Enrique de Diego
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau es especialista en mamarrachadas que, en aras de la estomagante modernidad, se venden como creatividad.
El Ayuntamiento de Barcelona ha instalado un belén experimental que no es un belén, que es una horterada infame e inane, en el que no se da la Buena Nueva de que Dios ha nacido, sino que se conmemora, en la plaza de Sant Jaume, el trigésimo aniversario de la muerte del poeta Josep Vicenç Foix. Descanse en paz y en gloria esté. Y subiendo peldaños en la estupidez de la corrección política, con ínfulas de blasfemia mojigata, los Reyes Magos ni son de Oriente ni se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar, sino Pau Casals, Joan Miró y el mismo Foix, denominados con la gilipollez supina de tres reyes de la cultura de los años 50; epíteto monarquizante, cuando hubiera sido mejor llamarles presidentes de la república de las artes. Traición del subconsciente lacayo.
Los responsables, que provienen del mundo de los malos payasos, esperaban una polémica más intensa. La continuidad en la provocación, y su intensidad, produce hastío. Esa mierda de belén experimental, que es como el tío de Alcalá, que no es ni belén ni es nada, sólo produce un inmenso bostezo. La espontaneidad sin normas se asfixia en la monotonía, al igual que la postmodernidad aburre por su cansina estupidez. Faltará en esta cutre cagada el tradicional caganer, que para esa figura se las pinta la trepa de Ada Colau, que lo primero que hizo fue colocar en el Presupuesto al caganer de su concubino.
Habrá, condescendiente, una esfera dedicada al Nacimiento, donde estarán presentes San José, la Virgen, el Niño Jesús y el arcángel Gabriel. ¿Qué pinta ahí el arcángel San Gabriel que estuvo en la Anunciación? Es, de hecho, la única concesión a un belén ortodoxo. Las figuras han sido cedidas por el Museo de los Santos de Olot y son elementos religiosos de autor fechados a principios de siglo.
La Conferencia Episcopal, en vez de estar de tiralevitas en baboseo de Felipe y Letizia, debería presentar querella por apropiación indebida y exigir el respeto a la marca. ¡Qué se retire de inmediato el Belén de esa horterada insustancial, de esa macarrada! Mucha creatividad de pacotilla, pero hay que ofender al Nacimiento para que alguien vaya a ver la mamarrachada de Ada Colau, hortera de bolera.
Cataluña hace tiempo que perdió el Norte (lo de la independencia es la huida hacia delante de los corruptos y los amorales), porque perdió la fe, y con ella la identidad, aunque quedan santos y místicos, como islas, conozco alguno, en la podredumbre degradada, en esta Barcelona que desde décadas ha confundido la modernidad y el europeísmo con el feísmo, la horterada y la islamización y se aguanta por el genio de Gaudí, que era un hombre espiritual, un hombre de fe, que está en proceso de beatificación. Gaudí sí hubiera hecho un Belén creativo y digno y maravilloso, como Dios manda, porque es preciso el espíritu para la belleza, y no estos mamarrachos que tienen la creatividad en el esfínter y ni tan siquiera, por mucho que se esfuercen, son capaces de cagar y sólo les sale un hilillo amorfo y pestilente o un pedo evanescente e inodoro.
Dios ha nacido. Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Es la más maravillosa noticia que como periodista puedo dar, porque en este maravilloso misterio de la Encarnación estriba la posibilidad de comunicarse con un Dios que se ha hecho carne y elevar la pobreza humana a la dignidad de hijos de Dios. En su pobreza moral, Ada Colau es incapaz de comprenderlo, aunque no es tan tonta, que con su moratoria a hoteles, bares, y restaurantes espera conseguir los votos de los comerciantes, evitándoles competencia. Le gusta la poltrona y el sueldo a la trepa.
Voto porque en esa horterada que llaman los idiotas belén experimental –se habrán llevado una pasta en el pesebre por la tomadura de pelo- el caganer sea Ada Colau o su colocado concubino. O los dos.