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Los ‘refugiados’ musulmanes extienden una ola de terror sexual por Europa

Redacción




Las agresiones de la Noche Vieja en Colonia conmocionaron a Alemania. /Foto: eperiodico.com.
Las agresiones de la Noche Vieja en Colonia conmocionaron a Alemania. /Foto: eperiodico.com.

Virginia Montes

Esta semana, treinta y cinco adolescentes y jóvenes suecas denunciaron haber sido agredidas sexualmente en un festival de música, por grupos de asilados musulmanes.

Los hechos sucedieron en la ciudad sueca de Karlstad, en el festival Party in the Park. Se presentaron 24 denuncias, pero, según informa el Daily Mail, fueron decenas las agredidas, una de ellas con 12 años. “Yo estaba bailando cuando un hombre se acercó por detrás y me sujetó. Comenzó a tirar de mí. Fue horrible”, declaró una de las agredidas. Otro testimonio: “Me agarró y luego comenzó a tocarme los genitales. Había chicas llorando por todas partes”.

Los adolescentes musulmanes actuaron en grupo, y las manoseaban y besaban como objetos. Las aglomeraciones, los festivales, las fiestas en la calle, todo lo lúdico, que era ocasión para el disfrute y la evasión, se han convertido en actividades de alto riesgo para las mujeres en media Europa.

El feminismo calla. La corrección política impone su férrea censura y no se informa. La Policía tampoco investiga o, al menos, no se informa de ello. No hay noticias de detenciones, expulsiones o juicios. Cuando el espeso velo de silencio es resquebrajado por la noticia de un nuevo hecho de terror sexual, luego no hay seguimiento de la noticia.

Suecia: La Policía incluso oculta los hechos

No es la primera vez que sucede en Suecia. El diario Dagens Nyheter informó de que la Policía ocultó los acosos sexuales que se cometieron contra adolescentes en el festival We Are Sthlm de 2015, a fin de no desvelar que los autores eran jóvenes musulmanes demandantes de asilo, muchos menores llegados a Suecia sin familia, como excedentes de población.

De hecho, la Policía llegó a describir como tranquila la atmósfera de ese Festival de Estocolmo, con gran predicamento entre adolescentes de 12 a 17 años. Sin embargo, el citado diario reprodujo informes policiales ocultados en los que describía a los agresores como “jóvenes refugiados, probablemente de Afganistán”. Varios fueron detenidos por peleas y agresiones sexuales. Estas fueron masivas y hechas en grupo. Los policías básicamente consolaron a las adolescentes y las acompañaron a casa.

En Suecia no se da a conocer el origen étnico de los delincuentes. Lo tienen prohibido por Ley para no caer en racismo, pero eso es el peor de los racismos posibles. Parte de que todos los inmigrantes son potenciales delincuentes y, al tiempo, parece que los suecos autóctonos se han vuelto violentos. En 2015, llegaron a Suecia y pidieron asilo 30.000 adolescentes no acompañados, que nada tienen que ver con Siria. Son jóvenes formados en el desprecio a la mujer y en el odio a los no musulmanes.

El portavoz de la Policía, Varg Gyllander, se disculpó: “deberíamos haber escrito y explicado esto a la gente. No hay duda. La razón por la que no lo hicimos la desconozco”.

Finlandia: Violaciones de menores

La acogedora sociedad finlandesa quedó conmocionada cuando supo que la Policía investigaba decenas de violaciones perpetradas por refugiados. Ese hecho había sido ocultado. En Kempele un afgano de 17 años fue detenido por violar a una finlandesa de 14. El presidente finlandés había ofrecido su casa para acoger refugiados, luego dijo que no, por motivos de seguridad. Esos motivos tendrían que haber sido tenidos en cuenta para los demás, pues en su pueblo dos jóvenes han sido violadas. Otra violación de una menor tuvo lugar en Raisio: la niña tenía 14 años y el agresor, un refugiado afgano, 19. Finlandia tiene 30.000 solicitantes de asilo en 120 centros de acogida.

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Austria: Violación de un niño de 10 años por “necesidad de sexo”

El diario Krone Zeitung informó de un suceso especialmente terrible. Un refugiado iraquí violó en una piscina pública a un niño de 10 años. El violador siguió bañándose. Cuando fue detenido, se justificó porque tenía “necesidad urgente de sexo”, ya que llevaba cuatro meses sin practicarlo pues su mujer se había quedado en Iraq.

Alemania: Prohibición de bañarse en piscinas

Las piscinas públicas han pasado a ser lugares de alto riesgo. La ciudad alemana de Bornheim, 23 kilómetros al sur de Colonia, ha tenido que prohibir la entrada a los refugiados ante las agresiones y acosos sexuales de los residentes en un centro de refugiados.

La Oficina Federal de Empleo y la Radiotelevisión bávara hicieron una campaña de “mentalización” con mensajes como: “minifaldas, tacones o maquillaje no deben entenderse como una invitación a los hombres”.

Stadtwerke, empresa municipal de aguas de Munich, elaboró unas viñetas. En una de ellas, se ve a una mujer en bikini y una mano que va tocarle las nalgas, con una señal de prohibido.

Es un clima, como se ve, bastante delirante. El responsable de los servicios sociales de Bornheim declaró que “tan pronto como nuestros trabajadores nos confirmen que el mensaje ha llegado, pondremos fin a esta medida” (la prohibición de entrar en la piscina pública).

No es un caso aislado. Según Fox News, los problemas en las piscinas municipales están generalizados por toda Alemania, e incluyen refugiados que se cuelan en vestuarios femeninos, los que se tiran a la piscina con ropa o en calzoncillos o bañistas que aprovechan para realizar tocamientos a nadadoras.

Dortmund: Intento de lapidación de dos transexuales en plena calle

En enero, dos transexuales estuvieron a punto de ser lapidadas en plena calle por tres jóvenes musulmanes magrebíes por el hecho de ir vestidas de mujer. El incidente tuvo lugar el pasado domingo en los aledaños de la principal estación de tren de la ciudad, aunque no ha sido hasta este viernes cuando Elisa y Yasmin se atrevieron a dar el paso y denunciar la agresión. «En cuestión de segundos nos estaban zarandeando y empezaron a lanzarnos piedras de una pila de grava», ha relatado Elisa en declaraciones a una cadena de televisión regional.

Los tres jóvenes norteafricanos, cuyos nombres no fueron divulgados por las autoridades, fueron detenidos por los agentes de una patrulla de la policía que estaba cerca de la estación. Los detenidos tienen entre 16 y 18 años y cuentan con antecedentes penales por robos y agresiones. «Este tipo de personas tienen que ser lapidadas», alegaron los agresores a los agentes de policía. Diversos medios alemanes revelaron que los jóvenes atacantes les gritaron «¡Putas, tenéis que ser lapidadas!».

Tras la agresión, Yasmine ha explicado que ha instalado una cámara de seguridad en su casa por miedo a nuevos ataques y asegura que es la primera vez en 30 años que se siente insegura por ser transexual. «Lo que han hecho es una barbaridad. Lapidaciones… ¡en Alemania, en 2016!», ha señalado con estupor y miedo.

Al parecer, en un primer momento, los jóvenes se les insinuaron, pero cuando se percataron de que eran transexuales, las agredieron con la intención de lapidarlas. La lapidación es utilizada en las sociedades musulmanas como método de ejecución, tal y como establece la sharia para la homosexualidad.

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La Nochevieja negra de Colonia y el resto de Alemania

La celebración de la Nochevieja en Colonia se convirtió en un auténtico aquelarre musulmán de agresiones sexuales y robos a mujeres. Hechos similares se produjeron por toda Alemania: Hamburgo, Stuttgart, Dusseldorf… pero donde adquirieron mayores dimensiones fue en Colonia. “Un millar de hombres”, organizados en grupos y en estado de embriaguez, según la crónica de Carmen Valero, para el elmundo.es (12-1-2016) “rodeaban a las víctimas, bailaban a su alrededor, las aturdían con tocamientos obscenos y les robaban todo lo que llevaban encima, fundamentalmente dinero y móviles”.

Según una de las víctimas, “fue horrible. Me tocaron todo el cuerpo, me metieron las manos por debajo de las faldas y hasta me besaron, sin que pudiera hacer nada”.

Se envió a 200 agentes, que fueron incapaces de poner fin a lo que estaba sucediendo. Los agresores arremetieron contra los agentes lanzándoles objetos y cohetes. La Policía de Colonia ocultó los hechos. Llegó a emitir una nota de que la Nochevieja había transcurrido sin incidentes. Los medios ocultaron los hechos, siendo conocedores de ellos. La televisión pública tuvo que pedir perdón. Fueron las víctimas las que rompieron la conjura de silencio haciendo declaraciones a algunas televisiones locales. Describieron a los agresores como “árabes o del norte de África”, de 18 a 35 años, que no hablaban alemán.

El ministro del Interior, Thomas de Maiziére, lejos de salir en defensa de las víctimas, lo hizo a favor de los agresores, pidiendo “no caer en elucubraciones peligrosas”, relacionándolos con refugiados. Sólo se identificó a 58 de los posibles agresores, 3 eran refugiados, pero todos eran argelinos y marroquíes, dependientes de ayudas sociales varias. Se presentaron 1054 denuncias, 600 de ellas por robos, el resto por agresiones sexuales y de ellas 2 por violación.

En Hamburgo fueron 400 las denuncias presentadas por mujeres alemanas; en Düsseldorf, 113, de las cuales 57 por ataque sexual.

Como sucede habitualmente, no se ha dado continuidad a la noticia. No hay el más mínimo rastro de que ha sucedido con los identificados, si se ha tomado alguna medida, si han sido expulsados o no, si ha habido juicio. Ningún reportaje sobre la materia. Tampoco ningún seguimiento respecto al estado de ánimo de las víctimas. Algunas ciudades alemanas suspendieron el carnaval, pues las concentraciones masivas se han convertido en un escenario de alto riesgo para las mujeres.

Conclusiones

Una ola de terror sexual está recorriendo Europa contra las mujeres autóctonas. Esa ola está protagonizada en exclusiva por musulmanes, acogidos, asilados o refugiados, que viven, además, del dinero del contribuyente. Los varones autóctonos no parecen tomar ninguna medida de defensa de las mujeres. Bajo la tiranía de la corrección política, policías y políticos tratan de ocultar los hechos, ni tan siquiera los investigan, en algunos casos notorios. No se informa nunca de consecuencias ni de acciones judiciales, lo que sugiere impunidad. Han de ser las víctimas las que rompen la conjura del silencio y los medios nunca han continuidad a las noticias, en una abjuración de su misma esencia.