consumir sus productos. Que el cava catalán se quede en sus bódegas estas navidades.
El boicot es un imperativo racional; ningún sentido tiene comprar a quien te odia, para financiar los delirios secesionistas. Es una medida necesaria. Es el único lenguaje que entienden y hay que expresarlo con claridad y contundencia: boicot total a los productos catalanes. Por dignidad personal y de pueblo, por nuestra bandera humillada, por nuestro himno silbado. Por España.
El boicot tiene que ser total: ¡Hundamos a los separatistas!