AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


Bergoglio, el apóstata

Redacción




Arzobispo Carlo Maia Viganò.Qui dicunt videntibus: “Nolite videre”
et aspicientibus: “Nolite aspicere nobis ea, quae recta sunt;
loquimini nobis placentia, aspicite nobis illusiones”.

A los videntes les dicen: “No tengas visiones”.
y a los profetas: “No hagáis profecías sinceras”,
contadnos cosas agradables, profetizadnos ilusiones”.

Is 30, 10

PRÓLOGO

Esta conferencia en línea organizada por el profesor Edmund Mazza aborda un tema que acaba de hacerse público, tras más de diez años de horrores peores que los que hemos presenciado en los últimos sesenta años, pero perfectamente coherentes con los fundamentos filosóficos y teológicos que el Concilio Vaticano II puso a la crisis actual. ¿Es católico el Papa? Una pregunta así en otros tiempos habría sonado casi a blasfemia, tan arraigados estaban entre los fieles el respeto y el amor al Romano Pontífice, considerado como el dulce Cristo en la tierra. ¿Quién, en tiempos de Pío XII, se habría atrevido a cuestionar su autoridad moral y magisterial? Y, por otra parte, ¿por qué los fieles habrían expresado su disconformidad contra un Papa cuando su voz era expresión de continuidad ininterrumpida con sus Predecesores y con el divino Maestro? Oyendo hablar hoy a Jorge Mario Bergoglio y comparando sus palabras con las del Pastor angelicus nos damos cuenta del abismo que separa a un Papa de su grotesca parodia, el abismo que divide al Vicario de Cristo de la simia Pontificis. La autoridad hierática de todos los Papas desde San Pedro hasta Pío XII, íntimamente ligada a la autoridad divina de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, se ha pervertido en arrogante autoritarismo y tiranía; el sentido de pertenencia a la Sagrada Orden de los clérigos y prelados se ha corrompido en clericalismo; la inmutabilidad fija de la Verdad revelada, basada en la perfecta inmutabilidad de Dios -e incluso de aquello que es naturalmente conocible a través de la razón- ha sucumbido a la revolución permanente y al caos, a la provisionalidad de Loquimini nobis placentia (Is 30,10), a la arbitrariedad de lo discutible: aspicite nobis illusiones (ibid.).

DISONANCIA COGNITIVA

Pero al igual que ante la muerte súbita de millones de personas en todo el mundo tras la criminal campaña de inoculación que siguió al fraude psicopandémico, hay quienes todavía se niegan a reconocer la relación causal entre la administración del suero genético experimental y el exterminio masivo planeado y declarado por la élite; del mismo modo, en el ámbito eclesial, ante la devastación causada por la revolución conciliar y la llamada reforma litúrgica, todavía hay quien no quiere admitir la relación causal entre la acción menos criminal de aquellos expertos y consultores – notoriamente modernistas mucho antes del Vaticano II y, como tales, justamente condenados por el Santo Oficio o mirados con recelo por los obispos – que utilizaron nada menos que un Concilio Ecuménico como prestigioso escenario en el que representar la falsa y mentirosa pièce del diálogo con el mundo, del ecumenismo, de la democratización y parlamentarización de la Iglesia, con el aval de los “Papas del Concilio”. Con toda razón, esa asamblea fue llamada por sus mismos creadores “la 1789 de la Iglesia”. Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI no dejaron de subrayar cómo los principios revolucionarios y masónicos – liberté, égalité, fraternité – podían de alguna manera ser compartidos y hechos suyos por el catolicismo, empezando por la aceptación, incluso la promoción convencida de la laicidad del Estado y la anulación sustancial de la Realeza divina y universal de Nuestro Señor Jesucristo.

Si tienes la paciencia de seguirme en este examen, verás que la Realeza Social de Cristo es la roca del escándalo, sobre la que se estrellan indiscriminadamente todos los cómplices del plan anticristiano del Nuevo Orden Mundial.

LA RELACIÓN CAUSAL

La vexata quæstio – “¿Es Bergoglio católico?”- se aborda desde muchos flancos según distintos criterios y partiendo de distintas herencias culturales: la tradicional y escolástica, la moderada y conciliar -podríamos decir montiniana- y la que oscila, por así decirlo, entre ambos bandos, reconociendo a Bergoglio como Papa aunque de facto sea canónicamente independiente de él. Pero hay que reconocer que hoy es posible compartir con sacerdotes y fieles el sentimiento de grave malestar y gran escándalo por la abultada presencia del jesuita argentino. Hoy podemos preguntarnos si Bergoglio es católico, y eso ya es un buen punto de partida, porque su heterogeneidad al Papado es hoy evidente y percibida tanto por los simples fieles como por gran parte del clero e incluso por ciertos flecos de los medios de comunicación. La Jerarquía se limita a demostrar cobardía o complicidad con el tirano, y las pocas voces discrepantes no se atreven a sacar las consecuencias necesarias ante las herejías y desatinos del inquilino de Santa Marta. Porque disienten de él, pero no del Vaticano II; ni quieren reconocer que fue precisamente de ese Concilio del que derivó el proceso revolucionario que permitió a una persona como Jorge Mario entrar en la Compañía de Jesús, ordenarse, convertirse en obispo, crearse cardenal y finalmente entrar en el Cónclave para salir como ‘papa’. Se puede criticar a Bergoglio, mientras no se critique al ídolo conciliar, fetiche intocable de los montinianos que hoy, comparados con los horrores del jesuita argentino, parecen paladines de la ortodoxia católica.

Y aquí llegamos al punctum dolens, es decir, a la gran contradicción que une a los defensores del Vaticano II con sus oponentes históricos -la Sociedad de San Pío X in primis- al querer proceder a una evaluación de hechos objetivamente extraordinarios recurriendo a normas ordinarias. Como he dicho repetidas veces, me parece que a algunos les importa más la doctrina del Papado que la salvación de las almas, de modo que se encuentran prefiriendo ser gobernados por un Papa hereje y apóstata antes que reconocer que un hereje o un apóstata no puede ser cabeza de la Iglesia a la que, como tal, no pertenece. De ahí las distinciones sobre herejía formal y material, que en nada obstaculizan la acción destructiva de Bergoglio. La objeción de que la acusación de herejía o apostasía del “Pontífice reinante” podría causar división y escándalo queda desmentida por la evidencia de la división y el escándalo ya ampliamente en curso en el cuerpo eclesial precisamente a causa de su herejía y apostasía, que es, por así decirlo, la punta del iceberg de una crisis mucho peor y generalizada de la Jerarquía y el Clero que comenzó hace sesenta años y ahora casi ha alcanzado su punto culminante.

UN ÚNICO PLAN SUBVERSIVO

Hace unas semanas, un importante colaborador de Hillary Clinton y John Podesta fue detenido por pedofilia y pornografía infantil: me refiero a Slade Sohmer, vinculado al mundo de Broadway y del cine, y que había participado en el desmentido del infame Pizzagate, es decir, la red de viles complicidades y horrendos crímenes sobre menores que gira en torno al Estado profundo internacional. Nos enteramos de que ciertamente Jeffrey Epstein y muy probablemente Gislaine Maxwell eran miembros del Mossad israelí. Esto nos hace ver que los famosos viajes de tantas personalidades a la isla de Epstein sirvieron para reunir pruebas de su culpabilidad en los atroces crímenes rituales sobre menores para chantajearlos. Y si, ante la matanza masiva de civiles en la Franja de Gaza, los jefes de Estado y de Gobierno del mundo occidental no se atreven a decir ni pío, cabe suponer que esta actitud se debe a los amplios dossieres y vídeos en poder de los servicios israelíes. Lo mismo debe haber ocurrido con la preparación de la falsa emergencia pandémica, replicada servilmente en todos los Estados miembros del Foro Económico Mundial y de la ONU, pero también con la farsa de la crisis ucraniana (no olvidemos que frente a Gaza hay yacimientos de metano muy demandados en un momento en que el suministro de gas procedente de Rusia se ha visto impedido por las sanciones, en beneficio de las multinacionales y de los fondos de inversión a los que pertenecen). Pero si este chantaje a los poderosos del mundo constituye el elemento aglutinador del proyecto subversivo globalista, no podemos dejar de pensar que el imprescindible papel desempeñado por la Iglesia católica se ha visto de alguna manera forzado no sólo por el nombramiento de Bergoglio como emisario de los enemigos de la Iglesia en su cumbre, sino también por los escándalos sexuales y financieros que han aflorado sólo parcialmente a cuenta de muchos prelados exponentes de la Iglesia profunda. ¿Cómo pensar que una persona como McCarrick, que entró en la Casa Blanca sin necesidad de ser anunciado y que continuó siguiendo los asuntos diplomáticos del Vaticano en China incluso después de haber sido acusado de ser un depredador en serie, no gozara del apoyo de aquellos poderosos que compartían con él los vicios más viles y los crímenes más atroces?

NO TE LO PIERDAS:   El Partido Animalista incrementa sus votos

¿Debemos pensar que la asociación entre el Estado profundo y la Iglesia profunda se limitaba a la complicidad en la especulación financiera, cuando un pedófilo como Slade Sohmer colaboraba con los Clinton y Obama, implicados en el Pizzagate? ¿O que los numerosos vuelos de Bill Gates a Epstein Island, junto con los de actores, miembros de la realeza, políticos, banqueros y personalidades no tenían nada que ver con la red de complicidades de la mafia de la lavanda?

Por los correos filtrados en el affaire Wikileaks, sabemos que John Podesta trabajaba en nombre de Clinton y Obama -y de la élite globalista en general- para promover dentro de la Iglesia la revolución de colores que debía desbancar a Benedicto XVI del Papado, conseguir la elección de un Papa ultraprogresista y cambiar sustancialmente el Magisterio católico haciéndole abrazar las exigencias de la Agenda 2030: igualdad de género , introducción de la teoría de género y la doctrina LGBTQ+, democratización del gobierno de la Iglesia, colaboración con el proyecto neomalthusiano del Great Reset, cooperación en materia de inmigracionismo, cancelación de culturas. Me parece evidente que este proyecto subversivo ha encontrado perfecta realización en el nombramiento de Bergoglio -y digo nombramiento deliberadamente- y que se confirma por su línea ininterrumpida de gobierno y magisterio, tanto público como privado, a lo largo de esta década infausta. Una acción que, de hecho, ha cumplido los deseos -o mejor dicho, los mandatos- las órdenes de la élite, punto por punto, y de forma tan precisa que resulta inequívoca: igualdad de género con la apertura de funciones de gobierno y ministerio a las mujeres; legitimación moral de la sodomía y el género con la admisión de sodomitas y transexuales en el papel de padrinos y testigos de boda; democratización fingida, según el modelo de las oligarquías en la esfera civil, mediante la sinodalidad la aceptación de reivindicaciones pseudoambientalistas con una drástica reducción de la condena del aborto, la eutanasia y la manipulación genética mediante la subversión de la Academia Pontificia para la Vida; la campaña de acogida de inmigrantes ilegales, en nombre de una inevitabilidad del mestizaje no exenta de intereses económicos; la anulación de las culturas con la denigración de la historia de la Iglesia y la falsificación de las Sagradas Escrituras. En efecto, es siempre el quid pro quo económico, bien mirado, lo que une a los miembros de la Iglesia profunda y a los del Estado profundo, a los que la élite ha pagado el pretium sanguinis de su traición con patrocinios y financiaciones. Me pregunto si los grotescos intentos de Bergoglio de revalorizar a Judas traicionan la simpatía instintiva de un traidor por el Iscariote, mercator pessimus.

Así que volvemos al pretium sanguinis, el pago por los servicios prestados por personas chantajeadas no sólo por quienes conocen sus secretos más desconcertantes y oscuros, sino también por quienes los comparten, mientras ocupan cargos similares en otras naciones, en el Parlamento Europeo, la ONU, el Banco Mundial u otras instituciones internacionales. Imaginemos que Trudeau se atreviera a desmarcarse de ciertos asuntos -por ejemplo, su silencio sobre los crímenes de guerra de Netanyahu en Gaza-, desobedeciendo así las órdenes que se le dieron. Incluso antes de que la noticia llegara a los medios de comunicación serían sus homólogos en Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Francia, Holanda, Bélgica y Dios sabe dónde, los que le presionarían para que guardara silencio, sabiendo perfectamente que el Mossad no dudaría un instante en arrastrar al escándalo -y a la cárcel- no sólo a Trudeau (sobre quien pesan cargos de violación de menores, actualmente pendientes en alguna Fiscalía), sino también a aquellos miembros de la élite pedófila internacional que tienen pruebas de otros delitos sobre el propio Justin Trudeau. Por eso era necesario que la corrupción fuera endémica en el sistema, para que el cáncer globalista pudiera incubarse en él.

Y sería necio o irresponsable creer que está exenta de este chantaje la jerarquía bergogliana, que sabemos ampliamente involucrada en los mismos vicios, con la protección del propio Bergoglio. Por otra parte, ¿qué credibilidad puede tener el jesuita argentino, cuando en el caso de McCarrick ha reclamado como cosa juzgada la condena sin juicio de uno de los cardenales más poderosos de los últimos cincuenta años, evitando el examen de testigos que podrían haber nombrado a sus cómplices, ahora promovidos a la cúpula de la Iglesia o de las instituciones públicas? Cree que fue posible perpetrar impunemente el fraude electoral para echar a Donald Trump de la Casa Blanca y que no hicieron lo mismo en el Cónclave, teniendo en cuenta lo comprometida que está la mayoría del Colegio Cardenalicio? Que el fraude sea público y siga impune es, si acaso, un agravante dado por la arrogancia de creerse omnipotente e invencible.

EL CASO DEL PAPA HEREJE ENTRE LA HIPÓTESIS ABSTRACTA Y LA REALIDAD CONCRETA

Cuando San Roberto Belarmino planteó la hipótesis de la herejía del Romano Pontífice como un caso escolar, imaginó un Papa que, convencido de seguir siendo católico, se adhiriera material o formalmente a una herejía específica, en un contexto general en el que el cuerpo social y eclesial fuera católico. Ni siquiera podía imaginar que un emisario de la masonería pudiera hacerse elegir Papa con el objetivo de demoler la Iglesia desde dentro, usurpando y abusando del poder del propio Papado. Tampoco podría haber imaginado que este Papa iría más allá de la herejía hasta la apostasía. Ningún Doctor de la Iglesia ha contemplado jamás el caso de un Papa apóstata, ni de una elección falseada y manipulada por poderes declarados enemigos de Cristo, porque tal enormidad sólo podría darse en un contexto único y extraordinario como el de la persecución final predicha por el Profeta Daniel y descrita por San Pablo. La advertencia Cum videritis abominationem desolationis (…) debe entenderse así precisamente por su absoluta singularidad y por el hecho de que todos verán la abominación desoladora que tendrá lugar -algunos con horror, otros con satánica satisfacción- en el lugar santo: qui legit intelligat.

Los católicos se escandalizan del silencio cobarde de cardenales y obispos por la misma razón que los ciudadanos se escandalizan de la complicidad de políticos, médicos, periodistas, magistrados y policías en la traición del pacto social. Han comprendido que es todo el sistema el que es rehén del enemigo, y que es inútil esperar justicia y verdad de quienes se pliegan al golpe de Estado global, sea en el mundo civil o en el eclesiástico. La operación subversiva es tan eficiente y organizada que muestra inequívocamente el trabajo de una inteligencia luciferina que va mucho más allá de las supuestas artimañas de Klaus Schwab o un Rockefeller. Por eso el “problema Bergoglio” no puede resolverse de la manera ordinaria: ninguna sociedad puede sobrevivir a la corrupción total de la Autoridad que la gobierna, y la Iglesia no es diferente, cuando sus miembros -y especialmente sus Pastores- se niegan a reconocer las causas de esta corrupción doctrinal, moral y espiritual y se limitan a deplorar los excesos de tal o cual discurso de Bergoglio, sin darse cuenta de que tienen ante sí al homo iniquus et dolosus del Salmo 42; iniquus por los fines que se propone, dolosus por los medios que adopta. Discutir la herejía formal en el caso de Bergoglio es como acusar de malversación a criminales que están matando a millones con sueros letales, aire y agua envenenados, alimentos nocivos o artificiales, hambrunas y plagas planificadas, esterilidad inducida y muerte (física o civil) impuesta por ley. Estamos más allá de la herejía como estamos más allá de los delitos normales de los que se puede acusar a un jefe de Estado, con el agravante de que el culpable sabe (o espera) que puede salvarse de la condena porque sus principales acusadores le reconocen como Sumo Pontífice, como tal exento de cualquier tribunal humano. Prima Sedes a nemine judicatur.

Precisamente en esto se basaron quienes le hicieron elegir Papa, olvidando, sin embargo, un pequeño detalle: la intención de perjudicar a la Iglesia actuando en nombre de un poder enemigo no es compatible con asumir ACEPTACIÓN del Papado, y por tanto hay un vicio en el consentimiento dado por la voluntad -confirmada por las palabras y los hechos de los últimos diez años- de actuar in fraudem legis, burlando el derecho canónico y disimulando las propias intenciones desde la primera aparición en la Logia Vaticana. Repito: no se trata de un papa adherido a una herejía concreta (cosa que, por otra parte, Bergoglio ha hecho repetidamente), sino de una persona enviada al Cónclave con la orden de revolucionar la Iglesia desde lo alto de la Cátedra de Pedro. Y de nuevo: no asumió el Papado sin reservas sólo para ser persuadido después por malos consejeros a actuar de manera cuestionable. Por el contrario, la premeditación es evidente, confirmada tanto por la correspondencia de sus acciones con las órdenes de la Iglesia profunda dadas ya bajo el Pontificado de Benedicto XVI-conspiradores de la Mafia de San Gall o del Pacto de las Catacumbas, poco importa- como por las repetidas reuniones del jesuita argentino con exponentes de la élite globalista y los potentados financieros del mundo a la vista de todos.

NO TE LO PIERDAS:   Hogar Social Madrid contra Rufián: "Hay 176 ONGs que sólo ayudan a inmigrantes"
EL VICIO DEL CONSENTIMIENTO

Es plausible que la Renuncia, por las criticidades magistralmente puestas de relieve por el Prof. Enrico Maria Radaelli, determinara una situación previa de irregularidad canónica tal que la invalidara y dejara sin efecto, con ella, también la elección del Sucesor de Benedicto XVI, independientemente de que se eligiera a Bergoglio o a un nuevo Pío X. Pero incluso si Benedicto XVI hubiera abdicado legítimamente -aunque consciente del riesgo de hacer materialmente posible la elección del jesuita argentino- es la intención deliberada de abusar de la autoridad y del poder del Papado, asumiéndolo mediante engaño, lo que hace real el consenso del vitium y convierte a Bergoglio en un usurpador del Trono de Pedro. El consentimiento y apoyo al jesuita argentino proviene significativamente del ala ultra-progresista y pro-herética que patrocinó su elección: todos conocidos miembros de la iglesia profunda y contiguos al lobby homosexual y pedófilo del estado profundo.

Si hay quienes se empeñan en mirar el dedo de quienes denuncian este golpe de Estado y no la luna de la evidente congruencia de Bergoglio con él, no podemos comportarnos como si estuviéramos resolviendo una cuestión de Derecho Canónico: el Señor está ultrajado, la Iglesia humillada y las almas perdidas por la permanencia en el Trono de un usurpador, cuyas acciones de gobierno y magisterio pueden ser juzgadas a la luz de las palabras de Nuestro Señor:

Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso cogéis uvas de los espinos, o higos de las zarzas? Así, todo buen árbol da buenos frutos, y todo mal árbol da malos frutos; no puede un buen árbol dar malos frutos, ni un mal árbol dar buenos frutos. Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Por sus frutos, pues, podréis reconocerlos (Mt 7,15-20).

Has oído bien: un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos, lo que significa que el comportamiento ininterrumpido de Bergoglio -antes, durante y después de su elección- se erige por sí solo como prueba de su iniquidad inherente.

¿Podemos, por tanto, estar moralmente seguros de que el inquilino de Santa Marta es un falso profeta? Mi respuesta es: Sí. ¿Estamos entonces autorizados en conciencia a revocar nuestra obediencia a quien, presentándose como Papa, actúa en realidad como el jabalí bíblico en la viña del Señor, o como el mercenario, qui non est pastor, cujus non sunt oves propriæ (Jn 10, 12), et non pertinet ad eum de ovibus (ibid., 13)? Sí. Lo que no podemos hacer, porque no tenemos autoridad para ello, es declarar oficialmente que Jorge Mario Bergoglio no es Papa. El terrible callejón sin salida en el que nos encontramos hace imposible cualquier solución humana.

Nuestra tarea no debe consistir en hacer especulaciones abstractas como canonistas, sino en resistir con todas nuestras fuerzas -y con la ayuda de la Gracia de Dios- a la acción explícitamente destructiva del jesuita argentino, rechazando valiente y resueltamente toda colaboración, incluso indirecta, con él y sus cómplices.

EL RECHAZO DE LA REALEZA DEL HOMBRE-DIOS

El mal de este mundo está intrínsecamente relacionado con la negativa a reconocer que, tanto en el Estado como en la Iglesia, la autoridad vicaria de los gobernantes emana directamente de la unión hipostática, es decir, de la unión de la divinidad y la humanidad en Nuestro Señor Jesucristo, Rey y Pontífice. El odio de los malvados contra Cristo Rey surgió en la eternidad de los tiempos, cuando la Santísima Trinidad puso a prueba a Lucifer y éste comprendió que tendría que adorar y obedecer al Hombre-Dios, que tendría que reconocerle como Rey y Señor a pesar de la humillación de asumir un cuerpo humano y de la infamia del suplicio de la Cruz. Fue entonces cuando Lucifer gritó su Non serviam.

Encontramos ese grito de rebelión que valió la condena eterna de una parte de los espíritus angélicos en los andrajosos ropajes de Caifás, en las maniobras de los sumos sacerdotes y de los escribas del pueblo para enviar a la muerte al Mesías prometido, culpable de no prestarse a los propósitos de poder del Sanedrín. Encontramos esto en el delirio teológico del sionismo, que desde el Congreso de Basilea de 1897 se plantea como una especie de Vaticano II del judaísmo, sustituyendo la figura de un Mesías personal por el advenimiento del Estado de Israel. Ese Concilio judío sancionó la deificación del Estado y su independencia -la premisa de la tiranía- de la voluntad divina. No de otro modo actuaron los miembros del Sanedrín modernista, cuando, en nombre de la laicidad del Estado y de la libertad religiosa, pisotearon la doctrina de la Realeza Social de Cristo recién proclamada por Pío XI. El Non serviam ya había resonado en la Alemania del heresiarca Lutero y en la Inglaterra de Enrique VIII con el rechazo de la autoridad del Vicario de Cristo, y de nuevo resonó arrogantemente en la Francia revolucionaria, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y de nuevo con el Liberalismo, que sustrae al Señorío de Dios no sólo el dominio de las naciones, sino también la primacía de la moral sobre las reglas de la economía. Volvemos a encontrar el Non serviam en el materialismo ateo del Comunismo, falsa contrapartida del Liberalismo, que quiso y lo alimentó para destruir el tejido social con la lucha de clases. Y hoy este grito infernal resuena con los horrores del aborto, la eutanasia, la transición de género y la ingeniería genética, cuyo único propósito es borrar todo rastro de lo divino en el hombre y en la Creación y romper con el vínculo entre el hombre y Dios realizado en la Encarnación.

Mientras no reconozcamos la inevitabilidad de la victoria del Hombre-Dios como Rey y Señor universal, y la de la Virgen Madre de Dios como Reina y Señora por Gracia; mientras las naciones y los pueblos no doblen la rodilla ante el único Salvador y Redentor del género humano; mientras la sociedad y la Iglesia sean rehenes de los enemigos de Cristo Rey y de su augustísima Madre, no podremos esperar el fin de esta dolorosísima prueba, porque no habremos hecho la necesaria elección de campo que el Señor espera de nosotros para hacernos partícipes de su triunfo total y definitivo sobre Satanás. No nos engañemos: quien persiste en leer la situación actual con ojos humanos se expone no sólo a sí mismo, sino a toda la humanidad, a la continuación y empeoramiento de esta situación: Porque nuestra lucha no es contra criaturas de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos que habitan en las regiones celestes (Ef 6,12).

CONCLUSIÓN

Que las naciones que fueron cristianas vuelvan a la fe de sus padres. Que los disidentes vuelvan a abrazar la unidad católica. Que los pueblos sumidos en las tinieblas de la superstición y la idolatría se conviertan al Dios vivo y verdadero. Que el otrora pueblo elegido reconozca al verdadero Mesías, alejándose de la herejía sionista. Que los individuos, especialmente los que ejercen la autoridad, salgan de su letargo y reconozcan con confianza que no hay más poder que el de Dios, porque ésta -y sólo ésta- es la condición de la concordia entre los pueblos, de la justicia, de la paz. Y si a los pastores les falta este despertar general de las conciencias, que recuerden las terribles palabras del Señor: Si éstos callan, gritarán las piedras (Lc 19,40).