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Carta del Editor: Enseñar a los niños en casa para que no los timo vacunen

Redacción




Enrique de Diego.

Es un almuerzo entre amigos, un reencuentro como si veinte años no hubieran pasado. Él es un buen ingeniero que ha construido todos los túneles y las vías de ferrocarril habidas y por haber. Ha perdido la audición de un oído en el envenenamiento general, en la timo vacunación a la que acudió de buena fe. Tiene tres hijos y un nieto de 10 años, que padece autismo severo, no se comunica con sus padres ni con sus abuelos. Sólo acierto a decir que es una enfermedad provocada por las timo vacunas, una canallada que destroza a las familias provocando un sufrimiento indecible e innecesario y todo por el negocio de las criminales y genocidas farmacéuticas.

Hay por ahí un Doctor vietnamita que dice que el autismo llegó con Bill Gates, que Vietnam no se conocía ni un caso de autismo hasta que llegaron las timo vacunas, que no se ha demostrado nunca que eviten una sola enfermedad, tal y como declara la Catedrática María José Martínez Albarracín. Tomé conciencia del autismo una vez que, en Asturias, fui a pescar con unos amigos y el dueño del barco, el anfitrión, había llevado con él -nunca se separaba- a su hijo autista de unos diez años, un niño precioso que estaba como ausente, metido en su mundo. Luego, vino la espléndida película Rainman, con Tom Cruise y Dustin Hoffman, que encarna a un autista «inteligente». La realidad es mucho más terrible: un amor que no es afectivamente correspondido, un futuro totalmente incierto sobre qué será de ese niño tan querido y, a la vez, tan ausente.

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Antes de las timo vacunas, de las cartillas de timo vacunación escolar no existía la enfermedad del autismo, no había niños autistas. Es una enfermedad terrible generada por las farmacéuticas y por Leviatán, por ese Estado megalómano que todo lo absorbe y todo lo controla. En Estados Unidos se puede estudiar en casa, es una experiencia exitosa y creciente. Cuando empecé a estudiar e hice el ingreso en primero, si no aprobabas no entrabas, así de sencillo, estudiaba con clases particulares con dos maestras que me inculcaron el hábito de la lectura y no nos timo vacunaban. Hay que volver a ese tiempo tan feliz. Como dice la Catedrática María José Martínez Albarracín, nunca se ha demostrado que ninguna vacuna prevenga la enfermedad. La enseñanza no ha de ser obligatoria, así los alumnos que están a disgusto no emponzoñarán a los demás, a todo el sistema, porque la escuela pública en España es una ponzoña. Hay que cambiar esta sociedad de arriba a bajo, darle la vuelta como a un calcetín o tedremos una generación de tarados y de autistas.