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Cuando Jaime del Burgo descubrió que Pedro J Ramírez ya no era periodista

Redacción




Enrique de Diego.

Publicamos un extracto del best seller «Letizia, satánica y adúltera», en el que se cuenta como Pedro J Ramírez, siendo director de El Mundo, no quiso, por servilismo al sistema globalista, publicar el escándalo cuando Jaime del Burgo le dio toda la documentación:

Los comensales son Jaime del Burgo, Letizia Ortiz Rocasolano, Felipe de Borbón, Pedro J Ramírez y Agatha Ruiz de la Prada. El lugar, el ático que Jaime del Burgo ha alquilado amueblado en la Calle Serrano, frente a la Embajada Norteamericana. Es un piso  muy impersonal, de decoración moderna. El almuerzo es servido por un catering.

A Jaime del Burgo y Letizia Ortiz les ha dicho Ana Patricia Botín que deben conocer a gente influyente e importante y al navarro se le abren las muchas puertas que ha establecido como contactos su padre Jaime Ignacio del Burgo Azpiroz. Una de ellas es el director de El Mundo, Pedro J Ramírez, que ya se encuentra en pleno declinar de su influencia y poder, pues será expulsado de la dirección de El Mundo en 2014, cuando los datos de venta y de publicidad hagan insostenible su continuidad. Jaime del Bugo ha narrado como el día que Casa Real hace oficial el compromiso mantiene una conversación con Pedro J y Juan Villalonga, presidente de Telefónica, en la que atempera el titular, que él califica de muy duro, y le informa de que es muy buena profesional.

Jaime del Burgo, el tercero en discordia de un matrimonio que nace muerto, fruto de la ambición de Letizia, ha conocido a ésta de forma muy similar a Felipe de Borbón. Ambos se han enamorado por la pantalla de la presentadora del informativo que presenta con Alfredo Urdaci, sólo que Jaime del Burgo más decidido, seguro de sus encantos, ha llamado a la centralita de Prado del Rey y ha pedido que le pasen con Letizia Ortiz, y quedaron a cenar, de donde nació una relación afectiva y carnal, que Letizia Ortiz, según su costumbre, compartió con el periodista David Tejera y, tiempo después, con el Príncipe.

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En aquel almuerzo, celebrado en 2011, Agatha Ruiz de la Prada notó que había química entre Jaime del Burgo y Letizia y que Felipe de Borbón era una convidado de piedra. El navarro dice que no se siente identificado como amante de Letizia, pues tenían proyectos comunes de formar una familia. Sin embargo, en el idioma castellano no existe otra palabra que describa esa relación que la de amantes; no existe término medio entre el matrimonio y la mancebía o el engaño al marido. Es lo más parecido al caballero servant que en el siglo XIX acompañaba a las mujeres de la alta sociedad francesa, e italiana, al teatro, a la ópera y yacía con ellas, con el conocimiento de un marido complaciente. La diseñadora describe a Jaime del Burgo como “listo y simpático” de conversación fluida y aires de intelectual y con dinero. Es el hombre que da prestancia a la ex presentadora del Telediario y el que la presenta en sociedad.

Posteriormente, en los años 2013 y 2014, Jaime del Burgo le envía a Pedro J mensajes ardientes de Letizia, fotos, pruebas de la relación amorosa, para que las publique. Agatha recuerda que la imagen que transmite es de una relación “obsesiva” y “demasiado torturada” con “angustia”. Jaime del Burgo tiene entonces esos documentos guardados, según la diseñadora de éxito, “en la caja de seguridad de un banco o en un notario”.

Pero Pedro J no actúa como el periodista que Jaime del Burgo, y la gente, cree que es, como el que se describe en la autobiografía de éxito notable de “Agatha Ruiz de la Prada, Mi Historia”: “ese rasgo insensible le ha ayudado muchísimo en su profesión porque era durísimo estar peleándose con todo el mundo. Otra persona tal vez hubiera pensado: ‘Cómo me voy a meter con Mariano si me invitó a cenar la semana pasada. Cómo voy a decir que fulano ha robado si este tío es el padre de mi amigo’. Él no tenía sensibilidad para esas cosas, lo cual le ha permitido ser lo que es”. Pero a Pedro J se le ha helado el corazón, y no publica nada, tiene miedo, quizás ya piensa que saldrá de El Mundo y que afrontará otro proyecto y que “si mi último proyecto es una mierda, mi vida habrá sido un fracaso” y vislumbra ese final de derrota.

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La cuestión es que Jaime del Burgo, muchos años antes del libro de Jaime Peñafiel, ya está buscando su vendetta e intentando hacer público el adulterio de Letizia y su relación tormentosa con ella. Luego vendrá la boda, por interés, por ambición, de Letizia con Felipe, que la familia Borbón vende como un pequeño cuento de hadas, que se atraganta inmediatamente, en este mundo de mentiras. Jaime del Burgo traga, el caballero servant, se humilla hasta lo indecible y acepta ser testigo de la boda con otro de la mujer que ama. Triste sino. “Cuando llegó la boda, me ocupé de las capitulaciones matrimoniales, entre otras muchas cosas. Tuve que correr con los gastos de la familia de Letizia, ya que Juan Carlos se negó en redondo a pagar ni unas medias. Así que vestí, con la ayuda de mí amigo Felipe Varela, a la madre, a la abuela y a las hermanas. Y con la ayuda de Jaime Jaso, al padre, los abuelos y un primo”. Por los mentideros madrileños, por los procelosos mundos de la moda corrió como la pólvora la especie de que los atrezos nunca se pagaron, pero pudo ser una forma de hacer de menos a los Ortiz Rocasolano. Ya se sabe, según David Rocasolano, su libro refleja “la historia del choque de un gran tren expreso, los borbones, contra una modesta caravana de gitanos, los Ortiz-Rocasolano. Nos han arrollado y ni siquiera se han preocupado de mirar hacia atrás”.