Luis Bru.
Parafraseando del máximo del ridículo alcanzado por Pablo Casado, cuando pidió prisión permanente revisable para el inexistente asesino, de igual manera se merece el programa «En el punto de mira» de la Cuatro, programa de reportajes banales y episódicos, ayer centrados en Esther López de la Rosa.
No consiguió esclarecer nada, ni tan siquiera olió la solución a lo que va camino de convertirse en un laberinto: la búsqueda con medios de la ex Benemérita, la tesis de que como no hemos buscado y mira qué era sencillo, pudiera ser que algún gamberro mal nacido hubiera puesto el cadáver allí, que nadie movió, la delirante histeria del atropello, última memez de los picoletos, y un señor que sabe mucho de móviles y que el móvil de Isabel nos los va a explicar todo, todo, todo, menos lo importante.
Lo que sé fue «En el punto de mira» fue una intromisión en la vida privada de la difunda, en sus diversas relaciones más o menos efímeras de «pareja», y el bien emergiendo en el amor a su hermana embarazada con la que, cuando iba, quería pasar todo el tiempo. Todo esto al volante del coche de la inútil reportera luciendo palmito, haciéndose la protagonista del reportaje cutre, viaje iniciático hacia ninguna parte o hacia la Castilla profunda.
Lo que le ha pasado a Esther López pasó en su interior, esa hemorragia interna que la fulminó tirándola a la cuneta, a cusa de una timo vacunación que produjo el efecto deseado: la muerte por REPENTINITIS en medio de la paramera castellana, en un calvero entre pinares del frío invierno castellano.
El caso Esther López: Murió por “hemorragia interna” a causa de un trombo, por el pinchazo